¿Qué significa 1 Corintios capitulo 14?
Las instrucciones que Pablo les dio a los corintios acerca de los dones espirituales comenzaron en el capítulo 12 y concluyen aquí. Entre todas estas instrucciones, tenemos el pequeño pero poderoso capítulo 13, el cual contiene la advertencia de Pablo de que los dones espirituales son inútiles si no se practican con amor, y también incluye una definición en la que deja claro que el amor está lleno de acción.Pablo comienza este capítulo compartiendo otra orden: la de "permanecer en el amor", lo cual significa hacer todo lo posible para seguir amando. Por otro lado, Pablo les dice a los corintios que deseen los dones espirituales, ya que nadie puede ganárselos por uno mismo, sino que deben recibirse como un don del Espíritu de Dios. En particular, Pablo les dice que deseen el don de la profecía (1 Corintios 14:1).
Pablo no le quita importancia al don de hablar en lenguas, pero sus instrucciones parecen indicarnos que ese don no se estaba utilizado bien durante los servicios de la iglesia de Corinto. Por el contexto, podemos imaginarnos que muchas personas estaban hablando en lenguas a la vez sin que nadie interpretara lo que se estaba diciendo. Pablo demuestra que el ejercicio del don de profecía en la iglesia es superior al uso del don de lenguas si no hay nadie presente que pueda interpretarlas. Aparentemente, las lenguas se usaban principalmente para orarle en voz alta a Dios en idiomas desconocidos. Pablo estaba de acuerdo en que esto podía animar al que oraba, pero era inútil durante el servicio de la iglesia. Si nadie puede entender lo que se dice, la iglesia no podrá edificarse a sí misma (1 Corintios 14:1–17).
Con el don de la profecía, por otro lado, Dios le revelaba a un individuo un mensaje para después comunicárselo a la iglesia. Cuando se ejercía ese don, todas las personas presentes se beneficiaban de él (1 Corintios 14:18–19).
Más allá de eso, hablando en términos más prácticos, Pablo dijo que era un poco chocante escuchar a otros hablar en lenguas sin que hubiera un intérprete presente; de hecho, es como escuchar ruido. Peor aún, esto podría incluso asustar a los incrédulos, hasta el punto de ayudarlos a profundizar en su incredulidad aún más. Los incrédulos que se exponen al don de la profecía, por otro lado, pueden convencerse de su pecado y llegar a la fe en Cristo, reconociendo que Dios está obrando entre los cristianos (1 Corintios 14:20–25).
A continuación, Pablo les ayuda a cómo desarrollar y ordenar sus servicios de adoración. La gente debe hablar por turnos. Uno puede traer un himno, otro una lección, otro una revelación de Dios por medio del don de profecía. Pablo dice que los que tienen el don de lenguas también son libres de hablar, pero solo si alguien que tenga el don de interpretación de lenguas estuviera disponible. De manera similar, las personas que tienen el don de la profecía deben escuchar a las personas que tienen el don del discernimiento de espíritus para confirmar o negar si el mensaje vino o no de Dios (Hechos 17:11; 1 Juan 4:1). Solo se permitía que dos o tres hablantes de lenguas o profetas hablaran en cada servicio, y los profetas debían ceder la palabra cuando alguien recibiera una revelación de Dios (1 Corintios 14: 26–33).
Finalmente, Pablo habla un poco sobre el tema de la participación de la mujer en los servicios de la iglesia. Pablo dice que las esposas, específicamente, guarden silencio y se esperen a hacer sus preguntas en casa. Quizás, estas restricciones tengan más que ver con las relaciones matrimoniales que con el rol de las mujeres durante los servicio. De hecho, anteriormente en esta carta, Pablo permitió que las mujeres oraran y profetizaran si sus cabezas estuvieran debidamente cubiertas (1 Corintios 11:2–16). El propósito aquí parece ser el mismo: evitar enviarle mensajes confusos al resto del mundo (1 Corintios 14:34–35).
Pablo concluye este capítulo declarando nuevamente sus dos principios más esenciales en lo que respecta a los servicios de adoración. Los cristianos en una congregación determinada deben respetarse los unos a los otros, y todo ellos están sujetos al mismo tipo de verdad y amor. Todo debe hacerse de manera ordenada y pacífica, reflejando así el carácter ordenado de Dios. Y solo debe incluirse aquello que edifica a la iglesia, incluso si algunas personas finalmente tienen que guardarse para sí mismas la expresión de sus dones espirituales (1 Corintios 14:36–40).