¿Qué significa Génesis capitulo 47?
Los últimos capítulos nos explican la manera en que José, el hijo de Jacob y Raquel (Génesis 46:19), se mudó a Egipto para asentarse allí con su familia. Génesis 47 comienza con el momento en el que la familia de José se presentó ante el faraón en la corte durante una audiencia formal. José eligió a cinco de sus hermanos para representar a la familia. Cuando el faraón les preguntó sobre sus trabajos, dijeron lo que José les había aconsejado que dijeran, y se describieron a sí mismos como pastores de toda la vida y le pidieron formalmente al faraón que les permitiera establecerse en la fértil región de Gosén. Esta fue una elección interesante, ya que José había notado que los egipcios generalmente menospreciaban a los pastores (Génesis 46:34). Sus motivos pudieron ser tanto prácticos como espirituales. Al dejar claro que toda la familia estaba involucrada en trabajos relacionados con el pastoreo, las sospechas de los egipcios de que estos inmigrantes les podrían quitar sus trabajos disminuyeron considerablemente. En términos espirituales, vivir en un lugar separado de la mayoría de los demás egipcios también les ayudaría a preservar el compromiso que Israel tenía con Dios (Génesis 47:1–4).En lugar de responderles directamente a los hermanos, el faraón se dirigió a José, otorgándole la autoridad para concederle a sus hermanos lo que le estaban pidiendo. Esto fue un honor para José, pero el gobernante de Egipto estaba siendo muy listo al mismo tiempo, ya que pasara lo que pasase, la gente buscaría a José para darles explicaciones, no al faraón. El faraón, sin embargo, le ordenó a José que estableciera a su familia en Gosén y que pusiera a algunos de ellos a cargo de administrar su propio ganado (Génesis 47:5–6).
Luego, el faraón recibió Jacob, el anciano padre de Jacob, quien incluso pudo haber necesitado ayuda para presentarse ante el faraón, y Jacob lo bendijo. El faraón le preguntó la edad que tenía a Jacob, y Jacob dijo que había pasado sus 130 años de vida como peregrino y que sus años habían sido "pocos y malos". A pesar de su actitud pesimista, la conversación de Jacob con el faraón fue relativamente casual y se mostraron un respeto mutuo. La bendición que Jacob puso sobre el faraón fue bien recibida y seguramente fue muy apreciada (Génesis 47:7–10).
José recibió del faraón el resultado exacto que deseaba. José estableció a su familia de forma segura y con la plena bendición del faraón en la tierra de Gosén. Allí comenzó a proporcionarles una ración regular de alimentos para cada persona. Esto acabará siendo una parte crucial de la estabilidad y prosperidad de Israel, el cual continuaría creciendo durante los siglos venideros (Éxodo 1:5–7). José (Génesis 45:5–8) sabía que Dios era responsable de todo lo que había ocurrido en su vida (Génesis 47:11–12).
Mientras tanto, la intensa hambruna regional siguió azotando todo el país. José, en nombre del faraón, les vendió comida al pueblo de Egipto y Canaán durante ese tiempo (Génesis 41:55–57). Pronto, sin embargo, la gente comenzó a quedarse sin dinero. José no planeaba matarlos de hambre en el caso de que no pudieran pagar. Más bien, José se ofreció a proporcionarles alimentos por otro año a cambio del ganado que era propiedad del pueblo. Sin tener otra opción, la gente aceptó el trato de venderle su ganado y otros animales a José a cambio de comida. Esto podría haber sido algo así como una hipoteca: la gente se quedó físicamente con los animales, pero en última instancia, esos animales eran propiedad y estaban controlados por la casa del faraón (Génesis 47:13–17).
Cuando llegó el año siguiente, la gente regresó en busca de José siendo plenamente conscientes de que no tenían nada que intercambiar para recibir más comida. Lo único que les quedaba eran sus tierras y ellos mismos. Para sobrevivir, la gente ofreció todo lo que quedaba. José, en representación del faraón, aceptó el trato. José le explicó a la gente que su servicio se trataría como una hipoteca permanente. Esta forma de servidumbre por contrato era extremadamente común en el mundo antiguo, y era fundamentalmente diferente de la dura esclavitud que Israel experimentó más tarde (Éxodo 1:8–14). Los egipcios seguirían trabajando como ya lo habían hecho, y le pagarían al faraón el veinte por ciento de la cosecha de cada año a partir de este momento. La gente se iba a quedar con el ochenta por ciento para ellos. El pueblo estaba agradecido con José por haberles salvado la vida, incluso aunque hubieran hipotecado sus propias vidas (Génesis 47:18–22).
A diferencia de los egipcios comunes, la familia de Jacob continuó creciendo y prosperando. Dado que José les proporcionaba alimentos, pudieron conservar su dinero en efectivo, su ganado e incluso la tierra que ahora poseían en Egipto. A medida que la mayoría de los ciudadanos fueron perdiendo lo que poseían, el creciente número de israelitas prosperó y continuó aumentando su número, algo que claramente indicaba que Dios los estaba bendiciendo (Génesis 47:23–27).
A pesar de su pesimismo, Jacob vivió durante otros diecisiete años en Egipto bajo el cuidado y la protección de su hijo. A medida que pasó el tiempo, Jacob finalmente se preparó para su propia muerte, y le pidió a José que jurara llevar su cuerpo de regreso a Canaán. Su deseo era ser enterrado junto a Abrahán e Isaac. José, quien finalmente cumpliría su promesa (Génesis 50:12–14), accedió a seguir los deseos de su padre (Génesis 47:28–31).