¿Qué significa 2 Corintios capitulo 9?
Este capítulo continúa animando a los cristianos de la iglesia de Corinto a cumplir con lo que dijeron que iban a hacer. Un año antes de que Pablo escribiera esta carta, quisieron participar en una colecta para ayudar a los cristianos que estaban sufriendo en Jerusalén. Pablo dice que ni siquiera debería necesitar escribirles nada acerca de la colecta, a la cual se refiere usando el nombre "el ministerio de los santos" (2 Corintios 9:1).Después de todo, los corintios fueron una de las primeras iglesias que quisieron recaudar fondos para este ministerio. Pablo le habló de esto al resto de las iglesias en la región de Acaya, la misma región en la que se encontraba Corinto, lo cual motivó a las iglesias de Macedonia a que participaran también. Tal y como se nos reveló en el capítulo anterior, esas iglesias ya habían participado en la colecta con mucho más dinero del que Pablo se esperaba (2 Corintios 8:3–5).
Sin embargo, los corintios parecían haber perdido el entusiasmo que tenían para ayudar con esta colecta, quizás como resultado de la tensión que surgió entre ellos y Pablo. Por tanto, sería una vergüenza para todos los involucrados si los hermanos en la fe llegaran de Macedonia a Corinto y se dieran cuenta que los corintios no estaban preparados para ayudar en la colecta. Para evitar eso, Pablo envió a Tito un tiempo antes para ayudarlos a estar listos para cuando llegara el momento de recogerla (2 Corintios 9:2–5).
A continuación, Pablo describe la razón por la que el dar cristiano es importante tanto para los creyentes como para avanzar la obra de Dios. En realidad, no se trata solo de dinero, ni tampoco se trata de arreglar los problemas que surgen cuando hay una falta de fondos. El dar cristiano tiene que ver con el corazón de las personas que dan y tiene consecuencias espirituales que van mucho más allá de las necesidades físicas que se satisfacen con el dinero que damos.
Pablo usa la metáfora de plantar y cosechar. El que siembra poco, poco cosecha. El que siembra mucho, cosecha mucho más. En otras palabras, cuanto más generosamente demos, más abundante será lo que ocurrirá a nivel espiritual. Es importante recordar que la "cosecha" a la que se refiere Pablo se refiere a los que reciben, no a los que dan. En la actualidad, hay muchos falsos maestros que dicen que estos versículos deben entenderse como si nos estuvieran prometiendo que al dar, nosotros recibiremos más. Sin embargo, nada más lejos de la realidad, el objetivo de dar no es recibir, sino convertirnos en una bendición para los demás. Cuando damos generosamente también nos conectamos mucho más con la voluntad de Dios, lo cual nos capacita espiritualmente para ser aún más generosos en el futuro (2 Corintios 9:6).
Las Escrituras nunca nos exigen que demos una cantidad de dinero específica. De hecho, Pablo se negó a especificar un porcentaje de ingresos o pertenencias específico. En cambio, la Palabra de Dios nos anima a dar en relación con lo que ganamos. Dios no quiere que demos por obligación, sino de buena gana y hasta "con alegría"; y Dios tampoco quiere que demos hasta el punto de que nosotros nos quedemos sin absolutamente nada. Dios, en Su gracia, puede proveer abundantemente para que los creyentes tengan todo lo que necesitan para continuar la obra que Dios les ha pedido que cumplan (2 Corintios 9:7–9).
En otras palabras, Dios quiere que los cristianos hagan buenas obras y Dios se encargará de proveer con todo lo necesario para que podamos hacerlo. Dios es el proveedor. Él es quien les da gratuitamente a los más necesitados. Dios proporciona tanto la semilla como el pan. Dios utiliza a creyentes generosos y generosas para satisfacer las necesidades de los demás, y aumenta los recursos de los que dan para que puedan dar aún más (2 Corintios 9:10).
Cuando damos, el dar va mucho más allá de la necesidad física, ya que también hace que las personas le den las gracias a Dios, y ayuda a hacer conexiones entre los creyentes que dan y los que reciben el regalo. En este caso, la generosidad de los cristianos de Corinto podía hacer que los cristianos judíos de Jerusalén acabaran glorificando a Dios y también podía provocar que los cristianos de Jerusalén acabaran anhelando y orando por el resto de sus hermanos espirituales que vivían en otras partes del mundo (2 Corintios 9:11–15).