Marcos 14:35 - Printer Friendly

"Momento" proviene de la raíz griega hora. Al igual que en español, una hora es la doceava parte de la mitad de un día, es decir, sesenta minutos, pero en general se refiere a un período de tiempo específico. En este caso, esta hora va desde el momento en que Judas traiciona a Jesús hasta el momento en que Jesús muere. Cuando Judas llega con el grupo de personas, Jesús dice: "… la hora ha llegado. ¡Miren al Hijo del Hombre, que es entregado en manos de los pecadores!" (Marcos 14:41).

En realidad, no sabemos a qué hora se lleva Jesús a los discípulos al huerto de Getsemaní o cuándo lo arrestan. Algunos piensan que el canto del gallo durante las negaciones de Pedro (Marcos 14:66–72) se refiere al período de tiempo llamado "canto del gallo", que ocurre entre la medianoche y las 3:00 a.m., lo que determinaría que Jesús estaba con el Sanedrín durante ese período de tiempo. Sabemos que los líderes judíos se lo llevan a Pilato por la mañana (Mateo 27:1) y Jesús muere alrededor de las tres de la tarde, o la "novena hora" de Lucas 23:44. Así que los juicios, la tortura y la crucifixión duran entre doce y quince horas. Inmediatamente después de Su muerte, Jesús regresa al cielo (Lucas 23:43).

Este corto período de tiempo ha llevado a muchos a preguntarse por qué Jesús está tan angustiado. El sufrimiento que atraviesa es horrible, pero muchas personas permanecían en sus cruces durante días; y Jesús tiene muchas cosas buenas por delante, incluido el cielo, un cuerpo glorificado y la posibilidad de ofrecerle la salvación al mundo.

En realidad, hacer tal pregunta minimiza el increíble dolor que Jesús soporta antes y durante la cruz y también minimiza la agonía que siente al soportar el peso del pecado y ver a su Padre alejarse de él. La Trinidad, Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo, existe en perfecta unidad y amor. A pesar de asumir Su humanidad, Jesús aún vive siendo parte de esta relación. En algún momento entre la oración en Getsemaní y Su muerte, ese vínculo se rompe.

Los seres humanos nacemos sin formar parte de este vínculo de unión. Cuando aceptamos el sacrificio de Cristo por nuestros pecados y recibimos el Espíritu Santo, podemos vislumbrar el amor que Dios siente por nosotros, pero aún así no somos incapaces de comprender completamente o aprovechar la relación que podemos tener con él. Sin embargo, debemos considerar lo siguiente: si Jesús, quien finalmente sufriría esta separación de Dios solo por 12 horas, llegó a estar al borde de la muerte con solo pensar en ella (Marcos 14:34), ¿por qué nos tomamos nuestra relación con Dios tan a la ligera? ¿Y qué significa esto para las personas que estarán separadas de Dios por el resto de la eternidad?

Jesús no está exagerando ante Sus circunstancias, y sabe que Su sacrificio en la cruz glorificará a Dios y le ofrecerá al mundo una manera de salvarse. Sin embargo, el hecho de que sabía lo que pasaría no cambiaba el horror y el dolor por el que tenía que pasar para conseguirlo.

Durante ese pasaje de Marcos 14:32–42, Jesús está en el huerto de Getsemaní esperando a que se lo lleven. Aquí se nos presenta un contraste entre la actitud de Jesús y el catastrófico fracaso de los discípulos a la hora de obedecerlo. Mientras que Jesús está despierto, vigilando y orando, los discípulos se duermen. Jesús vuelve tres veces para decirles que sigan orando y no se duerman, pero los discípulos están cansados física y espiritualmente (Marcos 13: 35–36). Los discípulos no se toman el tiempo, tal y como lo hace Jesús, para prepararse para las dificultades que estaban a punto de experimentar. De hecho, los discípulos están tan concentrados en el hecho de que Jesús va a vencer a los ocupantes romanos que no pueden prepararse para la guerra espiritual que sufrirían mientras Jesús estaba en la cruz. Esta historia también se encuentra en Mateo 26:36–46 y Lucas 22:39–46.

Jesús es ungido en una anticipación simbólica de Su muerte. Judas decide cooperar en secreto con los líderes religiosos locales para arrestar a Jesús en secreto. Durante la comida de la Pascua, Jesús predice la traición por parte de Judas y la negación de Pedro. Jesús también instituye la Cena del Señor, también conocida como la comunión. Después de orar en el Monte de los Olivos, Jesús es capturado cuando Judas lo identifica junto a una muchedumbre hostil enviada por las autoridades judías. Jesús aguanta un juicio corrupto y prejuicioso que termina en una condena por blasfemia. Pedro, temiendo por su vida, miente acerca de conocer a Jesús, y más tarde recuerda la predicción de Jesús y rompe a llorar.

Jesús ha terminado Su ministerio de enseñanza pública y ahora se prepara para la crucifixión; Su lealtad y sacrificio proporcionarán los medios a través de los que Sus discípulos podrán ser perdonados por haberlo abandonado. A continuación, los romanos, como representantes de los gentiles a lo largo de la historia, se unirán a los judíos y matarán a Jesús. Jesús será sepultado, pero resucitará con la promesa de que Su sacrificio redimirá al mundo. Mateo 26 y Lucas 22 siguen más de cerca a Marcos 14, mientras que Juan 13:1–18:27 registra más información sobre la enseñanza de Jesús en el aposento alto.

El Evangelio de Marcos enfatiza tanto la servidumbre de Jesús como Su papel como el Mesías prometido: el Hijo de Dios. Esto se hace a través de un estilo conciso y lleno de acción. Marcos proporciona relativamente pocos detalles y, en cambio, se centra en acciones y declaraciones simples. Esto se relaciona con la autoría del Evangelio, que se cree que se basa en los recuerdos del apóstol Pedro. Estos incluyen muchos de los milagros de Jesús, en contraste con otros evangelios que incluyen muchas más enseñanzas y parábolas de Jesús. Marcos también menciona con frecuencia cómo otras personas malinterpretan el ministerio de Jesús.