¿Qué significa Génesis capitulo 39?
Génesis continúa después de describirnos la escandalosa historia familiar de Judá durante el capítulo 38. Aquí, las Escrituras vuelven a centrarse en José, a quien sus hermanos vendieron como esclavo y acabó viviendo en Egipto (Génesis 37:26–28). Un poderoso funcionario egipcio finalmente compró a José. Este oficial era el capitán de la guardia. Aunque José ya no estaba en la tierra prometida ni con su familia, el Señor todavía estaba con él. Por lo tanto, Dios no abandonó a José.Potifar, el amo de José, pronto se dio cuenta de que a José le salía todo bien. El esclavo hebreo no solo era un trabajador arduo y un hombre íntegro, sino que también era bendecido constantemente por su Dios hebreo. En poco tiempo, Potifar puso a José como el líder de toda su casa. Como resultado, todas las cosas de las que se encargaba José acababan funcionando bien. Aparentemente, la casa de Potifar creció tanto en riqueza como bienestar, y todos pensaban que el Dios de José era la razón de su éxito. Siendo un esclavo en Egipto, José jamás se hubiera podido imaginar que algo así le ocurriría (Génesis 39:1–6).
Sin embargo, un día surgió una pequeña complicación. Al igual que su madre Raquel, José había sido bendecido con una apariencia excepcional: era extremadamente atractivo. Pronto, la esposa de Potifar se dio cuenta de ello y comenzó a seducirlo. O, mejor dicho, intentó hacerlo. Un día, ella le dio una orden, "acuéstate conmigo". Quizás ella tenía la costumbre de acostarse con los esclavos de su marido, aunque esto es algo que no lo sabemos a ciencia cierta (Génesis 39:7).
José sabía que estaba en una posición terrible. Sin importar la orden que se le diera, José estaba obligado a obedecer a la esposa de su amo. Sin embargo, sabía que acostarse con ella sería una clara traición a la extraordinaria confianza que Potifar había depositado en él. José rechazó a la esposa de su amo, explicando detalladamente que no podía traicionar a Potifar. Más importante aún, José no quería pecar contra su Dios (Génesis 39:8–10).
La esposa de Potifar, sin embargo, no aceptaría un no por respuesta. Ella continuó intentando seducir y obligar a José a acostarse con ella. Él siguió negándose. Un día, cuando no había nadie en la casa, ella lo agarró por la capa y le exigió una vez más que se acostara con ella. Ya fuera una trampa o una coincidencia, el momento fue extremadamente comprometedor. En lugar de discutir con ella, José se quitó la capa y se escapó a un lugar seguro; esa era la única forma en la que podía evitar tanto la tentación y la inmoralidad. Literalmente, José huyó de esa situación antes de ser acusado de hacer algo impropio (Génesis 39:11–12).
Mientras sostenía la capa de José, la esposa de Potifar estaba furiosa. Su lujuria se convirtió en rabia y desde eso momento quiso vengarse. Entonces, llamó a los otros sirvientes masculinos para que la ayudaran y les dijo que José había intentado violarla y había huido cuando ella se puso a gritar. La mentira encajaba perfectamente con su historia, ya que probablemente vieron a José salir corriendo de la casa sin su capa. Sus astutas mentiras jugaron con el resentimiento que los otros sirvientes quizás sentían por el éxito de José, así como el hecho de que él era un hebreo (Génesis 39:13–15).
Potifar, tal y como esperaba su esposa, se puso furioso al escuchar todo esto. Extremadamente enojado, pidió que metieran José en la cárcel de los prisioneros del rey. Esta reacción es algo extraña por una sencilla razón: Potifar probablemente tenía derecho a matar a José directamente, y lo que se supone que había hecho era algo horrible. Es posible que la reputación de la honestidad de José y alguna otra historia de infidelidad de la esposa de Potifar provocaran que no quisiera matar a José inmediatamente (Génesis 39:16–20).
Esto no era justo en absoluto. José fue acusado falsamente. Sería natural esperar que él pensara que había perdido la bendición de Dios. Sin embargo, las Escrituras se apresuran a asegurarnos que el Señor todavía estaba con José. Aún más, Dios le mostró a José de nuevo el amor inquebrantable que tenía por él. Aunque José languideció en una prisión egipcia por un crimen que no había cometido, Dios no lo abandonó. Como evidencia de este hecho, Dios hizo que el carcelero del rey se quedara impresionado con la ética de trabajo, la integridad y el éxito de José. Pronto, José acabó encargándose de casi todos los deberes en la prisión, tal como lo había hecho en la casa de Potifar. Gracias a la bendición del Señor, todo lo que José hacía le salía bien (Génesis 39:21–24).
Pronto, esta combinación de bendición divina, ética de trabajo y éxito también llamaría la atención del propio faraón (Génesis 40:9–14).