¿Qué significa 1 Corintios capitulo 4?
El mensaje que Pablo compartió con los cristianos de Corinto se vuelve ahora mucho más serio y directo cuando llega al final de la primera sección de su carta. Pablo ha dicho que estos creyentes estaban actuando como niños espirituales (1 Corintios 3:1–2). Pablo ya dijo que el hecho de que se hubieran dividido dependiendo del líder cristiano al que siguieran ejemplificaba lo que estaba diciendo (1 Corintios 1: 10–13).Al dividirse de esa manera, se pusieron en contra de algunos de los otros líderes, como Pablo, Apolos y Pedro. De hecho, se convirtieron en jueces sin que nadie se lo permitiera. Pablo comienza 1 Corintios 4 diciendo que tanto él como los demás ministros eran solo siervos de Cristo y administradores de los misterios de Dios. En ese papel, sí era importante que les fueran fieles, y el Señor juzgaría sus obras cuando llegara el momento. Sin embargo, a Pablo no le preocupaba la opinión de los corintios ni la de nadie más. Ellos no eran sus jueces, y él tampoco quería juzgarse a sí mismo. El Señor es el único que puede juzgar al mundo (1 Corintios 4:1–5).
Los corintios no tenían el derecho de juzgar a sus maestro. La Palabra escrita de Dios, no la tradición o las opiniones humanas, son la base suprema de nuestra fe. Cuando la opinión personal se eleva al mismo nivel que la Palabra de Dios, se producen disputas y divisiones. Tal y como lo dice Pablo, los creyentes estaban lejos de ser perfectos. De hecho, todo bien que hubiera en sus vidas también lo habían recibido como un regalo de Dios. Entonces ¿cómo podrían jactarse de tener algo que había sido un regalo y que en realidad no les pertenecía (1 Corintios 4:6–7)?
Pablo usa el sarcasmo para describir su actitud de orgullo y autosuficiencia en lugar de actuar con humildad y dependencia de Dios. ¿Por qué necesitarían algo de Dios si ya tenían todo lo que querían? ¿verdad? Ellos eran ricos, y se habían convertido en reyes. Pablo dice que querían que realmente fueran reyes, para que él también pudiera ser un rey, en lugar de vivir bajo la persecución y la pobreza. Más tarde, comienza a mostrarles las diferencias que había entre su vida como apóstol y sus vidas, ya que solo estaban buscando estatus social y la acumulación de riquezas en Corinto. Al mismo tiempo, Pablo no se estaba quejando. En lugar de eso, creía que Dios estaba exhibiendo su vida ante el mundo como un hombre que había sido condenado a muerte (1 Corintios 4:8–9).
Debido a la causa de Cristo, Pablo y los demás apóstoles parecían personas necias a ojos del mundo. Los corintios se veían a sí mismos como personas sabias. Al mismo tiempo, los apóstoles eran débiles y deshonrosos a ojos del mundo. Los corintios querían ser fuertes y respetados en su cultura. Pablo y los demás apóstoles vivían en la pobreza, estaban hambrientos, no tenían un hogar y la vida los golpeaba continuamente. De hecho, tenían que trabajar para mantenerse, y después tenían que hacer el trabajo del ministerio. Eran maltratados, insultados, perseguidos y calumniados, y seguían el ejemplo de Jesús de bendecir a los que les hacían daño. En resumen, eran considerados la escoria de la Tierra a ojos del mundo (1 Corintios 4:10–13).
Pablo insiste en que no estaba escribiendo estas cosas para hacer que los corintios se sintieran mal por el hecho de que vivieron buscando estatus, riqueza y comodidades. En cambio, quería que sus palabras los ayudara a cambiar el curso de sus vidas. Debido a que él fue quien los condujo a Cristo, él era su padre espiritual. Pablo no estaba tratando de reclamar ningún título u honor debido a esto (Mateo 23:9), sino que solo quería explicarles que a él le importaba su crecimiento espiritual. Ellos y ellas eran sus "hijos" amados, espiritualmente hablando, y querían que fueran más allá de la comprensión de sus enseñanzas, querían que imitaran la manera en que él estaba viviendo su propia vida. Por esto quiso enviarles a Timoteo para mostrarles cómo hacerlo (1 Corintios 4:14–17).
Pablo también planeaba ir a verlos él mismo, para enfrentarse a las personas que eran más arrogantes usando el poder genuino de Dios manifestado en el Espíritu Santo para hacerlo. En el mundo antiguo, al igual que en la actualidad, la gente a menudo era más valiente a la hora de hablar cuando las personas con las que querían hablar no estaban presentes. Pablo les hace una pregunta muy concreta: "¿quieren que los visite con una vara, o con amor y con un espíritu apacible? (1 Corintios 4:18–21)?"