¿Qué significa Mateo 16?
Comentario del capítulo:
Mateo 16 comienza con otra confrontación entre Jesús y algunos de los líderes religiosos de Israel. Un grupo de fariseos y saduceos se acercó a Jesús. Esto ya era de por sí algo inusual, ya que estas dos sectas solo estaban de acuerdo acerca de las ideas más básicas de la teología judía y, entonces, le pidieron a Jesús que hiciera otra señal del cielo (Mateo 12:13–14, 22). Jesús les dijo que ellos podían leer las señales básicas del cielo para predecir el clima. Sin embargo, se negaron a reconocer las señales obvias que acompañaron a muchos de los milagros que él ya había realizado. Jesús dijo que no les daría ninguna señal sino la de Jonás (Jonás 1:17), quien estuvo dentro de un pez durante tres días y al final salió de allí al tercer día (Mateo 16:1–4).

Jesús y los discípulos volvieron a subirse a una barca para cruzar el Mar de Galilea, quizás para alejarse de los líderes religiosos judíos. Los discípulos se dieron cuenta de que se habían olvidado de traer pan para este viaje. Jesús, quien aparentemente todavía pensando en la conversación que había tenido con los fariseos y los saduceos, les advirtió a los discípulos que tuvieran cuidado con la "levadura" de esos líderes religiosos. La levadura a menudo se usaba como una metáfora sobre el pecado: algo diminuto que podía entrar en la harina y cambiarla por completo. Los discípulos, en cambio, se preguntaron si Jesús estaba molesto porque se habían olvidado de traer pan (Mateo 16:5–7).

En cambio, Jesús se molestó por su falta de fe y se concentró en el pan terrenal. Jesús les recordó que ellos estuvieron presentes, en dos ocasiones, cuando alimentó a miles de personas con solo unos pocos panes (Mateo 14:13–21; 15:34–38). No había razón alguna para que estuvieran tan preocupados por la comida como para no entender una metáfora tan obvia. Jesús les advirtió de nuevo acerca de las falsas enseñanzas que provenían tanto de los fariseos como de los saduceos (Mateo 16:8–12).

Jesús y los discípulos viajaron hacia el norte, unas 25 millas desde el mar de Galilea hasta Cesarea de Filipo. Allí, Jesús les preguntó a los discípulos quién decía la gente que era él. Con esto, Jesús se estaba refiriendo a la opinión general del público. Los discípulos le dijeron que algunas personas pensaban que él representaba el regreso de un gran profeta, otros que él era de alguna manera Juan el Bautista. Entonces, Jesús, haciendo un importante contraste entre la "opinión popular" y la "creencia personal", les pregunto qué pensaban ellos. Pedro respondió en nombre del grupo diciendo: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente" (Mateo 16:13–16).

Después de esto, Jesús le dijo a Pedro que Dios Padre fue quien le había revelado eso a Pedro. Entonces Jesús usó un juego de palabras con el nombre de Pedro, usando dos palabras griegas diferentes. Una que se refiere al nombre de Pedro, la cual significa "piedra, o roca"; y otra que se refiere a la sustancia sobre la cual se edificaría la iglesia. Jesús se refirió a una "roca" por lo que es, una sustancia o un material. Por lo tanto, sobre lo que Pedro había dicho—la creencia que expresó—Jesús dijo que él edificaría Su iglesia terrenal. Las puertas del infierno no prevalecerían contra ella. Jesús le dijo a Pedro que le daría las llaves del reino de los cielos. De esta manera, todo lo que los discípulos ataran o desataran en la Tierra sería atado o desatado en el cielo (Mateo 16:17–19).

Sorprendentemente, Jesús le dijo a este grupo de hombres que no le contaran a otros que él era el Mesías. Jesús era consciente de que el pueblo estaba deseoso por recibir a un Mesías terrenal victorioso, uno que se revelara y luchara contra Roma (Juan 6:15). Por esa razón, debían guardarse la verdad de que él era el Mesías por algún tiempo (Mateo 16:20).

Jesús, quien había limitado Sus viajes y ministerio principalmente a la región de Galilea en el norte de Israel, comenzó a mostrarles a los discípulos que él debía irse a Jerusalén, el cuartel general y el territorio de origen de los enemigos que más lo odiaban. Jesús predijo que sufriría muchas cosas de parte de esos ancianos, los principales sacerdotes y escribas. En última instancia, incluso llegarían a matarlo. Por supuesto, Jesús también mencionó que resucitaría al tercer día (Mateo 16:21).

Pedro pareció haberse ganado demasiada confianza con los recientes elogios que había recibido del mismo Jesús, y no solo le dijo a Jesús que eso jamás iba a ocurrir, sino que también lo reprendió. Pedro estaba regañando al mismo Hombre que recientemente había dicho que era el Mesías debido a que Jesús no estaba cumpliendo con las expectativas que Pedro había depositado en él. Entonces, Jesús le dijo a Pedro que era Satanás, ya que la mente de Pedro estaba centrándose en cosas humanas: preferencias y tradiciones que no eran cosas de Dios (Mateo 16:22–23).

Jesús repitió un mensaje que ya había compartido anteriormente con algunas de las personas que se habían reunido allí. Cualquiera que quisiera acercarse a Dios a través de él debía tomar su cruz de abnegación y seguirlo. La crucifixión, en esa época, evocaba conceptos como la humillación, la deshonra, la vergüenza, la agonía, la miseria y la muerte. Cristo no estaba hablando de tolerar molestias menores, sino que estaba hablando de la voluntad de sacrificar todo lo que se relacionara con el mundo. Las personas que viven para sí mismas, aferrándose a las cosas mundanas y a los ideales terrenales, perderán su vida eterna. Las personas que pierden su vida terrenal encontrarán la verdadera vida eterna. Jesús enmarca esto dentro de una pregunta retórica que tiene bastante sentido: ¿de qué serviría ganarse todas las cosas temporales del mundo, solo para acabar sufriendo una separación eterna de Dios? Más tarde o más temprano llegará el juicio de Dios, todas las personas del mundo serán juzgadas, y aquellos y aquellas que rechacen a Cristo acabarán perdiéndose (Mateo 16:24–27).

El comentario final que hizo Jesús en este capítulo es que "algunos" de los que estaban presentes lo verían venir en Su reino antes de que murieran (Mateo 16:28). Con esto, Jesús se estaba refiriendo a la transfiguración, la cual Mateo está a punto de describirnos durante el siguiente capítulo (Mateo 17:1–2). Durante la transfiguración, Pedro, Jacobo y Juan fueron testigos de una acontecimiento divino que presagió el futuro reinado de Jesús en la Tierra.
Resumen de contexto:
Mateo 16:1–4 describe la confrontación que Jesús tuvo con un grupo de fariseos y saduceos que le pidieron que les mostrara una señal del cielo: un milagro. Jesús les dice que ellos pueden leer las señales del clima, pero obstinadamente se niegan a reconocer las señales que él ya había hecho. El hecho de que pidieron una señal después de que Jesús ya hubiera mostrado tantas nos deja claro que los líderes religiosos estaban perdidos espiritualmente. La única señal que Jesús les ofrecerá es la señal de Jonás, la cual hacía referencia a Su muerte inminente y a Su resurrección tres días después.
Mateo 16:5–12 continúa hablando sobre el enfrentamiento que Jesús tuvo con Sus críticos, quienes le exigieron que hiciera algún milagro más como prueba de Su autoridad. Los discípulos mencionaron que se habían olvidado de traer pan, y Jesús les dice que debían tener cuidado con "la levadura de los fariseos y saduceos". Los discípulos creyeron que estaba hablando del pan que no habían traído. Jesús desafió su fe. Los discípulos estuvieron presentes cuando Jesús alimentó a miles de personas con solo unos pocos panes. ¿Por qué estaban hablando de pan literal en este momento? Jesús les advierte nuevamente acerca de los fariseos y saduceos, y les dice que sus enseñanzas eran falsas.
Mateo 16:13–20 describe una conversación que Jesús y los discípulos tuvieron acerca de Su identidad. Esta conversación tuvo lugar a unas 25 millas al norte del Mar de Galilea en el distrito de Cesarea de Filipo. Jesús les pregunta qué pensaba la gente sobre Su identidad y luego les pregunta a los discípulos que ellos compartieran con él quién creían que era. Pedro dice que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Jesús dice que esta declaración de fe será la roca sobre la cual edificará Su iglesia.
Mateo 16:21–28 describe la reacción de los discípulos cuando Jesús les revela que los líderes religiosos debían matarlo y que él resucitaría al tercer día. Pedro, quien recientemente fue elogiado por su fe (Mateo 16:17), reprende a Jesús por decir tales cosas. Jesús le contesta sin ningún reparo: "¡Aléjate de mi vista, Satanás!" La insistencia de Pedro sobre que el Mesías no debía morir se basaba en sus propias suposiciones, no en lo que en realidad era cierto. Cristo les advierte que aquellos que lo siguen deben estar dispuestos a renunciar a todo lo demás en el mundo y asumir las dificultades y la persecución si fuera necesario. Además, añade que algunos de los que están allí no morirían sin antes verlo venir en Su reino; una predicción que se cumple durante el siguiente pasaje (Mateo 17:1–2).
Resumen del capítulo:
Un grupo de fariseos y saduceos le pidieron a Jesús que hiciera un milagro, incluso aunque Jesús ya hubiera hecho muchos. Jesús se niega y les advierte a los discípulos que tengan cuidado con las enseñanzas de estos líderes religiosos. Jesús les pregunta a los discípulos quién dice la gente que era él, y también les pide que compartan su propia opinión. Pedro dice que Jesús es el Cristo, y Jesús lo elogia por haber dicho esto. Entonces, Jesús comienza a revelarles a los discípulos que él deberá sufrir y morir antes de resucitar al tercer día. El intento que Pedro hace para convencer a Jesús de que no lo hiciera acaba mal, Jesús lo reprende y entonces dice que todos los que lo sigan deben tomar sus cruces, sacrificar sus vidas anteriores y dedicarse por completo a Su misión.
Contexto del capítulo:
Mateo 16 nos describe el momento en el que Jesús estaba regresando de las regiones gentiles y un grupo de líderes religiosos judíos decidió enfrentarse a él de nuevo. Una vez más, estos hombres demostraron que no estaban siendo sinceros. En realidad, los líderes religiosos no iban a cambiar de opinión con respecto a Jesús; esa es la razón por la que no importaba lo que Jesús pudiera haber hecho o dejado de hacer por ellos. Después de tener una conversación bastante intensa sobre el papel que Jesús estaba desempeñando como el Mesías que era, Jesús dijo que las personas que decidieran seguirlo debían tomar sus cruces y seguirlo. El comentario final que hizo Jesús en este capítulo es que "algunos" de los que estaban presentes lo verían venir en Su reino antes de morir (Mateo 16:28). Con esto, Jesús se refirió a la transfiguración, algo que Mateo está a punto de describirnos en el siguiente capítulo (Mateo 17:1–2). Durante la transfiguración, Pedro, Jacobo y Juan fueron testigos de una acontecimiento divino que presagió el futuro reinado de Jesús en la Tierra.
Resumen del libro:
El Evangelio de Mateo nos muestra claramente la influencia judía de Mateo y su deseo de alcanzar a una audiencia específica: los judíos. Mateo era uno de los doce discípulos de Jesús, un hombre judío y ex recaudador de impuestos. Desempeñar esta profesión habría requerido saber escribir y leer bien, y es posible que Mateo transcribiera algunas de las palabras de Jesús tal y como Jesús las dijo. Este libro está lleno de referencias que citan el Antiguo Testamento, para así demostrarle a Israel que Jesús fue y es el Mesías Prometido. Mateo también menciona el uso de monedas durante muchos de los ejemplos que Jesús les enseñó a Sus discípulos, probablemente debido a que fue un recaudador de impuestos antes de hacerse discípulo de Jesús. Mateo registra extensos relatos de las enseñanzas de Jesús, los cuales son mucho más largos que los que aparecen en los otros tres Evangelios.
Accessed 5/15/2024 6:47:54 PM
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