¿Qué significa 2 Pedro 1:4?
En el versículo 3, Pedro dice que, al conocer a Dios, los cristianos recibimos todo lo que necesitamos para llevar la vida que Dios quiere que llevemos. Por tanto, no nos falta de nada. Jesús nos ha mostrado Su gloria y Su bondad, Él quiere que sigamos Su ejemplo, y Él nos ha equipado para hacerlo. En este versículo, Pedro dice que a través de la gloria y la bondad de Jesús (porque vivió sin pecado y ahora existe en gloria para siempre) Dios nos ha dado algo de enorme valor: nos ha hecho promesas.En términos humanos, las promesas implican cosas que tienen un valor limitado. De hecho, las personas que tienden a prometer mucho son personas en las que no deberíamos confiar tanto. Incluso cuando consideramos que podemos confiar en una persona, hasta que la promesa no se cumple del todo, en realidad esa promesa no sirve para nada. El nivel de valor que le damos a una promesa tiene mucho que ver con la persona que la hace y en si confiamos en que la cumplirá o no la cumplirá.
En este contexto, Pedro no está hablando de promesas humanas. El Dios del universo no miente y siempre cumple Su palabra. Viniendo de Él, una promesa es algo real. Una promesa tiene valor eterno. Una promesa es un regalo tangible.
Entonces, ¿qué nos ha prometido Dios? Formar parte de Su familia para el resto de la eternidad, el fin de nuestro sufrimiento, una transformación por el poder de Su Espíritu Santo, y un propósito y un significado eternos para nuestras vidas. Estas promesas de Dios tienen tanto valor que el solo hecho de poseerlas ya nos ha dado el derecho de participar de la "naturaleza divina". En otras palabras, ya formamos parte de Cristo en la obra que Dios está haciendo en el mundo. Específicamente, en este momento ya podemos vivir en Jesús, en Su gloria y bondad.
Es más, Dios ya nos permitido escaparnos de la corrupción causada por los deseos humanos y el pecado: la pérdida continua de integridad, y la pérdida de función y belleza que sufren las cosas. Sin embargo, tal y como lo veremos más adelante en este pasaje, los cristianos siguen pecando. Al mismo tiempo, hemos sido liberados de la pena eterna de ese pecado, y hemos sido rescatados de nuestro destino anterior: la destrucción eterna.