1 Reyes capitulo 20
La Biblia de las Américas
1Y Ben-adad, rey de Aram, reunió todo su ejército, y tenía con él treinta y dos reyes con caballos y carros ; y subió, sitió a Samaria y peleó contra ella. 2Entonces envió mensajeros a la ciudad, a Acab, rey de Israel, diciéndole: Así dice Ben-adad: 3“Tu plata y tu oro son míos; míos son también tus mujeres y tus hijos más hermosos.” 4Y el rey de Israel respondió, y dijo: Sea conforme a tu palabra, oh rey, señor mío; tuyo soy yo y todo lo que tengo. 5Después volvieron los mensajeros y dijeron: Así dice Ben-adad : “Por cierto que envié a decirte: ‘Me darás tu plata, tu oro, tus mujeres y tus hijos.’ 6“Pero mañana como a esta hora te enviaré mis siervos, y registrarán tu casa y las casas de tus siervos; y sucederá que todo lo que sea agradable a tus ojos lo tomarán en su mano y se lo llevarán.”
7El rey de Israel llamó a todos los ancianos del país, y les dijo: Reconoced ahora y ved que éste sólo busca hacer daño ; pues él envió a pedirme mis mujeres, mis hijos, mi plata y mi oro, y no se los negué. 8Y todos los ancianos y todo el pueblo le dijeron: No escuches ni consientas. 9Entonces él respondió a los mensajeros de Ben-adad: Decid a mi señor el rey: “Haré todo lo que mandaste a tu siervo la primera vez, pero esto otro no lo puedo hacer.” Se fueron los mensajeros y le llevaron la respuesta. 10Y Ben-adad envió a decirle: Así me hagan los dioses y aun me añadan, si el polvo de Samaria bastará para llenar las manos de todo el pueblo que me sigue. 11Respondió el rey de Israel y dijo: Decidle: “No se jacte el que se ciñe las armas como el que se las desciñe.” 12Y cuando Ben-adad oyó esta palabra, estaba bebiendo con los reyes en las tiendas, y dijo a sus siervos: Tomad posiciones. Y tomaron posiciones contra la ciudad.
13Y he aquí, un profeta se acercó a Acab, rey de Israel, y le dijo: Así dice el SEÑOR: “¿Has visto toda esta gran multitud? He aquí, la entregaré hoy en tu mano, y sabrás que yo soy el SEÑOR.” 14Y Acab dijo: ¿Por medio de quién? Y él dijo: Así dice el SEÑOR: “Por medio de los jóvenes de los jefes de las provincias.” Entonces dijo: ¿Quién comenzará la batalla? Y él respondió: Tú. 15Entonces pasó revista a los jóvenes de los jefes de las provincias y eran doscientos treinta y dos; después de ellos, pasó revista a todo el pueblo, es decir, todos los hijos de Israel, siete mil.
16Salieron al mediodía, mientras Ben-adad estaba bebiendo hasta emborracharse en las tiendas junto con los treinta y dos reyes que lo ayudaban. 17Los jóvenes de los jefes de las provincias salieron primero; y envió Ben-adad mensajeros que le avisaron, diciendo: Han salido hombres de Samaria. 18Entonces dijo: Si en paz han salido, prendedlos vivos; o si en guerra han salido, prendedlos vivos. 19Salieron, pues, aquéllos de la ciudad, los jóvenes de los jefes de las provincias y el ejército que los seguía. 20Y mató cada uno a su hombre; los arameos huyeron e Israel los persiguió, y Ben-adad, rey de Aram, escapó a caballo con algunos jinetes. 21Y el rey de Israel salió y atacó los caballos y los carros, y derrotó a los arameos causándoles gran matanza.
22Entonces el profeta se acercó al rey de Israel, y le dijo: Ve, fortalécete, y entiende y mira lo que tienes que hacer; porque a la vuelta del año el rey de Aram subirá contra ti. 23Y los siervos del rey de Aram le dijeron: Sus dioses son dioses de los montes, por eso fueron más fuertes que nosotros; mejor peleemos contra ellos en la llanura, pues ¿no seremos más fuertes que ellos? 24Haz, pues, esto: quita a los reyes, cada uno de su puesto, y pon capitanes en su lugar, 25y alista un ejército como el ejército que perdiste, caballo por caballo y carro por carro. Entonces pelearemos contra ellos en la llanura, pues ¿no seremos más fuertes que ellos? El escuchó su consejo y lo hizo así.
26Y sucedió que a la vuelta del año, Ben-adad alistó a los arameos y subió a Afec para pelear contra Israel. 27Y los hijos de Israel fueron alistados y provistos de raciones, y fueron a su encuentro; los hijos de Israel acamparon delante de ellos como dos rebañuelos de cabras pero los arameos llenaban la tierra. 28Entonces un hombre de Dios se acercó y habló al rey de Israel, y dijo: Así dice el SEÑOR: “Porque los arameos han dicho: ‘El SEÑOR es un dios de los montes, pero no es un dios de los valles; por tanto, entregaré a toda esta gran multitud en tu mano, y sabrás que yo soy el SEÑOR.’” 29Acamparon unos frente a otros por siete días. Y sucedió que al séptimo día comenzó la batalla, y los hijos de Israel mataron de los arameos a cien mil hombres de a pie en un solo día. 30Los demás huyeron a Afec, a la ciudad, y el muro cayó sobre los veintisiete mil hombres que quedaban. También Ben-adad huyó y se refugió en la ciudad en un aposento interior.
31Y sus siervos le dijeron : He aquí, hemos oído que los reyes de la casa de Israel son reyes misericordiosos; te rogamos que nos dejes poner cilicio en nuestros lomos y cuerdas sobre nuestras cabezas, y salgamos al rey de Israel; quizás él salve tu vida. 32Se ciñeron cilicio en sus lomos, pusieron cuerdas sobre sus cabezas y vinieron al rey de Israel, y dijeron: Tu siervo Ben-adad dice: “Te ruego que me perdones la vida.” Y él dijo: ¿Vive todavía? Es mi hermano. 33Y los hombres tomaron esto como señal, y tomando de él la palabra prestamente dijeron: Tu hermano Ben-adad vive. Y él dijo: Id, traedlo. Entonces Ben-adad salió a él, y él le hizo subir en el carro. 34Y Ben-adad le dijo: Devolveré las ciudades que mi padre tomó de tu padre, y te harás calles en Damasco, como mi padre hizo en Samaria. Y yo, dijo Acab, con este pacto te dejaré ir. Hizo, pues, pacto con él y lo dejó ir.
35Y cierto hombre de los hijos de los profetas dijo a otro por palabra del SEÑOR : Te ruego que me hieras. Pero el hombre se negó a herirlo. 36Entonces le dijo: Porque no has atendido a la voz del SEÑOR, he aquí, tan pronto como te apartes de mí, un león te matará. Y tan pronto se apartó de él, un león lo encontró y lo mató. 37Entonces halló a otro hombre y le dijo: Te ruego que me hieras. Y el hombre le dio un golpe, hiriéndolo. 38Y el profeta se fue y esperó al rey en el camino; se había disfrazado con una venda sobre los ojos. 39Cuando el rey pasaba, clamó al rey y dijo: Tu siervo fue al centro de la batalla; y he aquí, un hombre se apartó de las filas y me trajo a uno, y me dijo: “Guarda a este hombre; si por alguna razón llega a faltar, entonces tu vida responderá por su vida o pagarás un talento de plata.” 40Y mientras tu siervo estaba ocupado aquí y allá, él desapareció. Y el rey de Israel le dijo: Así será tu sentencia; tú mismo lo has decidido. 41Entonces él se apresuró a quitarse la venda de los ojos, y el rey de Israel lo reconoció como uno de los profetas. 42Y él le dijo: Así dice el SEÑOR: “Porque has dejado salir de tu mano al hombre a quien yo había destinado a la destrucción, he aquí, tu vida responderá por su vida y tu pueblo por su pueblo.” 43El rey de Israel se fue a su casa disgustado y molesto, y entró en Samaria.
Nueva Biblia de las Américas
1Entonces Ben Adad, rey de Aram, reunió todo su ejército, y tenía con él treinta y dos reyes con caballos y carros; y subió, sitió a Samaria y peleó contra ella. 2Envió mensajeros a la ciudad, a Acab, rey de Israel, diciéndole: “Así dice Ben Adad: 3‘Tu plata y tu oro son míos; míos son también tus mujeres y tus hijos más hermosos.’” 4El rey de Israel le respondió: “Sea conforme a tu palabra, oh rey, señor mío; tuyo soy yo y todo lo que tengo.” 5Después volvieron los mensajeros y dijeron: “Así dice Ben Adad: ‘Por cierto que envié a decirte: “Me darás tu plata, tu oro, tus mujeres y tus hijos.” 6Pero mañana como a esta hora te enviaré mis siervos, y registrarán tu casa y las casas de tus siervos; y todo lo que sea agradable a tus ojos lo tomarán en su mano y se lo llevarán.’”
7El rey de Israel llamó a todos los ancianos del país, y les dijo: “Miren cómo éste sólo busca hacer daño; pues él envió a pedirme mis mujeres, mis hijos, mi plata y mi oro, y no se los negué.” 8Y todos los ancianos y todo el pueblo le dijeron: “No escuche ni consienta.” 9Entonces él respondió a los mensajeros de Ben Adad: “Digan a mi señor el rey: ‘Haré todo lo que mandaste a tu siervo la primera vez, pero esto otro no lo puedo hacer.’” Se fueron los mensajeros y le llevaron la respuesta. 10Y Ben Adad envió a decirle: “Así me hagan los dioses y aun me añadan, si el polvo de Samaria bastará para llenar las manos de todo el pueblo que me sigue.” 11Respondió el rey de Israel: “Díganle: ‘No se jacte el que se pone las armas como el que se las quita.’” 12Cuando Ben Adad oyó esta palabra, estaba bebiendo con los reyes en las tiendas, y dijo a sus siervos: “Tomen posiciones.” Y tomaron posiciones contra la ciudad.
13Y un profeta se acercó a Acab, rey de Israel, y le dijo: “Así dice el SEÑOR: ‘¿Has visto toda esta gran multitud? Hoy la entregaré en tu mano, y sabrás que Yo soy el SEÑOR.’” 14Acab le preguntó: “¿Por medio de quién?” Y él dijo: “Así dice el SEÑOR: ‘Por medio de los jóvenes de los jefes de las provincias.’” Entonces Acab dijo: “¿Quién comenzará la batalla?” Y él respondió: “Tú.” 15Entonces pasó revista a los jóvenes de los jefes de las provincias y eran 232; después de ellos, pasó revista a todo el pueblo, es decir, todos los Israelitas, 7,000.
16Salieron al mediodía, mientras Ben Adad estaba bebiendo hasta emborracharse en las tiendas junto con los treinta y dos reyes que lo ayudaban. 17Los jóvenes de los jefes de las provincias salieron primero; y envió Ben Adad mensajeros que le avisaron, diciendo: “Han salido hombres de Samaria.” 18Entonces dijo: “Si en paz han salido, préndanlos vivos; o si en guerra han salido, préndanlos vivos.” 19Salieron, pues, aquéllos de la ciudad, los jóvenes de los jefes de las provincias y el ejército que los seguía. 20Y mató cada uno a su hombre; los Arameos huyeron e Israel los persiguió, y Ben Adad, rey de Aram, escapó a caballo con algunos jinetes. 21El rey de Israel salió y atacó los caballos y los carros, y derrotó a los Arameos causándoles gran matanza.
22Entonces el profeta se acercó al rey de Israel, y le dijo: “Vaya, fortalézcase, y entienda bien lo que tiene que hacer; porque a la vuelta del año el rey de Aram subirá contra usted.” 23Y los siervos del rey de Aram le dijeron: “Sus dioses son dioses de los montes, por eso fueron más fuertes que nosotros; mejor peleemos contra ellos en la llanura, pues ¿no seremos más fuertes que ellos? 24Haga, pues, esto: quite a los reyes, cada uno de su puesto, y ponga capitanes en su lugar. 25Aliste un ejército como el ejército que perdió, caballo por caballo y carro por carro. Entonces pelearemos contra ellos en la llanura, pues ¿no seremos más fuertes que ellos?” El escuchó su consejo y lo hizo así.
26A la vuelta del año, Ben Adad alistó a los Arameos y subió a Afec para pelear contra Israel. 27Y los Israelitas fueron alistados y provistos de raciones, y salieron a su encuentro. Los Israelitas acamparon delante de ellos como dos rebaños pequeños de cabras pero los Arameos llenaban la tierra. 28Entonces un hombre de Dios se acercó y habló al rey de Israel, y dijo: “Así dice el SEÑOR: ‘Porque los Arameos han dicho: “El SEÑOR es un dios de los montes, pero no es un dios de los valles; por tanto, entregaré a toda esta gran multitud en tu mano, y sabrás que Yo soy el SEÑOR.”’” 29Acamparon unos frente a otros por siete días. Al séptimo día comenzó la batalla, y los Israelitas mataron de los Arameos a 100,000 hombres de a pie en un solo día. 30Los demás huyeron a Afec, a la ciudad, y el muro cayó sobre los 27,000 hombres que quedaban. También Ben Adad huyó y se refugió en la ciudad en un aposento interior.
31Y sus siervos le dijeron: “Hemos oído que los reyes de la casa de Israel son reyes misericordiosos; le rogamos que nos deje poner cilicio en nuestros lomos y cuerdas sobre nuestras cabezas, y salgamos al rey de Israel; quizás él salve su vida.” 32Se ciñeron cilicio en sus lomos, pusieron cuerdas sobre sus cabezas y vinieron al rey de Israel, y dijeron: “Su siervo Ben Adad dice: ‘Te ruego que me perdones la vida.’” Y él dijo: “¿Vive todavía? Es mi hermano.” 33Y los hombres tomaron esto como señal, y tomando de él la palabra prestamente dijeron: “Tu hermano Ben Adad vive.” Y él dijo: “Vayan y tráiganlo.” Entonces Ben Adad salió a él, y él le hizo subir en el carro. 34Y Ben Adad le dijo al rey: “Devolveré las ciudades que mi padre tomó de tu padre, y te harás calles en Damasco, como mi padre hizo en Samaria. Y yo, dijo Acab, con este pacto te dejaré ir.” Hizo, pues, pacto con él y lo dejó ir.
35Y cierto hombre de los hijos de los profetas dijo a otro por palabra del SEÑOR: “Te ruego que me hieras.” Pero el hombre se negó a herirlo. 36Entonces le dijo: “Porque no has atendido a la voz del SEÑOR, tan pronto como te apartes de mí, un león te matará.” Y tan pronto se apartó de él, un león lo encontró y lo mató. 37Entonces halló a otro hombre y le dijo: “Te ruego que me hieras.” Y el hombre le dio un golpe, hiriéndolo. 38Y el profeta se fue y esperó al rey en el camino; se había disfrazado con una venda sobre los ojos. 39Cuando el rey pasaba, clamó al rey y dijo: “Su siervo fue al centro de la batalla; y allí, un hombre se apartó de las filas y me trajo a uno, y me dijo: ‘Guarda a este hombre; si por alguna razón llega a faltar, entonces tu vida responderá por su vida o pagarás 34 kilos de plata.’ 40Mientras su siervo estaba ocupado aquí y allá, él desapareció.” Y el rey de Israel le dijo: “Así será tu sentencia; tú mismo lo has decidido.” 41Entonces él se apresuró a quitarse la venda de los ojos, y el rey de Israel lo reconoció como uno de los profetas. 42Y él le dijo: “Así dice el SEÑOR: ‘Porque has dejado salir de tu mano al hombre a quien Yo había destinado a la destrucción, tu vida responderá por su vida y tu pueblo por su pueblo.’” 43El rey de Israel se fue a su casa disgustado y molesto, y entró en Samaria.
Nueva Versión Internacional
1Entonces Ben Adad, rey de Siria, reunió a todo su ejército y, acompañado por treinta y dos reyes con sus caballos y carros de combate, salió a hacerle guerra a Samaria y la sitió. 2Envió a la ciudad mensajeros para que le dijeran a Acab, rey de Israel: «Así dice Ben Adad: 3“Tu oro y tu plata son míos, lo mismo que tus mujeres y tus hermosos hijos”».
5Los mensajeros volvieron a Acab y le dijeron: «Así dice Ben Adad: “Mandé a decirte que me entregaras tu oro y tu plata, tus esposas y tus hijos. 6Por tanto, mañana como a esta hora voy a enviar a mis funcionarios a requisar tu palacio y las casas de tus funcionarios, y se apoderarán de todo lo que más valoras y se lo llevarán”».
9Así que Acab les respondió a los mensajeros de Ben Adad: ?Díganle a mi señor y rey: “Yo, tu servidor, haré todo lo que me pediste la primera vez, pero no puedo satisfacer esta nueva exigencia”. Ellos regresaron a Ben Adad con esa respuesta. 10Entonces Ben Adad le envió otro mensaje a Acab: «Que los dioses me castiguen sin piedad si queda en Samaria el polvo suficiente para que mis hombres se lleven un puñado».
15Así que Acab pasó revista a los cadetes, que sumaban doscientos treinta y dos hombres. También pasó revista a las demás tropas israelitas: siete mil en total. 16Se pusieron en marcha al mediodía, mientras Ben Adad y los treinta y dos reyes aliados que estaban con él seguían emborrachándose en su campamento.
17Los cadetes formaban la vanguardia. Cuando los exploradores que Ben Adad había enviado le informaron que unos soldados estaban avanzando desde Samaria, 18ordenó: «¡Captúrenlos vivos, sea que vengan en son de paz o en son de guerra!»
19Los cadetes salieron de la ciudad al frente del ejército. 20Cada soldado abatió a su adversario, y los sirios tuvieron que huir. Los israelitas los persiguieron, pero Ben Adad, rey de Siria, escapó a caballo con algunos de sus jinetes. 21El rey de Israel avanzó y abatió a la caballería, de modo que los sirios sufrieron una gran derrota.
23Por otra parte, los funcionarios del rey de Siria le aconsejaron: «Los dioses de los israelitas son dioses de las montañas. Por eso son demasiado fuertes para nosotros. Pero, si peleamos contra ellos en las llanuras, sin duda los venceremos. 24Haga usted lo siguiente: Destituya a todos los reyes y reemplácelos por otros oficiales.
25Prepare usted también un ejército como el que perdió, caballo por caballo y carro por carro, para atacar a Israel en las llanuras. ¡Sin duda los venceremos!» Ben Adad estuvo de acuerdo, y así lo hizo. 26Al año siguiente, pasó revista a las tropas sirias y marchó a Afec para atacar a Israel. 27Acab, por su parte, pasó revista a las tropas israelitas y las aprovisionó. Estas se pusieron en marcha para salir al encuentro de los sirios, y acamparon frente a ellos. Parecían pequeños rebaños de cabras, mientras que los sirios cubrían todo el campo.
30Los demás soldados huyeron a Afec, pero la muralla de la ciudad se desplomó sobre veintisiete mil de ellos. Ben Adad, que también se había escapado a la ciudad, andaba de escondite en escondite. 31Entonces sus funcionarios le dijeron: «Hemos oído decir que los reyes del linaje de Israel son compasivos. Rindámonos ante el rey de Israel y pidámosle perdón. Tal vez le perdone a usted la vida».
Reina-Valera 1960
1Entonces Ben-adad rey de Siria juntó a todo su ejército, y con él a treinta y dos reyes, con caballos y carros; y subió y sitió a Samaria, y la combatió. 2Y envió mensajeros a la ciudad a Acab rey de Israel, diciendo: 3Así ha dicho Ben-adad: Tu plata y tu oro son míos, y tus mujeres y tus hijos hermosos son míos. 4Y el rey de Israel respondió y dijo: Como tú dices, rey señor mío, yo soy tuyo, y todo lo que tengo. 5Volviendo los mensajeros otra vez, dijeron: Así dijo Ben-adad: Yo te envié a decir: Tu plata y tu oro, y tus mujeres y tus hijos me darás. 6Además, mañana a estas horas enviaré yo a ti mis siervos, los cuales registrarán tu casa, y las casas de tus siervos; y tomarán y llevarán todo lo precioso que tengas.
7Entonces el rey de Israel llamó a todos los ancianos del país, y les dijo: Entended, y ved ahora cómo éste no busca sino mal; pues ha enviado a mí por mis mujeres y mis hijos, y por mi plata y por mi oro, y yo no se lo he negado. 8Y todos los ancianos y todo el pueblo le respondieron: No le obedezcas, ni hagas lo que te pide. 9Entonces él respondió a los embajadores de Ben-adad: Decid al rey mi señor: Haré todo lo que mandaste a tu siervo al principio; mas esto no lo puedo hacer. Y los embajadores fueron, y le dieron la respuesta. 10Y Ben-adad nuevamente le envió a decir: Así me hagan los dioses, y aun me añadan, que el polvo de Samaria no bastará a los puños de todo el pueblo que me sigue. 11Y el rey de Israel respondió y dijo: Decidle que no se alabe tanto el que se ciñe las armas, como el que las desciñe.
12Y cuando él oyó esta palabra, estando bebiendo con los reyes en las tiendas, dijo a sus siervos: Disponeos. Y ellos se dispusieron contra la ciudad. 13Y he aquí un profeta vino a Acab rey de Israel, y le dijo: Así ha dicho Jehová: ¿Has visto esta gran multitud? He aquí yo te la entregaré hoy en tu mano, para que conozcas que yo soy Jehová. 14Y respondió Acab: ¿Por mano de quién? Él dijo: Así ha dicho Jehová: Por mano de los siervos de los príncipes de las provincias. Y dijo Acab: ¿Quién comenzará la batalla? Y él respondió: Tú. 15Entonces él pasó revista a los siervos de los príncipes de las provincias, los cuales fueron doscientos treinta y dos. Luego pasó revista a todo el pueblo, a todos los hijos de Israel, que fueron siete mil.
16Y salieron a mediodía. Y estaba Ben-adad bebiendo y embriagándose en las tiendas, él y los reyes, los treinta y dos reyes que habían venido en su ayuda. 17Y los siervos de los príncipes de las provincias salieron los primeros. Y Ben-adad había enviado quien le dio aviso, diciendo: Han salido hombres de Samaria. 18Él entonces dijo: Si han salido por paz, tomadlos vivos; y si han salido para pelear, tomadlos vivos.
19Salieron, pues, de la ciudad los siervos de los príncipes de las provincias, y en pos de ellos el ejército. 20Y mató cada uno al que venía contra él; y huyeron los sirios, siguiéndoles los de Israel. Y el rey de Siria, Ben-adad, se escapó en un caballo con alguna gente de caballería. 21Y salió el rey de Israel, e hirió la gente de a caballo, y los carros, y deshizo a los sirios causándoles gran estrago.
23Y los siervos del rey de Siria le dijeron: Sus dioses son dioses de los montes, por eso nos han vencido; mas si peleáremos con ellos en la llanura, se verá si no los vencemos. 24Haz, pues, así: Saca a los reyes cada uno de su puesto, y pon capitanes en lugar de ellos. 25Y tú fórmate otro ejército como el ejército que perdiste, caballo por caballo, y carro por carro; luego pelearemos con ellos en campo raso, y veremos si no los vencemos. Y él les dio oído, y lo hizo así.
26Pasado un año, Ben-adad pasó revista al ejército de los sirios, y vino a Afec para pelear contra Israel. 27Los hijos de Israel fueron también inspeccionados, y tomando provisiones fueron al encuentro de ellos; y acamparon los hijos de Israel delante de ellos como dos rebañuelos de cabras, y los sirios llenaban la tierra. 28Vino entonces el varón de Dios al rey de Israel, y le habló diciendo: Así dijo Jehová: Por cuanto los sirios han dicho: Jehová es Dios de los montes, y no Dios de los valles, yo entregaré toda esta gran multitud en tu mano, para que conozcáis que yo soy Jehová. 29Siete días estuvieron acampados los unos frente a los otros, y al séptimo día se dio la batalla; y los hijos de Israel mataron de los sirios en un solo día cien mil hombres de a pie. 30Los demás huyeron a Afec, a la ciudad; y el muro cayó sobre veintisiete mil hombres que habían quedado. También Ben-adad vino huyendo a la ciudad, y se escondía de aposento en aposento.
31Entonces sus siervos le dijeron: He aquí, hemos oído de los reyes de la casa de Israel, que son reyes clementes; pongamos, pues, ahora cilicio en nuestros lomos, y sogas en nuestros cuellos, y salgamos al rey de Israel, a ver si por ventura te salva la vida. 32Ciñeron, pues, sus lomos con cilicio, y sogas a sus cuellos, y vinieron al rey de Israel y le dijeron: Tu siervo Ben-adad dice: Te ruego que viva mi alma. Y él respondió: Si él vive aún, mi hermano es. 33Esto tomaron aquellos hombres por buen augurio, y se apresuraron a tomar la palabra de su boca, y dijeron: Tu hermano Ben-adad vive. Y él dijo: Id y traedle. Ben-adad entonces se presentó a Acab, y él le hizo subir en un carro. 34Y le dijo Ben-adad: Las ciudades que mi padre tomó al tuyo, yo las restituiré; y haz plazas en Damasco para ti, como mi padre las hizo en Samaria. Y yo, dijo Acab, te dejaré partir con este pacto. Hizo, pues, pacto con él, y le dejó ir.
35Entonces un varón de los hijos de los profetas dijo a su compañero por palabra de Dios: Hiéreme ahora. Mas el otro no quiso herirle. 36Él le dijo: Por cuanto no has obedecido a la palabra de Jehová, he aquí que cuando te apartes de mí, te herirá un león. Y cuando se apartó de él, le encontró un león, y le mató. 37Luego se encontró con otro hombre, y le dijo: Hiéreme ahora. Y el hombre le dio un golpe, y le hizo una herida. 38Y el profeta se fue, y se puso delante del rey en el camino, y se disfrazó, poniéndose una venda sobre los ojos. 39Y cuando el rey pasaba, él dio voces al rey, y dijo: Tu siervo salió en medio de la batalla; y he aquí que se me acercó un soldado y me trajo un hombre, diciéndome: Guarda a este hombre, y si llegare a huir, tu vida será por la suya, o pagarás un talento de plata. 40Y mientras tu siervo estaba ocupado en una y en otra cosa, el hombre desapareció. Entonces el rey de Israel le dijo: Ésa será tu sentencia; tú la has pronunciado. 41Pero él se quitó de pronto la venda de sobre sus ojos, y el rey de Israel conoció que era de los profetas. 42Y él le dijo: Así ha dicho Jehová: Por cuanto soltaste de la mano el hombre de mi anatema, tu vida será por la suya, y tu pueblo por el suyo. 43Y el rey de Israel se fue a su casa triste y enojado, y llegó a Samaria.
Biblia del Jubileo
1Entonces Ben-adad rey de Siria juntó a todo su ejército, y con él treinta y dos reyes, con caballos y carros: y subió, y puso cerco a Samaria, y la combatió. 2Y envió mensajeros a la ciudad a Acab rey de Israel, diciendo: 3Así ha dicho Ben-adad: Tu plata y tu oro es mío, y tus mujeres y tus hijos hermosos son míos. 4Y el rey de Israel respondió, y dijo: Como tú dices, rey señor mío, yo soy tuyo, y todo lo que tengo. 5Y volviendo los mensajeros otra vez, dijeron: Así dijo Ben-adad: Yo te envié a decir: Tu plata y tu oro, y tus mujeres y tus hijos me darás. 6Además mañana a estas horas enviaré yo a ti mis siervos, los cuales escudriñarán tu casa, y las casas de tus siervos; y tomarán con sus manos, y llevarán todo lo precioso que tuvieres. 7Entonces el rey de Israel llamó a todos los ancianos de la tierra, y les dijo: Entended, y ved ahora cómo éste no busca sino mal; pues que ha enviado a mí por mis mujeres y mis hijos, y por mi plata y por mi oro; y yo no se lo he negado. 8Y todos los ancianos y todo el pueblo le respondieron: No le oigas, ni hagas lo que te pide. 9Entonces él respondió a los embajadores de Ben-adad: Decid al rey mi señor: Haré todo lo que mandaste a tu siervo al principio; mas esto no lo puedo hacer. Y los embajadores fueron, y le dieron la respuesta. 10Y Ben-adad tornó a enviarle a decir: Así me hagan los dioses, y así me añadan, que el polvo de Samaria no bastará a los puños de todo el pueblo que me sigue. 11Y el rey de Israel respondió, y dijo: Decidle, que no se alabe el que se ciñe, como el que ya se desciñe. 12Y cuando él oyó esta palabra, estando bebiendo con los reyes en las tiendas, dijo a sus siervos: Poned. Y ellos se pusieron contra la ciudad. 13Y he aquí un profeta vino a Acab rey de Israel; y le dijo: Así ha dicho el SEÑOR: ¿Has visto esta gran multitud? He aquí yo te la entregaré hoy en tu mano, para que conozcas que yo soy el SEÑOR. 14Y respondió Acab: ¿Por mano de quién? Y él dijo: Así dijo el SEÑOR: Por mano de los criados de los príncipes de las provincias. Y él tornó a decir: ¿Quién comenzará la batalla? Y él respondió: Tú. 15Entonces él reconoció los criados de los príncipes de las provincias, los cuales fueron doscientos treinta y dos. Luego reconoció todo el pueblo, todos los hijos de Israel, que fueron siete mil. 16Y salieron a mediodía. Y estaba Ben-adad bebiendo, borracho en las tiendas, él y los reyes, los treinta y dos reyes que habían venido en su ayuda. 17Y los criados de los príncipes de las provincias salieron los primeros. Y Ben-adad había enviado quien le dio aviso, diciendo: Varones han salido de Samaria. 18El entonces dijo: Si han salido por paz, tomadlos vivos; y si han salido para pelear, tomadlos vivos. 19Salieron, pues, de la ciudad los criados de los príncipes de las provincias, y en pos de ellos el ejército. 20E hirió cada uno al que venía contra sí; y huyeron los sirios, siguiéndolos los de Israel. Y el rey de Siria, Ben-adad, se escapó en un caballo con alguna gente de caballería. 21Y salió el rey de Israel, e hirió la gente de a caballo, y los carros; y deshizo a los sirios con grande estrago. 22Vino luego el profeta al rey de Israel y le dijo: Ve, fortalécete, y considera y mira lo que has de hacer; porque pasado el año, el rey de Siria ha de venir contra ti. 23Y los siervos del rey de Siria le dijeron: Sus dioses son dioses de los montes, por eso nos han vencido; mas si peleáremos con ellos en la llanura, se verá si no los vencemos. 24Haz pues así: Saca a los reyes cada uno de su puesto, y pon capitanes en lugar de ellos. 25Y tú, fórmate otro ejército como el ejército que perdiste, caballos por caballos, y carros por carros; luego pelearemos con ellos en campo raso, y veremos si no los vencemos. Y él les dio oído, y lo hizo así. 26Pasado el año, Ben-adad reconoció los sirios, y vino a Afec a pelear contra Israel. 27Y los hijos de Israel fueron también reconocidos (contados), y tomando provisiones les fueron al encuentro; y asentaron campo los hijos de Israel delante de ellos, como dos rebañuelos de cabras; y los sirios llenaban la tierra. 28Vino entonces el varón de Dios al rey de Israel y le habló diciendo: Así dijo el SEÑOR: Por cuanto los sirios han dicho, el SEÑOR es Dios de los montes, no Dios de los valles, yo entregaré toda esta gran multitud en tu mano, para que conozcáis que yo soy el SEÑOR. 29Siete días tuvieron asentado campamento los unos delante de los otros, y al séptimo día se dio la batalla; y mataron los hijos de Israel de los sirios en un día cien mil hombres de a pie. 30Los demás huyeron a Afec, a la ciudad; y el muro cayó sobre veintisiete mil hombres que habían quedado. También Ben-adad vino huyendo a la ciudad, y se escondía de cámara en cámara. 31Entonces sus siervos le dijeron: He aquí, hemos oído de los reyes de Israel, que son reyes clementes; pongamos pues ahora sacos en nuestros lomos, y sogas en nuestras cabezas, y salgamos al rey de Israel; por ventura te dará la vida. 32Ciñeron pues sus lomos de sacos, y sogas a sus cabezas, y vinieron al rey de Israel, y le dijeron: Tu siervo Ben-adad dice: Te ruego que viva mi alma. Y él respondió: Si él vive aún, mi hermano es. 33Esto tomaron aquellos hombres por buen agüero, y presto tomaron esta palabra de su boca, y dijeron: ¡Tu hermano Ben-adad! Y él dijo: Id, y traedle. Ben-adad entonces se presentó al rey de Israel, y él le hizo subir en un carro. 34Y le dijo Ben-adad: Las ciudades que mi padre tomó al tuyo, yo las restituiré; y haz plazas en Damasco para ti, como mi padre las hizo en Samaria; y yo me partiré de ti confederado. Y el rey de Israel hizo con él alianza, y lo envió. 35Entonces un varón de los hijos de los profetas dijo a su compañero por palabra de Dios: Hiéreme ahora. Mas el otro varón no quiso herirle. 36Y él le dijo: Por cuanto no has escuchado la palabra del SEÑOR, he aquí en apartándote de mí, te herirá un león. Y cuando se apartó de él, le topó un león, y le hirió. 37Luego se encontró con otro varón, y le dijo: Hiéreme ahora. Y el hombre le dio un golpe, y le hizo una herida. 38Y el profeta se fue, y se puso delante del rey en el camino, y se disfrazó con un velo sobre los ojos. 39Y cuando el rey pasaba, él dio voces al rey, y dijo: Tu siervo salió entre la tropa; y he aquí apartándose uno, me trajo un hombre, diciendo: Guarda a este hombre, y si llegare a faltar, tu vida será por la suya, o pagarás un talento de plata. 40Y cuando tu siervo estaba ocupado a una parte y a otra, él desapareció. Entonces el rey de Israel le dijo: Esa será tu sentencia; tú la has pronunciado. 41Entonces él se quitó presto el velo de sobre sus ojos, y el rey de Israel conoció que era de los profetas. 42Y él le dijo: Así dijo el SEÑOR: Por cuanto soltaste de la mano del varón de mi anatema, tu vida será por la suya, y tu pueblo por el suyo. 43Y el rey de Israel se fue a su casa triste y enojado, y llegó a Samaria.