¿Qué significa 2 Corintios 10?
Comentario del capítulo:
Algunos falsos apóstoles y otros críticos comenzaron a criticar a Pablo diciendo que él no era un verdadero apóstol de Jesucristo. Pablo habla en este capítulo sobre uno de los argumentos que estaban usando en su contra. Estos falsos apóstoles eran cobardes e hipócritas. Esos falsos maestros decían que Pablo era valiente en las cartas, pero en persona creían que era un don nadie. De hecho, Pablo los cita diciendo: "hay quienes dicen que mis cartas son duras y fuertes, pero que mi presencia física es débil y que mis palabras no valen nada" (2 Corintios 10:10). Esas personas creían que un verdadero apóstol debía ser más imponente en persona. Aparentemente, esos falsos apóstoles estaban compitiendo de alguna manera para ganarse los corazones y las mentes de los corintios a través del habla y la retórica, y decían que los corintios podían ignorar las cartas de Pablo porque cuando Pablo los viera en persona, no los iba a tratar de la manera que decía que iba a tratarlos en las cartas que les enviaba.
De hecho, Pablo no niega el hecho de que sus cartas tuvieran un tono más fuerte que el tono con el que les hablaba y los trataba en persona, y tampoco niega el hecho de que, físicamente, no fuera nada del otro mundo. Entonces Pablo comienza a hablar sobre la mansedumbre de Cristo. Al hacerlo, Pablo también sugiere que esos rasgos no deben confundirse con la debilidad. Cristo, después de todo, se humilló hasta la muerte, pero no fue débil. En ese sentido, Pablo les ruega a los corintios que no le hagan mostrar lo audaz y confiado que podía ser en persona la próxima vez que fuera a visitarlos. Pablo estaba preparado para enfrentarse a las personas que lo estaban acusando de no ser una persona íntegra (1 Corintios 10:1–2).
Esos falsos maestros quizás pensaban que estaban compitiendo en contra de Pablo, pero Pablo no querían entrar en sus juegos. Pablo pensaba que su situación con estos falsos maestros no era una guerra física, sino una espiritual. Las armas espirituales que Pablo y sus colaboradores llevaban consigo eran armas divinas que tenían el objetivo de destruir las fuerzas demoníacas y acabar con los falsos argumentos que estos apóstoles estaban compartiendo con el fin de socavar el verdadero conocimiento de Dios.
Pablo y sus "compañeros de guerra" querían capturar los pensamientos de los corintios para permitirles creer una vez más en la verdad y volver a obedecer a Cristo. Con sus armas espirituales y la autoridad que Dios les dio para que se convirtieran en representantes de Cristo, estaban listos para castigar todo tipo de desobediencia que pudiera surgir en contra de Cristo, lo cual se les aplica tanto a los falsos maestros como a todos los creyentes que vivan pecando sin mostrar ningún tipo de arrepentimiento.
Después de compartir esas palabras tan fuertes, Pablo comenzó a razonar con los corintios. ¿Estaban seguros de que le pertenecían a Cristo? Si fuera así, debían recordar que él fue quien les introdujo a Cristo. Eso significa que Cristo también estaba con él. Pablo no era un falso apóstol. La autoridad de Pablo como apóstol de Cristo era real y quería usarla para edificar a los corintios, incluso si llegara el punto en el que tuviera que disciplinarlos. Pablo no se avergüenza de eso, y les dice que si tuviera que disciplinarlos tal y como dijo que lo haría en las cartas, lo acabaría haciendo (2 Corintios 10:7–11).
Sin embargo, Pablo no quería participar en ese tipo de competencia con el mero objetivo de alcanzar popularidad. El objetivo de Pablo era llevar a las personas hacia la fe en Cristo, no hacia él mismo. Por lo tanto, él no quería entrar en el juego de los alardeos tal y como lo estaban haciendo sus críticos de Corinto. Desde la perspectiva de Pablo, él no necesitaba competir. De hecho, ya había cumplido su primera misión: llevar a los corintios hacia la fe en Cristo. Su esperanza ahora era llevarles el evangelio a más y más personas, quizás gracias a la ayuda de los corintios (2 Corintios 10:12–16).
Pablo se niega a participar en el juego de alardeos en el que estaban participando sus críticos en Corinto. En cambio, decide gloriarse en el Señor. Los corintios, más que muchas otras personas, debían saber que el Señor había bendecido a Pablo y eso era lo más importante (2 Corintios 10:17).
Resumen de contexto:
En 2 Corintios 10:1–18 Pablo responde a las acusaciones que algunos corintios habían hecho en su contra, quienes decían que, aunque sus cartas eran muy duras, él era muy humilde en persona. En realidad, Pablo no se opone a lo que estaban diciendo. Sin embargo, sí les hizo una advertencia: si fuera necesario, los visitaría con toda la valentía en Cristo para castigar todo tipo de desobediencia viera allí. De hecho, Pablo describe el conflicto que estaba teniendo con esos falsos apóstoles como si de una guerra espiritual se tratara. Pablo y sus asociados planeaban ganar esa batalla centrándose en capturar nuevamente los pensamientos de los corintios para que obedecieran a Cristo. Pablo nunca iba a parar de enorgullecerse en el Señor.
Resumen del capítulo:
Las personas que estaban criticando a Pablo desde Corinto decían que las cartas de Pablo eran muy duras, pero Pablo no les imponía nada de respeto en persona. Pablo les responde advirtiéndoles que no le hicieran mostrar lo valiente que podría llegar a ser cuando los visitara de nuevo. Pablo y sus compañeros luchaban continuamente en nombre de Dios y el evangelio usando armas espirituales que podían destruir todo tipo de argumentos falsos. Pablo se enorgullecía únicamente del Señor, y no de ningún otro apóstol falso. Los corintios deberían recordar que llegaron a la fe en Cristo como resultado del ministerio de Pablo, quien era un verdadero apóstol de Jesús.
Contexto del capítulo:
2 Corintios 10 continúa el patrón que Pablo ha estado siguiendo a lo largo de toda la carta, tratando cada tema de una manera ordenada. Después de concluir sus comentarios sobre la colecta que se estaba reuniendo para ayudar a los cristianos de Jerusalén, Pablo comienza a hablarles sobre una acusación personal que hicieron en su contra. Estos falsos maestros decían que en persona, Pablo no imponía nada, y que un verdadero apóstol debería tener mucha más presencia de la que tenía Pablo. Pablo no se avergüenza de eso, y les dice que si tuviera que disciplinarlos tal y como dijo que lo haría en las cartas, lo acabaría haciendo. Pablo estaba envuelto en una guerra espiritual que tenía el objetivo de conquistar las mentes de los corintios y su obediencia hacia Cristo y, por eso, se negó a alardearse a sí mismo tal y como lo estaban haciendo esos falsos apóstoles. Este tema continúa en el capítulo 11.
Resumen del libro:
La segunda carta de los Corintios vuelve a tratar sobre muchos de los temas que Pablo ya trató en la primera carta que le envió a esta misma iglesia. Pablo se alegró de saber que la iglesia de Corinto había seguido su consejo. Al mismo tiempo, Pablo se vio obligado a hablar sobre algunas de las acusaciones que le hicieron con respecto a su personalidad y a su legitimidad como apóstol. La mayor parte de este texto trata sobre este tema. El quinto capítulo, por el contrario, contiene un pasaje que los cristianos recitan muy a menudo cuando lo están pasando mal. Pablo también quiere que la iglesia de Corinto cumpliera su promesa de ayudar en la colecta que se estaba reuniendo para ayudar a los cristianos que estaban sufriendo en Jerusalén.
Accessed 11/23/2024 3:20:12 AM
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