¿Qué significa Génesis capitulo 41?
Después de pasar varios años en prisión, José finalmente salió de la cárcel de una manera muy inesperada. Previo a esto, había pasado bastante tiempo injustamente encarcelado, y las personas a las que había ayudado en la cárcel se habían olvidado de él (Génesis 40:14–15, 23).El faraón, el rey de Egipto, tuvo dos sueños inquietantes y proféticos. En el primero, siete vacas hermosas y sanas salieron del río Nilo para alimentarse de la hierba. Entonces siete vacas hambrientas y demacradas salieron tras ellas y las devoraron. El segundo sueño era similar. El faraón vio siete espigas de grano creciendo de un solo tallo. Después de ellas, crecieron siete espigas delgadas y de aspecto atrofiado que de algún modo se tragaron las espigas sanas. Los antiguos egipcios ponían gran énfasis en los sueños, y estos sueños fueron especialmente vívidos; El faraón estaba conmocionado por estas visiones (Génesis 41:1–7).
El rey llamó a los sabios y a los magos de su reino. Estos hombres estaban educados en varias disciplinas. Algunos habrían sido sacerdotes o chamanes de la religión egipcia. A pesar de todos sus esfuerzos, nadie pudo decirle al faraón qué significaban sus sueños. Esto nos puede resultar algo especialmente extraño, ya que podrían haber intentado darle una respuesta falsa; muchos habrían pensado que era mejor que decirle al faraón "no lo sé". Sin embargo, Dios se encargó de que tampoco pudieran darle una respuesta convincente. Finalmente, el jefe de los coperos del faraón recordó la manera en que José, "un joven hebreo", había interpretado con precisión los inquietantes sueños que él y el panadero tuvieron durante su estancia en prisión dos años antes. Lo más probable es que el copero no se había olvidado de esto, sino que esta fue la primera vez que sintió que le convino mencionarlo (Génesis 41:8–13).
José fue liberado rápidamente de la prisión y lo llevaron ante el faraón. El faraón dijo que había oído que los jóvenes hebreos tenían la capacidad de interpretar los sueños. Valientemente, José corrigió al gobernante absoluto de Egipto, y le dijo que era Dios quien interpretaba los sueños. José prometió transmitirle la verdad divina de Dios una vez que hubiera escuchado los sueños (Génesis 41:15–16).
La descripción del faraón de sus sueños sigue el mismo esquema que se compartió anteriormente en este mismo capítulo. Sin embargo, añadió algunos detalles dignos de mención. El segundo grupo de siete vacas que vio el faraón se describió con algunos términos que hacían referencia a palabras como "malvadas", "feas" y "flacuchas". El faraón se dio cuenta de que estos fueron los animales con el aspecto más horrible que jamás había visto. Además, cuando las vacas más esqueléticas se comieron a las vacas que estabas sanas, su aspecto no cambió en absoluto. El segundo grupo de espigas, por otro lado, pareció haber sido destruido por las tormentas de arena del desierto (Génesis 41:17–24).
José le explicó al faraón que Dios, el Dios de José, le estaba revelando al faraón lo que estaba a punto de hacer. Ambos sueños significaban lo mismo, y la repetición del sueño tenía el propósito de enfatizar lo que estaba a punto de ocurrir. Siete años de gran abundancia, representados por las vacas sanas y las espigas, serían seguidos por siete años de un hambre terrible. El hambre sería tan severa que los años de buenas cosechas se olvidarían rápidamente (Génesis 41:25–32).
En el mundo antiguo, a los reyes no se les daban consejos a menos que ellos mismos los pidieran, e incluso entonces, sus asesores debían tener mucho cuidado al compartirlos. En esta situación, sin embargo, José, quien era un mero esclavo encarcelado, pasó inmediatamente de interpretarle los sueños al faraón a darle consejos sobre cómo gobernar su propio país. José compartió con el faraón la manera en que debería prepararse para la crisis que se avecinaba. José dijo que el faraón debía nombrar a un líder sabio, junto con un equipo de supervisores, y recoger el 20 por ciento de cada cosecha durante los próximos siete años y guardarlo en almacenes. Entonces, cuando comenzara la hambruna, Egipto podría sobrevivir (Génesis 41:33–36).
En lugar de ofenderse por el descaro de José, El faraón fue complacido con la interpretación de sus sueños y la propuesta que José ofreció acerca de cómo abordar la situación. Después de tener una breve conferencia con sus asesores, el faraón decidió que José debía ser quien se encargara de organizar lo que iba a ocurrir. ¿Por qué? El faraón estaba convencido de que el Espíritu de Dios estaba con José, lo que lo convertía en el hombre más sabio de Egipto. Nadie más se acercaba ni siquiera al nivel de sabiduría que José tenía. Entonces, el faraón le otorgó un poder impresionante a este esclavo hebreo recién liberado de prisión. José llegó a ser lo que algunos considerarían como un "visir": el segundo al mando sobre todo Egipto. El faraón le dio a José su propio anillo de sello, junto con ropa fina, un collar de oro y un carro especialmente designado para él. Todo esto eran símbolos que le mostrarían a todos la autoridad que había recibido. Además, el faraón le dio a José un nombre egipcio e inmediatamente se casó con la hija de una prestigiosa familia egipcia. En muy poco tiempo, José consiguió toda la autoridad, el poder y la influencia cultural que necesitaba para actuar en nombre del faraón para así poder salvar el reino del faraón (Génesis 41:37–45).
José, que ahora tenía 30 años, había pasado la mayor parte de su vida adulta siendo un esclavo en Egipto (Génesis 37:2, 28). Años más tarde, se convirtió en el hombre que salvaría a Egipto de un horrible desastre. José supervisaba la recolección de las cosechas abundantes que surgieron durante los primeros siete años, y se aseguraba de que se almacenara en las principales ciudades de la nación. De hecho, se llegó a almacenar más grano del que se podía contar. Dios le demostró una vez más a José y a todos los que lo conocían que el Señor estaba con él (Génesis 41:46–49).
José llego a tener dos hijos. Sus nombres reflejaban el gozo de José porque Dios no había permitido que su propio sufrimiento fuera en vano. El primer hijo recibió el nombre de Manasés, un nombre que podría referirse al concepto de "olvidar" algo. En este contexto, esto no significa que José se hubiera olvidado de todo lo malo que le había ocurrido; más bien esto significaba que su nueva prosperidad lo había ayudado a superarlo. El nombre del segundo hijo, Efraín, refleja el hecho de cómo Dios había provocado que José prosperara, incluso en la tierra donde técnicamente todavía era esclavo (Génesis 41:50–52).
Exactamente después del tiempo predicho, llegó la hambruna, tal como José dijo que sucedería. Cuando el pueblo comenzó a quedarse sin grano y acudió al faraón en busca de ayuda, él los envió en busca de José. José al final acabó haciendo lo mismo que ya había hecho en el pasado: enriquecer a sus amos (Génesis 39:2–6, 20–23). José no solo redistribuyó el grano, sino que también lo usó para aumentar masivamente el poder y la riqueza del faraón (Génesis 47:13–26). José consiguió hacer esto porque comenzó a venderles el grano que había guardado tanto a los egipcios como a las personas que venían desde fuera de Egipto (Génesis 41:53–57).
Ese desastre global y la nueva posición de José le llevarán a reunirse con su familia un día. Durante los próximos capítulos, los mismos hermanos que lo vendieron como esclavo vendrán a Egipto en busca de ayuda. Sin saberlo, se encontrarán con el hermano menor al que una vez odiaban, y él hará todo lo posible para salvarlos del hambre.