2 Tesalonicenses 2:7 - Printer Friendly

LBLA: Porque el misterio de la iniquidad ya está en acción, sólo que aquel que por ahora lo detiene, lo hará hasta que él mismo sea quitado de en medio.

NBLA: Porque el misterio de la iniquidad (de estar sin ley) ya está en acción, sólo que aquél que por ahora lo detiene, lo hará hasta que él mismo sea quitado de en medio.

NVI: Es cierto que el misterio de la maldad ya está ejerciendo su poder; pero falta que sea quitado de en medio el que ahora lo detiene.

RV1960: Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio.

JBS: Porque ya está obrando el misterio de iniquidad, solamente que el que ahora domina, dominará hasta que sea quitado;

Pablo está tratando de aclarar ciertos aspectos acerca del fin de los tiempos (1 Tesalonicenses 1:10; 4:13–17; 5:1–11), durante los que ocurrirán una serie de acontecimientos que deben tener lugar antes del comienzo del día del Señor (2 Tesalonicenses 2:3–5).

Pablo habla sobre un "misterio" en este versículo: el misterio de la iniquidad, y Pablo dice que ya está en acción. La palabra "misterio" en el Nuevo Testamento se refiere a una verdad que previamente estaba oculta. Por ejemplo, Pablo dice que la unión de los judíos y gentiles en la iglesia es un misterio (Efesios 3:1–6). Asimismo, en 1 Corintios 15:51, Pablo habla de la resurrección de los creyentes en el rapto diciendo que es un misterio. Aquí, en 2 Tesalonicenses 2:7, dice que la anarquía del hombre de pecado es un "misterio" que ya está en acción. Esa iniquidad ya está presente, pero culminará con todo lo que hará el hombre de pecado. Esta verdad estuvo oculta hasta que Dios nos la reveló a través de Pablo.

En la actualidad, hay alguien que está restringiendo el poder del mal, pero un día lo dejará moverse libre. Una vez ocurra eso, toda esa maldad dará pie a la aparición del hombre de pecado. Entonces, ¿quién es la persona que lo está restringiendo? En realidad, el Espíritu Santo es el único que tiene el poder de impedir que el pecado se manifieste en toda su perversidad, y lo consigue a través de Su ministerio, el ministerio de la convicción. Jesús enseñó que el Espíritu Santo convencería al mundo del pecado, la justicia y el juicio (Juan 16:8), y lo hace través de los seguidores de Jesús, pero en el rapto, Jesús se llevará a Sus seguidores de la Tierra, y la influencia terrenal del Espíritu Santo, quien mora en nosotros, disminuirá bastante. Aunque el Espíritu Santo todavía estará en la Tierra, ya no frenará el pecado a través de los creyentes a quien Jesús ha salvado porque ya no estarán aquí. El Espíritu Santo no convencerá al mundo de la maldad del pecado a través de los creyentes. Por lo tanto, el nivel de anarquía alcanzará un nivel de perversidad sin precedentes.

Los versículos 6 y 7 se pueden combinar para reflexionar sobre el mal al que nos enfrentamos durante nuestras vidas aquí en la Tierra. A pesar de lo que algunos puedan pensar, Dios no se limita a observar sin hacer nada, mientras el sufrimiento y la muerte campan a sus anchas, sino que este pasaje nos recuerda que Dios está refrenando el poder mal, incluso en estos momentos.

En 2 Tesalonicenses 2:1–12 se habla del ''día del Señor'' como si fuera un acontecimiento en el que los cristianos no participarán. Algunos creyentes tesalonicenses estaban confundidos, pensando que el juicio de ese día ya había llegado debido a todo lo que estaban sufriendo. Pablo les dice que dejen de pensar así, independientemente de la fuente desde donde procediera esta información. Pablo les asegura que el día del Señor no comenzará hasta que se produzca una rebelión o apostasía, que vendrá seguida de la aparición del hombre de pecado. Esta persona tratará de asumir el papel de Dios y engañará a los que están perdidos y han rechazado la verdad. Empoderado por Satanás, el hombre de pecado engañará a los incrédulos realizando señales y prodigios. Sin embargo, cuando Jesucristo vuelva, destruirá al hombre de pecado.

Los cristianos de Tesalónica todavía no habían experimentado los acontecimientos de los que Pablo les habló durante su primera carta; ni ellos y ni nadie. A pesar de lo que algunos falsos maestros aparentemente pensaban, ellos no estaban pasando por el ''día del Señor'', el día en el que el Señor juzgará al mundo. Como prueba de esto, Pablo les ofrece una serie de instrucciones sobre las cosas que estaban por ocurrir pero que todavía no habían ocurrido, y que ocurrirían antes de la llegada del día del Señor. Lo primero es una rebelión, o una "apostasía". Lo segundo es la aparición de un ''hombre de pecado'', al que Satanás usará para cumplir sus propios propósitos. Dios dejará de restringir el poder del pecado para que, una vez llegue Su juicio, nadie tenga duda de que ese juicio era necesario.

Durante el capítulo 1, Pablo se dedicó a elogiar a los cristianos de Tesalónica debido a su crecimiento espiritual y los actos de amor que estaban realizando. Este capítulo, sin embargo, busca corregir un malentendido que surgió en la iglesia después de que Pablo les mandara su primera carta. Pablo anima a estos creyentes diciéndoles que el día del Señor todavía no había llegado. Antes de que pueda comenzar ese tiempo catastrófico, deben ocurrir ciertos eventos: una apostasía espiritual generalizada y el surgimiento de una figura que tendrá poderes satánicos. En el capítulo 3, Pablo elogia el valor que tiene el hecho de tener una ética de trabajo sólida, tanto en un sentido espiritual como secular.

2 Tesalonicenses es la carta que Pablo les escribió a los tesalonicenses justo después de haberles escrito la primera, durante la que Pablo los elogió por su fidelidad y les enseñó cosas importantes, sobre todo para tranquilizarlos, acerca del día del Señor. Pablo les habló sobre el rapto y habló de la muerte como si las personas estuvieran "durmiendo", que es la manera en que los cristianos deben entender la muerte. En esta segunda carta, Pablo corrige una serie de posibles malentendidos que surgieron sobre estas ideas después de que leyeran su primera carta. Pablo habla aquí sobre la importancia de tener una buena ética de trabajo y el inminente juicio que Dios iba a imponer sobre el pecado, incluido el juicio que dejará care sobre las personas que persiguen a la iglesia cristiana. Pablo también les asegura a los tesalonicenses que no se habían perdido el regreso de Cristo.