¿Qué significa Gálatas 5:23?

Para comparar la vida de una persona que solo se dedica a servirse a uno mismo con la vida de una persona que vive en el poder del Espíritu de Dios, Pablo ha compartido dos listas diferentes. Durante la primera lista (Gálatas 5:19-21) mostró los estilos de vida pecaminosos que vienen provocados tanto por el egoísmo como por el egocentrismo del mundo. Estos estilos de vida son completamente naturales para los seres humanos, pero en realidad no son beneficiosos en absoluto. La segunda lista de Pablo se centra en hablar de las virtudes que surgen de las personas que son guiadas sobrenaturalmente por el Espíritu de Dios. Las personas que les pertenecen a Dios, a través de la fe en Cristo, son las únicas que tienen la oportunidad de vivir así, y esa vida produce el "fruto del Espíritu", tal y como se dijo al comienzo del versículo anterior. Pablo concluye aquí la lista de esas virtudes añadiendo dos más: la mansedumbre y la templanza.

La mansedumbre no debe malinterpretarse como si fuera una debilidad o la voluntad de dejar que los demás siempre se salgan con la suya. Más bien, es una habilidad sobrenatural que viene del poder del Espíritu que nos ayuda a dejar que las cosas fluyan y saber distinguir cuándo es necesario hacer algo al respecto. La mansedumbre es la virtud de saber someterse a Dios a través de cualquiera de las situaciones que nos presenta la vida en este lado de la eternidad. La palabra griega para mansedumbre es prautēs, lo cual implica a una persona que es humilde y tranquila, pero al mismo tiempo no es débil.

La virtud final del fruto del Espíritu es la templanza, que viene de la palabra enkrateia. Esta virtud es importante, ya que nos puede ayudar a entender que Dios no quiere que Su Espíritu elimine nuestra voluntad y nos posea con el fin de convertirnos en meros autómatas de Su voluntad. Dentro del contexto de nuestra relación con Cristo, la templanza es la capacidad sobrenatural de saber someter nuestra voluntad a la voluntad de Dios y lo que Él quiere para nuestras vidas. Una persona que permite que el Espíritu la guíe siempre, tiene pleno control de su propia mente, su cuerpo y de lo que dice. Estas virtudes son lo opuesto a los pecados de la sensualidad y la impureza de los que Pablo ya nos ha hablado en los versículos 19 y 20.