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2 Corintios 3:18

LBLA Pero nosotros todos, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu.
NBLA Pero todos nosotros, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu.
NVI Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu.
RV1960 Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.
JBS Por tanto nosotros todos, puestos los ojos como en un espejo en la gloria del Señor con cara descubierta, somos transformados de gloria en gloria en la misma semejanza, como por el Espíritu del Señor.

¿Qué significa 2 Corintios 3:18?

Pablo ha estado haciendo referencia al capítulo 24 del libro del Éxodo, en el cual se nos describe la manera en que brilló el rostro de Moisés después de haber pasado tiempo con Dios. El rostro de Moisés reflejaba tan poderosamente la gloria de Dios que se lo tuvo que cubrir con un velo para proteger a los israelitas del reflejo de Su presencia. Su pecado había hecho que sus mentes se endurecieran. En esa condición, la gloria de Dios les parecía insoportable.

Pablo ha dicho que la única manera de eliminar esta separación que existe entre los seres humanos pecadores y la gloria de Dios no es a través del estudio o ningún intento de obediencia, o incluso a través del seguimiento religioso de la ley, sino que solo ocurre a través de fe en Cristo. Cristo es el único que puede perdonarnos el pecado para siempre. Esa es la manera en que el Espíritu Santo de Dios actúa para quitarnos el velo de la dureza de nuestros corazones y permitirnos, gracias a Cristo, ver la gloria de Dios tal y como Dios nos la ha revelado en Jesús.

Ahora, Pablo nos muestra que este momento de revelación espiritual viene seguido de una transformación espiritual. Una vez se nos ha quitado el velo, todos los que están en Cristo tienen el rostro descubierto, y pueden mirar con libertad a Cristo, quien representa la gloria de Dios. Por lo tanto, en ese momento podemos verlo y admirar quién es verdaderamente. Esta es la manera en que Cristo inicia el proceso a través del cual Dios transforma a Sus hijos en la imagen de Cristo.

Pablo escribe que este cambio ocurre "de gloria en gloria" según los términos en griego que se utilizan en este pasaje, lo cual representa una promesa bastante importante. Los que están en Cristo no solo alcanzan la libertad para así poder ver la gloria de Dios, sino que comienzan a convertirse en la gloria de Dios a medida que comienzan a parecerse más y más a Cristo. Esto no es algo que podamos lograr por nosotros mismos a través del estudio, la disciplina o la voluntad propia. Pablo insiste en que es el Espíritu de Dios quien hace que esto suceda en el espíritu de todas las personas que están en Cristo Jesús. Ver la gloria de Dios en Cristo inicia lo que algunos eruditos llaman la "santificación progresiva", la cual nos permite, con el paso del tiempo, parecernos más y más a Cristo.
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