Proverbios 16:14 - Printer Friendly

LBLA: El furor del rey es como mensajero de muerte, pero el hombre sabio lo aplacará.

NBLA: El furor del rey es como mensajero de muerte, Pero el hombre sabio lo aplacará.

NVI: La ira del rey es presagio de muerte, pero el sabio sabe apaciguarla.

RV1960: La ira del rey es mensajero de muerte; Mas el hombre sabio la evitará.

JBS: La ira del rey es mensajero de muerte; mas el hombre sabio la evitará.

En la antigüedad, los reyes solían tener una autoridad absoluta e ilimitada. Incluso a algunos reyes se les imponían ciertas limitaciones (Daniel 6:12–14) los reyes del pasado controlaban la vida de sus súbditos con mucho más poder que casi todos los líderes del mundo moderno. El rey tomaba decisiones de vida o muerte. Salomón dice sabiamente algo que nos recuerda a la frase "no juegues con fuego porque te puedes acabar quemando". Dicho de otra manera, es una tontería enfadar o frustrar a un enemigo poderoso. Quizás puede haber reyes que no sean razonables o justos, pero una persona sabia sabe reconocer el beneficio de evitar frustrarlos. Este mismo principio también se puede aplicar en la actualidad en los casos en los que interactuamos con algún tipo de autoridad civil o de otro tipo, ya que es preferible mantener la paz con las personas que tienen autoridad sobre nosotros (Hechos 5:29. Salomón habla sobre cómo manejar la ira de un rey en Eclesiastés: "si el ánimo del rey se exalta contra ti, no te apartes de donde estés. La mansedumbre es el remedio para las grandes ofensas" (Eclesiastés 10:4).

Cuando Saúl era rey, una vez se enojó irracionalmente y ordenó que David fuera asesinado (1 Samuel 19:1). Sin embargo, el hijo de Saúl, Jonatán, se lo advirtió a David. Jonatán aplacó la ira de su padre recordándole la manera en que David arriesgó su vida para luchar contra Goliat y cómo finalmente salvó a Israel (1 Samuel 19:4–5). El intento de Jonatán a la hora de calmar la ira de Saúl acabó funcionando después de todo. Es mismo pasaje dice: "Saúl aceptó lo que le dijo Jonatán, y juró por el Señor que respetaría la vida de David" (1 Samuel 19:6).

Proverbios 16:10–15 continúa compartiendo una serie de proverbios de Salomón. Este grupo de proverbios habla de los "reyes" a menudo; y esos mismos principios también se les pueden aplicar a otros líderes o autoridades gubernamentales. En este pasaje se nos describen ideales con respecto a cómo se debería liderar a un pueblo y se analiza la relación que existe entre los gobernantes y sus súbditos.

En esta sección del libro de Proverbios, Salomón habla sobre los motivos del corazón, el dominio propio y el sentido común. Muchos de estos proverbios están organizados en un estilo de dos partes. La primera y la segunda parte de estas declaraciones dicen lo mismo, pero desde perspectivas opuestas. Los versículos más destacables son los versículos 9 y 33, en los cuales se nos habla de la sobe-ranía de Dios, y el versículo 18, en el que se nos hace una famosa advertencia en contra de la arrogancia. De hecho, también se cita con frecuencia el versículo 25, en el que se repite el mensaje que se nos dio en Proverbios 14:12 y no anima a que seamos personas reflexivas y pacientes.

Salomón comenzó a compartir una larga lista de proverbios de Sabiduría en el capítulo 10. El capítulo 16 comienza una sección que se compone principalmente de una serie comparaciones y comple-mentos que se extiende hasta Proverbios 22:16. En este capítulo se examinan los pensamientos, el habla, los mo-tivos, la conducta de las personas, el orgullo, la maldad y la injusticia.

Proverbios se entiende mejor teniendo en cuenta el contexto de los libros de Eclesiastés y Job. En Proverbios, la "sabiduría" se nos presenta en términos breves, simples y generales. Eclesiastés repre-senta la sabiduría basada en la observación y la experiencia, lo cual enfatiza el hecho de que los principios generales del libro de Proverbios no se aplican absolutamente en todas las circunstancias. Job representa la sabi-duría basada en la experiencia del sufrimiento y la injusticia. Los tres libros llegan a la conclusión de que Dios sabe mucho más que nosotros, y el curso de acción más sensato es siempre seguir Su volun-tad.