¿Qué significa 1 Corintios 3:3?
Al comienzo de esta carta, Pablo le dio gracias a Dios por la gracia que había compartido con todos los cristianos de Corinto. Dios había confirmado su fe en Cristo dándoles dones a través del Espíritu Santo. Pablo estaba agradecido de que, debido a que estaban en Cristo, serían irreprensibles ante Dios en el día del Señor (1 Corintios 1:4–9). Los cristianos de Corinto habían alcanzado la salvación y habían nacido de nuevo; sin embargo, no eran personas espiritualmente maduras.Pablo comienza ahora a expresar la frustración que sentía a causa de ellos, porque no habían madurado lo suficiente en sus vidas espirituales. Estos cristianos todavía estaban siguiendo una "dieta de la leche", eran "bebés espirituales", y no estaban listos para el alimento sólido de verdades más profundas, o para experimentar una vida abundante en Cristo a través del poder del Espíritu de Dios. De hecho, tampoco estaban viviendo tal y como deberían hacerlo las personas que tienen el Espíritu Santo dentro, sino que estaban viviendo como si fueran "gente carnal".
¿Por qué había sucedido esto? Pablo lo dice claramente: "aún son gente carnal". Con esto quiso decir que los cristianos de Corinto, a pesar de tener el poder del Espíritu Santo, seguían sirviéndose egoístamente a sí mismos. Tenían acceso al Espíritu de Dios y la capacidad de crecer hasta el punto de vivir una vida desinteresada y semejante a la de Cristo, pero no habían hecho ningún progreso.
Pablo dice que su falta de crecimiento se debió a los conflictos y los celos que había entre ellos. Si bien siempre habrá algún tipo de fricción entre las personas del mundo, Pablo se estaba refiriendo a algo más específico y preocupante. Pablo estaba hablando sobre las disputas que había entre los cristianos de Corinto según informes personales de los representantes de una mujer llamada Cloe (1 Corintios 1:11).
Tal y como Pablo lo dejará en claro, si hubieran sido maduros espiritualmente, entonces deberían haber comenzado a comportarse de manera diferente tanto con las personas que todavía no han alcanzado la salvación como con los nuevos creyentes que acababan de nacer de nuevo. Claramente, debemos optar por participar activamente en este proceso de crecimiento. Dios puede obrar en nosotros a través del poder del Espíritu Santo, pero si somos descuidados o perezosos, continuaremos siendo bebés espirituales.