Marcos 10:39 - Printer Friendly

LBLA: Y ellos le dijeron: Podemos. Y Jesús les dijo: La copa que yo bebo, beberéis; y seréis bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado,

NBLA: Le respondieron: “Podemos.” Y Jesús les dijo: “La copa que Yo bebo, beberán; y serán bautizados con el bautismo con que Yo soy bautizado;

NVI: ?Sí, podemos. ?Ustedes beberán de la copa que yo bebo —les respondió Jesús— y pasarán por la prueba del bautismo con el que voy a ser probado,

RV1960: Ellos dijeron: Podemos. Jesús les dijo: A la verdad, del vaso que yo bebo, beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados;

JBS: Y ellos dijeron: Podemos. Y Jesús les dijo: A la verdad, el vaso que yo bebo, beberéis; y del bautismo de que soy bautizado, seréis bautizados.

El relato de Lucas sobre la tercera profecía de Jesús, donde se habla de Su muerte y resurrección, menciona que Dios les oculta el significado de las palabras de Jesús a los discípulos (Lucas 18:34). Aunque los discípulos recuerdan las palabras de Jesús más tarde (Lucas 24:6–8), y tienen alguna idea del peligro de la situación (Juan 11:16), no comprenden completamente lo que Jesús está diciendo. Si lo hubieran hecho, no se sabe cómo se habrían alterado los planes de sus próximos días; es probable que la entrada triunfal, la enseñanza de Jesús en Jerusalén y la última Cena hubieran sucedido de manera muy diferente. Los Doce no reciben permanentemente al Espíritu Santo y Su guía hasta después de la ascensión de Jesús (Hechos 2:1–4; véase Juan 16:7). Dios, al parecer, puede optar por ocultarnos Su plan incluso a aquellos de nosotros que ya tenemos el Espíritu Santo dentro de nosotros en momentos en los que saber lo que ocurrirá nos pudiera incitar a arruinar Sus planes debido a cosas como la presunción y el temor.

Jacobo y Juan sufren, aunque no exactamente como Jesús. Jacobo es el primero de los Doce en ser martirizado cuando el rey Herodes lo mata con una espada (Hechos 12:1–2). La Biblia no registra el destino final de Juan. La tradición dice que una vez lo pusieron en un caldero de aceite ardiendo y, no solo sobrevivió, sino que continuó predicando mientras todavía estaba dentro del caldero. Más tarde, Juan es exiliado a la isla de Patmos, donde escribe el libro de Apocalipsis. Finalmente, Juan es liberado y años más tarde tendría una muerte natural debido a su vejez.

No hay nada que las personas puedan hacer para añadir o cumplir la obra de Jesús en la cruz. De hecho, somos incapaces de hacer nada para ganarnos la salvación (Efesios 2:8–9). Sin embargo, Pablo habla de nuestro sacrificio, el cual es necesario: "ahora me alegro de lo que sufro por ustedes, y completo en mi cuerpo lo que falta de los sufrimientos de Cristo por la iglesia, que es su cuerpo"; (Colosenses 1:24) El trabajo que hacen los cristianos no es cumplir el evangelio, sino "anunciar cabalmente la palabra de Dios," (Colosenses 1:25). Siempre que bebemos de la copa o aceptamos el bautismo de sufrimiento y sacrificio como parte de nuestro liderazgo, no lo hacemos para "obrar" y ganarnos la salvación de nuestros pecados. Más bien, lo hacemos para difundir la noticia de que Jesús ya la ha completado.

En Marcos 10:35–45, Jacobo y Juan le piden a Jesús tener posiciones de poder y autoridad en Su reino venidero. Esto ocurre después de que se dieran cuenta de que Jesús valora más a las personas indefensas, como las mujeres y los niños (Marcos 10:1–16), que a aquellos que tienen poder y riquezas terrenales, ya que éstos últimos tienden a tener dificultades para seguir a Dios porque, para ellos, la riqueza lo es todo (Marcos 10:17–22). También se dan cuenta de que parte del plan de Jesús para Su reino era sufrir una muerte horrible (Marcos 10:32–34). Ni Lucas ni Juan registran este relato, pero Mateo añade que la madre de Jacobo y Juan está involucrada en la situación (Mateo 20: 20–28).

En este pasaje, Jesús vuelve a confrontar a los fariseos al aclarar los puntos de vista de Dios sobre el matrimonio y el divorcio. Les recuerda a los discípulos que no descarten la perspectiva espiritual de los niños. Este capítulo también registra el encuentro de Jesús con el joven rico, quien se convierte en una lección práctica de por qué la riqueza dificulta que la gente confíe en Dios. Después de esto, Jesús hábilmente deja a un lado una petición arrogante de Jacobo y Juan, y nuevamente predice Su inminente muerte. Justo antes de la entrada triunfal del capítulo 11, Bartimeo busca a Jesús, y Jesús finalmente lo cura de su ceguera.

Entre los capítulos 9 y 10, Jesús reanuda Su enseñanza pública mientras viaja hacia Jerusalén para la Fiesta de los Tabernáculos (Lucas 9:57–18: 14; Juan 7–10). Lo encontramos aquí al otro lado del Jordán en Perea y lo seguimos mientras se dirige hacia el oeste de nuevo hasta Jericó. Este capítulo rodea una tercera profecía de la muerte de Jesús (Marcos 10:32–34) con lecciones sobre el valor que le daba a las personas a quienes los hombres a menudo rechazaban: las mujeres (Marcos 10:1–12), los débiles (Marcos 10:13–16) los que valoran a Dios más que al mundo (Marcos 10:17–31), los líderes que tienen un corazón de sirviente (Marcos 10:35–45) y los que tienen una fe valiente (Marcos 10:46–52). A continuación, se produce la entrada triunfal y el inicio de la Semana de la Pasión.

El Evangelio de Marcos enfatiza tanto la servidumbre de Jesús como Su papel como el Mesías prometido: el Hijo de Dios. Esto se hace a través de un estilo conciso y lleno de acción. Marcos proporciona relativamente pocos detalles y, en cambio, se centra en acciones y declaraciones simples. Esto se relaciona con la autoría del Evangelio, que se cree que se basa en los recuerdos del apóstol Pedro. Estos incluyen muchos de los milagros de Jesús, en contraste con otros evangelios que incluyen muchas más enseñanzas y parábolas de Jesús. Marcos también menciona con frecuencia cómo otras personas malinterpretan el ministerio de Jesús.