¿Qué significa Hebreos 12:24?
Este versículo completa una comparación que se hizo entre la manera en la que Dios les presentó a las personas el antiguo pacto y cómo nos ha presentado a nosotros el nuevo pacto. En el monte Sinaí, se le mostró al pueblo de Israel que Dios es absolutamente santo e inaccesible para aquellas personas que eran pecadoras. Por eso Dios usó nubes, fuego, trompetas, etc., para inaugurar Su pacto a través de Moisés (Éxodo 19: 9–20). Por otro lado, Cristo nos ofrece un nuevo pacto, uno que elimina la barrera que existe entre los hombres y Dios (Hebreos 9:24), y que nos permite acercarnos al trono de Dios con confianza (Hebreos 4:16). Como resultado, "llegamos a" este nuevo pacto en un tono de paz y descanso, en lugar de uno de temor y juicio. Esta escena representa la celebración, los ángeles y los cristianos difuntos que esperan a que nos unamos a ellos.Aquí, se menciona a Cristo como el componente final de ese glorioso escenario. Anteriormente en el libro de Hebreos, se mencionó que la obra de Cristo en el cielo era el sacrificio "real" que la sangre ofrecida en los templos terrenales debía simbolizar (Hebreos 9:23–28). Una vez más, se menciona a Jesucristo como el "mediador" de este nuevo pacto. Esto proviene del término griego mesitē, que literalmente significa "alguien que se interpone entre dos partes para resolver una disputa". En el español moderno, podríamos considerar a esta persona como un árbitro. Cristo, y solo Cristo, sirve para cerrar la brecha que existe entre los pecadores y un Dios perfectamente santo (1 Timoteo 2:5–6).
Al principio de esta carta, el escritor mencionó a Abel, cuya muerte prematura no le impidió ser considerado un ejemplo de fe piadosa (Hebreos 11:4). Durante ese comentario, se dijo que Abel "todavía habla", a pesar de su muerte. Por supuesto, la sangre de Abel fue derramada sin su consentimiento (Génesis 4:8), en un acto que exigió retribución (Génesis 4:10). En contraste, la sangre de Cristo fue derramada por Su propia voluntad (Juan 10:17) y rescata a la humanidad del castigo de sus propios pecados (Isaías 53:5).