¿Qué significa 1 Corintios capitulo 11?
En 1 Corintios 11, Pablo aborda dos temas con los que la iglesia de Corinto necesitaba ayuda: la manera en que las mujeres debían cubrirse la cabeza y cómo observar juntos la Cena del Señor. Pablo comienza elogiando a los creyentes de Corinto por haber recordado sus enseñanzas y haber mantenido las tradiciones que les enseñó cuando vivía con ellos (1 Corintios 11:1–2).Sin embargo, lo que Pablo aborda en este capítulo son dos cosas sobre las cuales Pablo no había escuchado cosas buenas. La primera tenía que ver con la manera en que las mujeres debían cubrirse la cabeza mientras oraban y profetizaban en las reuniones públicas de adoración.
Aparentemente, casi todas las mujeres se cubrían la cabeza cuando estaban en público durante esta época, tanto las mujeres judías, como las paganas y las cristianas. Las mujeres que no se las cubrían mandaban mensajes específicos dentro de esa cultura, y el más común era que estaban disponibles sexualmente. Por lo tanto, esto se trata de un asunto cultural. Cuando la gente de la época de Pablo veía a una mujer con la cabeza descubierta reaccionaba de la misma forma que la gente reaccionaría al ver una mujer con ropa extremadamente reveladora en la actualidad. Pablo recibió un informe de que algunas de las mujeres de la iglesia de Corinto no se cubrían la cabeza mientras oraban o profetizaban durante sus reuniones.
Para abordar esto, Pablo hace una conexión entre lo que hacen los hombres y las mujeres con sus cabezas reales y las "cabezas" que son sus representantes metafóricos, lo cual hace un paralelismo con los conceptos culturales de lo que significaba que una mujer llevara la cabeza descubierta en el mundo antiguo. Pablo dice que Cristo es la cabeza de todo hombre, los maridos son la cabeza de sus esposas y Dios es la cabeza de Cristo. Pablo no parece estar interesado en hablar de la autoridad de estos "jefes", sino de lo que cada uno de nosotros puede hacer para honrarlos o avergonzarlos. El que ora o profetiza con la cabeza cubierta, afrenta a su cabeza, que es Cristo. Pablo puede haber tenido en mente la práctica romana de que los hombres se cubrieran la cabeza con una parte de sus túnicas mientras adoraban a sus dioses. Por lo tanto, los hombres cristianos no debían hacer lo mismo (1 Corintios 11:3–4).
Las mujeres, por otro lado, deshonraban a su cabeza, o esposo, orando o profetizando en el servicio de adoración si tuvieran la cabeza descubierta. Quizás estas mujeres cristianas pensaban que su libertad en Cristo les daba derecho a adorar a Dios sin cubrirse la cabeza. Quizás pensaban que el servicio de adoración era un espacio privado, por lo que no necesitaban tratar las reuniones de la iglesia como si fueran eventos públicos. Incluso podrían haber decidido enfrentarse deliberadamente a las expectativas culturales de su época. En realidad, no lo sabemos con certeza, pero Pablo insistió en que debían cubrirse la cabeza (1 Corintios 11:5–6).
El hombre no debe cubrirse la cabeza porque él es la gloria de Dios, dice Pablo. Las mujeres, o las esposas, son la gloria del hombre, los esposos, y por eso deben cubrirse la cabeza para guardar esa gloria solo para ellos. El principio aquí, nuevamente, debe entenderse de la manera en que nosotros en la actualidad entenderíamos el uso de ropa sexualmente sugestiva. Si se hiciera eso, esa vestimenta entraría en conflicto con el propósito del servicio de adoración. Por otro lado, esta restricción, cubrirse la cabeza literalmente, es exclusiva de las culturas en las que cubrirse la cabeza es algo relevante. Estas palabras no conllevan el hecho de que todas las mujeres modernas estén obligadas a cubrirse la cabeza. Más bien, todos los creyentes, hombres y mujeres, deben aplicarse principios de modestia y sentido común para cuidar su apariencia (1 Corintios 11:7–16).
El segundo tema que Pablo aborda en este capítulo es la práctica corintia de la comunión. En resumen, era un desastre. La iglesia se reunía, y cada persona traía su propia comida y se la comían tan pronto como iban llegando. Los ricos comían en exceso y algunos se emborrachaban. Los pobres se quedaban mirando, hambrientos y sintiéndose humillados. En lugar de tratarlo como un tiempo solemne, reflexivo y unificador, los corintios estaban tratando la Cena del Señor como si fuera una fiesta. ¡Pablo no se lo podía creer! (1 Corintios 11:17–22)
Luego, Pablo explica la manera en que debe entenderse la comunión, lo cual se basa en el conocimiento que dice tener "del Señor". Muchos intérpretes sugieren que Pablo quiere decir que obtuvo esta información a través de una revelación directa de Cristo (1 Corintios 11:23–26).
Luego, las Escrituras les advierten a los corintios que las consecuencias de participar en la Cena del Señor de una manera indigna son increíblemente serias. Comer el pan que representa el cuerpo de Cristo y beber la copa que representa Su sangre sin primero examinarse a uno mismo para estar seguros de que no tenemos actitudes pecaminosas hacia Cristo puede provocar que Dios nos enjuicie. Las personas que participan en la Cena del Señor no deberían tratarla como si fuera una comida cualquiera, sino que es un tiempo para reflexionar sobriamente sobre el sacrificio que Cristo hizo por nuestros pecados. También es una oportunidad para estar unidos, ya que todos juntos somos el cuerpo de Cristo, la iglesia, mientras tomamos juntos el cuerpo partido de Cristo, el pan (1 Corintios 11:27–29).
Dios nos enjuiciaría severamente si no participamos en la Cena del Señor con la actitud adecuada. Algunos de los corintios habían caído enfermos por culpa de esto. Otros incluso ya habían muerto. Sin embargo, ese juicio de Dios no hace que los cristianos pierdan su salvación. En cambio, debe entenderse como una disciplina amorosa de Padre a hijos. Por lo tanto, lo mejor es tratar la Cena del Señor con paciencia y reflexión, "esperarse los unos a los otros" en un espíritu de unidad (1 Corintios 11:30–34).