Proverbios 21:9 - Printer Friendly

LBLA: Mejor es vivir en un rincón del terrado que en una casa con mujer rencillosa.

NBLA: Mejor es vivir en un rincón del terrado Que en una casa con mujer rencillosa.

NVI: Más vale habitar en un rincón de la azotea que compartir el techo con mujer pendenciera.

RV1960: Mejor es vivir en un rincón del terrado Que con mujer rencillosa en casa espaciosa.

JBS: Mejor es vivir en un rincón del terrado que con la mujer rencillosa en espaciosa casa.

Una vez más, Salomón habla sobre el estrés y la miseria que una esposa o un esposo negativo pueden llegar a causarnos (Proverbios 19:13). En la era de Salomón, las casas a menudo tenían techos planos a los que se accedía a través de unas escaleras. Tanto en un sentido literal como figurado, Salomón dice que un hombre preferiría tener frío, estar solo y sentirse incómodo que estar dentro de su casa con una esposa que sea agresiva.

Aunque en este versículo se está hablando de una mujer que le está causando dolor a un hombre, este principio se le puede aplicar a cualquiera de los cónyuges. La armonía y la amabilidad son ideales para cualquier matrimonio, pero los temperamentos y los conflictos de personalidad pueden perturbar cualquier relación conyugal. Cuando el cónyuge de uno se queja, discute o insulta constantemente al otro, el otro cónyuge puede llegar a sufrir mucho estrés y ansiedad.

Dios creó a la primera mujer, Eva, para vivir en armonía con su esposo Adán. Dios la creó para ser su ayudante y compañera (Génesis 2:18). El apóstol Pedro anima a las esposas a adornar sus corazones "sino de lo interno, del corazón, de la belleza incorruptible de un espíritu cariñoso y sereno, pues este tipo de belleza es muy valorada por Dios" (1 Pedro 3:4). De la misma manera, Dios quiso que los esposos amaran y se sacrificaran por sus esposas siguiendo el ejemplo de Jesucristo (Efesios 5:28).

Proverbios 25:24 dice exactamente lo mismo que este versículo.

Proverbios 21:1–16 continúa compartiendo una serie de sabias observaciones de Salomón (Proverbios 10:1) diciendo que el Señor controla a los reyes de la Tierra. También menciona una lista de cosas que el Señor desprecia: el orgullo, el amor al dinero, la violencia, la conducta de los malvados, la retención de la caridad, el soborno y la apostasía. Por otro lado, el Señor valora la rectitud y la justicia, la conducta pura, y las personas que aceptan Su disciplina y la caridad.

Este capítulo comienza y termina haciendo una declaración sobre la soberanía de Dios. Dios solo juzga el corazón; el Señor considera que las intenciones del corazón son tan importantes como las acciones físicas. En este pasaje también se habla de los cónyuges desagradables, perspectivas adecuadas sobre la riqueza, la ética del trabajo y la naturaleza esencial de la sabiduría divina. La sabi-duría humana no puede competir con el Señor soberano, quien es el único responsable final en los momentos en los que salimos victoriosos de cualquier problema.

Este capítulo forma parte de la segunda sección principal del libro (Proverbios 10—22) en la cual se nos presentan casi cuatrocientos proverbios. La mayoría de estos proverbios están formados por comenta-rios de dos líneas que presentan ideas desde el sentido común y la sabiduría general. El tema gene-ral del capítulo 21 es la manera en que Dios controla el mundo. Las personas pueden creerse que tienen el control de todas sus circunstancias, pero Dios es quien lo supervisa todo. El capítulo comienza y termina ase-gurándonos que Dios es quien tiene el poder final sobre todas las cosas.

Proverbios se entiende mejor teniendo en cuenta el contexto de los libros de Eclesiastés y Job. En Proverbios, la "sabiduría" se nos presenta en términos breves, simples y generales. Eclesiastés repre-senta la sabiduría basada en la observación y la experiencia, lo cual enfatiza el hecho de que los principios generales del libro de Proverbios no se aplican absolutamente en todas las circunstancias. Job representa la sabi-duría basada en la experiencia del sufrimiento y la injusticia. Los tres libros llegan a la conclusión de que Dios sabe mucho más que nosotros, y el curso de acción más sensato es siempre seguir Su volun-tad.