¿Qué significa Génesis capitulo 43?
El capítulo anterior terminó con Jacob diciendo que no permitiría que su amado hijo menor, Benjamín, fuera de regreso a Egipto con sus hermanos (Génesis 42:38). De hecho, incluso estaba dispuesto a dejar a Simeón en prisión allí (Génesis 42:19–20, 24) en lugar de arriesgarse a ver a Benjamín sufrir cualquier tipo de daño. Todo esto nos muestra el escandaloso patrón de favoritismo que ya comenzó con los propios padres de Jacob (Génesis 25:28) y que ahora también se podía ver en su propia vida (Génesis 37:2–4).Había pasado algún tiempo desde que los diez hijos mayores regresaron con grano y el dinero que pensaban que habían pagado por él (Génesis 42:25–28). La hambruna todavía les estaba afectando y las reservas de alimentos de la familia se estaban agotando de nuevo. Jacob finalmente les dijo a sus hijos que se fueran a comprar más comida de Egipto. Hablando en nombre de sus hermanos, Judá le recordó a su padre que no podían comprar comida en Egipto si no regresaran con Benjamín. El gobernante egipcio insistió en que esa era la única forma en la que podrían comprarle grano de nuevo. Valientemente, Judá se negó rotundamente a ir si Benjamín no iba con ellos (Génesis 43:1–5).
Jacob arremetió nuevamente contra ellos, culpando a sus hijos por el hecho de haberle mencionado al gobernador egipcio que Benjamín existía (Génesis 42:13). En realidad, no está claro cuánto tiempo había pasado, pero fue suficiente como para que la situación fuera de mal en peor y la familia estuviera al borde de morirse de hambre. Judá siguió presionando a su padre, y finalmente convenció a su padre de dos maneras. Primero, señaló que la familia, incluidos los pequeños, e incluso Benjamín, se morirían si no trajeran comida de Egipto. En segundo lugar, Judá prometió con su propia vida que intentaría proteger a Benjamín, comprometiéndose a hacerse responsable si algo le sucediera a su hermano menor. Jacob, entonces, podía permitir que todos se murieran, incluido su hijo menor, o podía enviar a todo el grupo para ver si podían conseguir algo de comida (Génesis 43:6–10).
Finalmente, Jacob aceptó el trato, y les ordenó a sus hijos que le llevaran un regalo al gobernante egipcio, junto con el doble de la cantidad de dinero necesaria para cubrir también el precio del grano que compraron durante su primer viaje (Génesis 42:26–28). Finalmente, Jacob le oró al Dios Todopoderoso para que tuviera misericordia por sus hijos (Génesis 43:11–14).
Entonces, los hijos de Jacob se fueron hacia Egipto y se inclinaron una vez más ante el gobernador, esta vez con Benjamín a su lado. Ellos todavía no se dieron cuenta de que este hombre poderoso era en realidad su hermano José (Génesis 42:8), a quien habían vendido como esclavo veinte años antes (Génesis 37:24–28). Esto cumplió con uno de los sueños proféticos por los cuales los hermanos mayores de José comenzaron a odiarlo (Génesis 37:5–8). José le ordenó al mayordomo de su casa que se los llevara a su casa y les preparara una comida para el mediodía. Temerosos de que José pretendiera tenderles una emboscada por haberle robado durante su último viaje, su mayordomo les aseguró a los hermanos que Dios mismo había puesto el dinero en sus sacos. El mayordomo también les devolvió a su hermano encarcelado Simeón (Génesis 43:15–25).
Cuando José llegó, los hermanos le presentaron los regalos que le habían traído desde Canaán. José se interesó especialmente en su hermano menor y lo bendijo especialmente. Abrumado por la emoción, José tuvo que irse a su propia habitación y desahogarse antes de regresar con ellos. Los invitados al banquete se sentaron por separado, según la tradición egipcia. Entonces José puso a prueba los celos de sus hermanos al darle al más joven, Benjamín, cinco veces más de la porción que les ofreció a los demás. Dio la casualidad de que todos parecían estar felices y la comida continuó sin problemas (Génesis 43:26–34).
En este momento, los 11 hermanos pensaban que iban a volver a Canaán con sus sacos llenos de grano. Las cosas les fueron mejor de lo que cualquiera de ellos se podrá haber esperado. Sin embargo, José los iba a poner a prueba una vez más (Génesis 44:1–2), antes de revelarles su identidad (Génesis 45:1–3).