1 Juan 3:10 - Printer Friendly

LBLA: En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del diablo : todo aquel que no practica la justicia, no es de Dios; tampoco aquel que no ama a su hermano.

NBLA: En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo aquél que no practica la justicia, no es de Dios; tampoco aquél que no ama a su hermano.

NVI: Así distinguimos entre los hijos de Dios y los hijos del diablo: el que no practica la justicia no es hijo de Dios; ni tampoco lo es el que no ama a su hermano.

RV1960: En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios.

JBS: En esto son manifiestos los hijos de Dios, y los hijos del diablo; cualquiera que no hace justicia, y que no ama a su Hermano, no es de Dios.

Juan resume todo lo que ha enseñado en los versículos que van del 1 al 9 diciendo dos cosas. Primero, que una persona que no "hace justicia" no es de Dios. En otras palabras, un creyente debe buscar vivir según los caminos de Dios. Es posible que a veces no lo hagan, e incluso que a veces fallen miserablemente (Salmo 51:1–4), pero siempre intentan "caminar" alejándose deliberadamente de la oscuridad y el pecado.

Ésta es la posición general de la Biblia, y la carta de Juan apoya esa noción. Al mismo tiempo, Juan se está dirigiendo a los cristianos. Es posible que los cristianos pequen, y todo pecado implica rechazar a Dios en favor de Satanás. Esto no significa que uno pueda perder la salvación, sino que hay ciertas actitudes o acciones de las que los creyentes no pueden excusarse. Una persona que no ama a los demás creyentes no está mostrando una de las características principales de la fe: el amor (Juan 13:35). Los creyentes son hermanos y hermanas en Cristo y son hijos de Dios. Los objetivos principales de un creyente son amar plenamente a Dios y amar al prójimo como a uno mismo (Mateo 22:37–40). Las personas que no muestran ningún deseo de amar a los demás, especialmente a sus compañeros creyentes, no pueden afirmar verdaderamente ser hijos de Dios.

1 Juan 3:4–10 condena enérgicamente el pecado y no deja excusa alguna. Si bien esta advertencia suele interpretarse como una prueba de fuego para la salvación, el público específico de Juan son, en realidad, los creyentes cristianos. La salvación no excusa el pecado, porque todo pecado proviene del diablo, no de Dios. El pecado siempre perturba nuestro caminar con Dios. Y quienes solo andan en pecado y tinieblas no pueden afirmar ser hijos de Dios.

El tercer capítulo de 1 Juan se centra en el concepto de amor. Debido a Su amor, Dios no solo nos considera Sus hijos, sino que realmente somos Sus hijos. Juan también nos explica la manera en que el pecado, incluido el odio, nunca surge como consecuencia de tener una relación con Dios. Además, se supone que los cristianos, a diferencia del mundo, no solo deben "sentir" amor, sino que también debemos actuar en consecuencia.

Durante los capítulos 1 y 2, Juan dejó claras la diferencias que existen entre las personas que verdaderamente están comunión con Cristo y las personas que viven "en tinieblas". El capítulo 3 continúa hablando sobre este mismo tema, pero haciendo énfasis en el tema del amor. Todo esto sirve de puente para conectar la manera en que Juan describe la vida de las personas que viven en tinieblas y aquellas que viven en la luz, y la explicación sobre cómo la fidelidad de Dios nos da confianza a los cristianos.

En 1 Juan, Juan comparte que sabía que sus lectores ya estaban familiarizados con el evangelio. En lugar de reafirmar estos hechos, Juan quería fomentar la confianza de los creyentes cristianos. Al mismo tiempo, Juan anima a los creyentes a examinar sus propias vidas para saber si estaban siguiendo a Cristo o no. Juan también desafía a los falsos maestros y las mentiras que estaban diciendo sobre Jesús. Muchos de estos mismos temas también se encuentran en el Evangelio de Juan.