Hechos capitulo 26
La Biblia de las Américas
2Con respecto a todo aquello de que los judíos me acusan, me considero afortunado, oh rey Agripa, de poder presentar hoy mi defensa delante de ti, 3sobre todo, porque eres experto en todas las costumbres y controversias entre los judíos ; por lo cual te ruego que me escuches con paciencia. 4Pues bien, todos los judíos conocen mi vida desde mi juventud, que desde el principio transcurrió entre los de mi pueblo y en Jerusalén; 5puesto que ellos han sabido de mí desde hace mucho tiempo, si están dispuestos a testificar, que viví como fariseo, de acuerdo con la secta más estricta de nuestra religión. 6Y ahora soy sometido a juicio por la esperanza de la promesa hecha por Dios a nuestros padres : 7que nuestras doce tribus esperan alcanzar al servir fielmente a Dios noche y día. Y por esta esperanza, oh rey, soy acusado por los judíos. 8¿Por qué se considera increíble entre vosotros que Dios resucite a los muertos ? 9Yo ciertamente había creído que debía hacer muchos males en contra del nombre de Jesús de Nazaret. 10Y esto es precisamente lo que hice en Jerusalén; no sólo encerré en cárceles a muchos de los santos con la autoridad recibida de los principales sacerdotes, sino que también, cuando eran condenados a muerte, yo daba mi voto contra ellos. 11Y castigándolos con frecuencia en todas las sinagogas, procuraba obligarlos a blasfemar; y enfurecido en gran manera contra ellos, seguía persiguiéndolos aun hasta en las ciudades extranjeras.
12 Ocupado en esto, cuando iba para Damasco con autoridad y comisión de los principales sacerdotes, 13al mediodía, oh rey, yendo de camino, vi una luz procedente del cielo más brillante que el sol, que resplandecía en torno mío y de los que viajaban conmigo. 14Y después de que todos caímos al suelo, oí una voz que me decía en el idioma hebreo : “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón.” 15Yo entonces dije: “¿Quién eres, Señor?” Y el Señor dijo: “Yo soy Jesús a quien tú persigues. 16“Pero levántate y ponte en pie ; porque te he aparecido con el fin de designarte como ministro y testigo, no sólo de las cosas que has visto, sino también de aquellas en que me apareceré a ti ; 17librándote del pueblo judío y de los gentiles, a los cuales yo te envío, 18para que abras sus ojos a fin de que se vuelvan de la oscuridad a la luz, y del dominio de Satanás a Dios, para que reciban, por la fe en mí, el perdón de pecados y herencia entre los que han sido santificados.” 19Por consiguiente, oh rey Agripa, no fui desobediente a la visión celestial, 20sino que anunciaba, primeramente a los que estaban en Damasco y también en Jerusalén, y después por toda la región de Judea, y aun a los gentiles, que debían arrepentirse y volverse a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento. 21Por esta causa, algunos judíos me prendieron en el templo y trataron de matarme. 22Así que habiendo recibido ayuda de Dios, continúo hasta este día testificando tanto a pequeños como a grandes, no declarando más que lo que los profetas y Moisés dijeron que sucedería : 23que el Cristo había de padecer, y que por motivo de su resurrección de entre los muertos, El debía ser el primero en proclamar luz tanto al pueblo judío como a los gentiles.
24Mientras Pablo decía esto en su defensa, Festo dijo a gran voz: ¡Pablo, estás loco! ¡Tu mucho saber te está haciendo perder la cabeza ! 25Mas Pablo dijo: No estoy loco, excelentísimo Festo, sino que hablo palabras de verdad y de cordura. 26Porque el rey entiende estas cosas, y también le hablo con confianza, porque estoy persuadido de que él no ignora nada de esto; pues esto no se ha hecho en secreto. 27Rey Agripa, ¿crees en los profetas? Yo sé que crees. 28Y Agripa respondió a Pablo: En poco tiempo me persuadirás a que me haga cristiano. 29Y Pablo dijo: Quisiera Dios que, ya fuera en poco tiempo o en mucho, no sólo tú, sino también todos los que hoy me oyen, llegaran a ser tal como yo soy, a excepción de estas cadenas.
30Entonces el rey, el gobernador, Berenice y los que estaban sentados con ellos se levantaron, 31y mientras se retiraban, hablaban entre ellos, diciendo: Este hombre no ha hecho nada que merezca muerte o prisión. 32Y Agripa dijo a Festo: Podría ser puesto en libertad este hombre, si no hubiera apelado al César.
Nueva Biblia de las Américas
2“Con respecto a todo aquello de que los Judíos me acusan, me considero afortunado, oh rey Agripa, de poder presentar hoy mi defensa delante de usted, 3sobre todo, porque es experto en todas las costumbres y controversias entre los Judíos. Por lo cual le ruego que me escuche con paciencia.
4“Pues bien, todos los Judíos conocen mi vida desde mi juventud, que desde el principio transcurrió entre los de mi pueblo (mi nación) y en Jerusalén; 5puesto que ellos han sabido de mí desde hace mucho tiempo, si están dispuestos a testificar, que viví como Fariseo, de acuerdo con la secta más estricta de nuestra religión.
6“Y ahora soy sometido a juicio por la esperanza de la promesa hecha por Dios a nuestros padres: 7que nuestras doce tribus esperan alcanzar al servir fielmente a Dios noche y día. Y por esta esperanza, oh rey, soy acusado por los Judíos. 8¿Por qué se considera increíble entre ustedes que Dios resucite a los muertos?
9“Yo ciertamente había creído que debía hacer muchos males en contra del nombre de Jesús de Nazaret. 10Esto es precisamente lo que hice en Jerusalén. No sólo encerré en cárceles a muchos de los santos con la autoridad recibida de los principales sacerdotes, sino que también, cuando eran condenados a muerte, yo añadía mi voto. 11Castigándolos con frecuencia en todas las sinagogas, procuraba obligarlos a blasfemar, y enfurecido contra ellos, seguía persiguiéndolos aun hasta en las ciudades extranjeras.
12 “Ocupado en esto, cuando iba para Damasco con autoridad y comisión de los principales sacerdotes, 13al mediodía, oh rey, yendo de camino, vi una luz procedente del cielo más brillante que el sol, que resplandecía alrededor mío y de los que viajaban conmigo. 14Después de que todos caímos al suelo, oí una voz que me decía en el idioma Hebreo: ‘Saulo, Saulo, ¿por qué Me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón.’
15“Yo entonces dije: ‘¿Quién eres, Señor?’ Y el Señor dijo: ‘Yo soy Jesús a quien tú persigues. 16Pero levántate y ponte en pie; porque te he aparecido con el fin de designarte como ministro y testigo, no sólo de las cosas que has visto, sino también de aquéllas en que Me apareceré a ti. 17Te rescataré del pueblo Judío y de los Gentiles, a los cuales Yo te envío, 18para que les abras sus ojos a fin de que se conviertan de las tinieblas a la luz, y del dominio de Satanás a Dios, para que reciban, por la fe en Mí, el perdón de pecados y herencia entre los que han sido santificados.’
19“Por tanto, oh rey Agripa, no fui desobediente a la visión celestial, 20sino que anunciaba, primeramente a los que estaban en Damasco y también en Jerusalén, y después por toda la región de Judea, y aun a los Gentiles, que debían arrepentirse y volverse a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento.
21“Por esta causa, algunos Judíos me prendieron en el templo y trataron de matarme. 22Así que habiendo recibido ayuda de Dios, continúo hasta este día testificando tanto a pequeños como a grandes, no declarando más que lo que los profetas y Moisés dijeron que sucedería: 23que el Cristo (el Mesías) había de padecer, y que por motivo de Su resurrección de entre los muertos, El debía ser el primero en proclamar luz tanto al pueblo Judío como a los Gentiles.”
24Mientras Pablo decía esto en su defensa, Festo dijo a gran voz: “¡Pablo, estás loco! ¡Tu mucho saber te está haciendo perder la cabeza!” 25Pero Pablo le respondió: “No estoy loco, excelentísimo Festo, sino que hablo palabras de verdad y de cordura. 26Porque el rey entiende estas cosas, y también le hablo con confianza, porque estoy persuadido de que él no ignora nada de esto; pues esto no se ha hecho en secreto. 27Rey Agripa, ¿cree usted en los profetas? Yo sé que cree.”
28Entonces Agripa II le dijo a Pablo: “En poco tiempo me persuadirás a que me haga Cristiano.” 29Y Pablo contestó: “Quisiera Dios que, ya fuera en poco tiempo o en mucho, no sólo usted, sino también todos los que hoy me oyen, llegaran a ser tal como yo soy, a excepción de estas cadenas.”
30El rey, el gobernador, Berenice y los que estaban sentados con ellos se levantaron, 31y mientras se retiraban, hablaban entre sí, diciendo: “Este hombre no ha hecho nada que merezca muerte o prisión.” 32Agripa II le dijo a Festo: “Este hombre podría haber sido puesto en libertad, si no hubiera apelado al César.”
Nueva Versión Internacional
2?Rey Agripa, para mí es un privilegio presentarme hoy ante usted para defenderme de las acusaciones de los judíos, 3sobre todo porque usted está bien informado de todas las tradiciones y controversias de los judíos. Por eso le ruego que me escuche con paciencia.
4»Todos los judíos saben cómo he vivido desde que era niño, desde mi edad temprana entre mi gente y también en Jerusalén. 5Ellos me conocen desde hace mucho tiempo y pueden atestiguar, si quieren, que viví como fariseo, de acuerdo con la secta más estricta de nuestra religión. 6Y ahora me juzgan por la esperanza que tengo en la promesa que Dios hizo a nuestros antepasados. 7Esta es la promesa que nuestras doce tribus esperan alcanzar rindiendo culto a Dios con diligencia día y noche. Es por esta esperanza, oh rey, por lo que me acusan los judíos. 8¿Por qué les parece a ustedes increíble que Dios resucite a los muertos?
9»Pues bien, yo mismo estaba convencido de que debía hacer todo lo posible por combatir el nombre de Jesús de Nazaret. 10Eso es precisamente lo que hice en Jerusalén. Con la autoridad de los jefes de los sacerdotes metí en la cárcel a muchos de los santos y, cuando los mataban, yo manifestaba mi aprobación. 11Muchas veces anduve de sinagoga en sinagoga castigándolos para obligarlos a blasfemar. Mi obsesión contra ellos me llevaba al extremo de perseguirlos incluso en ciudades del extranjero.
12»En uno de esos viajes iba yo hacia Damasco con la autoridad y la comisión de los jefes de los sacerdotes. 13A eso del mediodía, oh rey, mientras iba por el camino, vi una luz del cielo, más refulgente que el sol, que con su resplandor nos envolvió a mí y a mis acompañantes. 14Todos caímos al suelo, y yo oí una voz que me decía en arameo: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? ¿Qué sacas con darte cabezazos contra la pared?” 15Entonces pregunté: “¿Quién eres, Señor?” “Yo soy Jesús, a quien tú persigues —me contestó el Señor—. 16Ahora, ponte en pie y escúchame. Me he aparecido a ti con el fin de designarte siervo y testigo de lo que has visto de mí y de lo que te voy a revelar. 17Te libraré de tu propio pueblo y de los gentiles. Te envío a estos 18para que les abras los ojos y se conviertan de las tinieblas a la luz, y del poder de Satanás a Dios, a fin de que, por la fe en mí, reciban el perdón de los pecados y la herencia entre los santificados”.
19»Así que, rey Agripa, no fui desobediente a esa visión celestial. 20Al contrario, comenzando con los que estaban en Damasco, siguiendo con los que estaban en Jerusalén y en toda Judea, y luego con los gentiles, a todos les prediqué que se arrepintieran y se convirtieran a Dios, y que demostraran su arrepentimiento con sus buenas obras. 21Solo por eso los judíos me prendieron en el templo y trataron de matarme. 22Pero Dios me ha ayudado hasta hoy, y así me mantengo firme, testificando a grandes y pequeños. No he dicho sino lo que los profetas y Moisés ya dijeron que sucedería: 23que el Cristo padecería y que, siendo el primero en resucitar, proclamaría la luz a su propio pueblo y a los gentiles».
25?No estoy loco, excelentísimo Festo —contestó Pablo—. Lo que digo es cierto y sensato. 26El rey está familiarizado con estas cosas, y por eso hablo ante él con tanto atrevimiento. Estoy convencido de que nada de esto ignora, porque no sucedió en un rincón. 27Rey Agripa, ¿cree usted en los profetas? ¡A mí me consta que sí!
Reina-Valera 1960
2Me tengo por dichoso, oh rey Agripa, de que haya de defenderme hoy delante de ti de todas las cosas de que soy acusado por los judíos. 3Mayormente porque tú conoces todas las costumbres y cuestiones que hay entre los judíos; por lo cual te ruego que me oigas con paciencia.
4Mi vida, pues, desde mi juventud, la cual desde el principio pasé en mi nación, en Jerusalén, la conocen todos los judíos; 5los cuales también saben que yo desde el principio, si quieren testificarlo, conforme a la más rigurosa secta de nuestra religión, viví fariseo. 6Y ahora, por la esperanza de la promesa que hizo Dios a nuestros padres soy llamado a juicio; 7promesa cuyo cumplimiento esperan que han de alcanzar nuestras doce tribus, sirviendo constantemente a Dios de día y de noche. Por esta esperanza, oh rey Agripa, soy acusado por los judíos. 8¡Qué! ¿Se juzga entre vosotros cosa increíble que Dios resucite a los muertos?
9Yo ciertamente había creído mi deber hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret; 10lo cual también hice en Jerusalén. Yo encerré en cárceles a muchos de los santos, habiendo recibido poderes de los principales sacerdotes; y cuando los mataron, yo di mi voto. 11Y muchas veces, castigándolos en todas las sinagogas, los forcé a blasfemar; y enfurecido sobremanera contra ellos, los perseguí hasta en las ciudades extranjeras.
12Ocupado en esto, iba yo a Damasco con poderes y en comisión de los principales sacerdotes, 13cuando a mediodía, oh rey, yendo por el camino, vi una luz del cielo que sobrepasaba el resplandor del sol, la cual me rodeó a mí y a los que iban conmigo. 14Y habiendo caído todos nosotros en tierra, oí una voz que me hablaba, y decía en lengua hebrea: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón. 15Yo entonces dije: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues. 16Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti, 17librándote de tu pueblo, y de los gentiles, a quienes ahora te envío, 18para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados.
19Por lo cual, oh rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial, 20sino que anuncié primeramente a los que están en Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento. 21Por causa de esto los judíos, prendiéndome en el templo, intentaron matarme. 22Pero habiendo obtenido auxilio de Dios, persevero hasta el día de hoy, dando testimonio a pequeños y a grandes, no diciendo nada fuera de las cosas que los profetas y Moisés dijeron que habían de suceder: 23Que el Cristo había de padecer, y ser el primero de la resurrección de los muertos, para anunciar luz al pueblo y a los gentiles.
24Diciendo él estas cosas en su defensa, Festo a gran voz dijo: Estás loco, Pablo; las muchas letras te vuelven loco. 25Mas él dijo: No estoy loco, excelentísimo Festo, sino que hablo palabras de verdad y de cordura. 26Pues el rey sabe estas cosas, delante de quien también hablo con toda confianza. Porque no pienso que ignora nada de esto; pues no se ha hecho esto en algún rincón. 27¿Crees, oh rey Agripa, a los profetas? Yo sé que crees. 28Entonces Agripa dijo a Pablo: Por poco me persuades a ser cristiano. 29Y Pablo dijo: ¡Quisiera Dios que por poco o por mucho, no solamente tú, sino también todos los que hoy me oyen, fueseis hechos tales cual yo soy, excepto estas cadenas!
30Cuando había dicho estas cosas, se levantó el rey, y el gobernador, y Berenice, y los que se habían sentado con ellos; 31y cuando se retiraron aparte, hablaban entre sí, diciendo: Ninguna cosa digna ni de muerte ni de prisión ha hecho este hombre. 32Y Agripa dijo a Festo: Podía este hombre ser puesto en libertad, si no hubiera apelado a César.
Biblia del Jubileo
1Entonces Agripa dijo a Pablo: Se te permite hablar por ti mismo. Pablo entonces, extendiendo la mano, comenzó a dar razón por sí, diciendo: 2Acerca de todas las cosas de que soy acusado por los judíos, oh rey Agripa, me tengo por bienaventurado de que haya hoy de defenderme delante de ti; 3mayormente sabiendo tú todas las costumbres y cuestiones que hay entre los judíos, por lo cual te ruego que me oigas con paciencia.
4Mi vida, pues, desde mi juventud, la cual desde el principio fue en mi nación, en Jerusalén, todos los judíos la saben; 5los cuales tienen ya conocido que yo desde el principio, si quieren testificarlo, conforme a la más perfecta secta de nuestra religión he vivido, fariseo. 6Y ahora, por la esperanza de la promesa hecha por Dios a nuestros padres, soy llamado en juicio; 7a la cual promesa nuestras doce tribus, sirviendo constantemente de día y de noche, esperan que han de llegar. Por esta esperanza, oh rey Agripa, soy acusado de los judíos. 8¡Qué! ¿Se juzga cosa increíble entre vosotros que Dios resucite los muertos?
9Yo ciertamente había pensado hacer muchas cosas contrarias contra el nombre de Jesús el Nazareno; 10lo cual también hice en Jerusalén, y yo encerré en cárceles a muchos de los santos, recibida potestad de los príncipes de los sacerdotes; y cuando los mataron, yo di mi voto. 11Y muchas veces, castigándolos por todas las sinagogas, los forcé a blasfemar; y enfurecido sobremanera contra ellos, los perseguí hasta en las ciudades extranjeras.
12En lo cual ocupado, yendo a Damasco con potestad y comisión de los príncipes de los sacerdotes, 13en mitad del día, oh rey, vi en el camino una luz del cielo, que sobrepujaba al resplandor del sol, la cual me rodeó y a los que iban conmigo. 14Y habiendo caído todos nosotros en tierra, oí una voz que me hablaba, y decía en lengua hebraica: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra los aguijones. 15Yo entonces dije: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor dijo: Yo Soy Jesús, a quien tú persigues. 16Mas levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto te he aparecido, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que apareceré a ti; 17librándote de este pueblo y de los gentiles, a los cuales ahora te envío, 18para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, remisión de pecados y herencia entre los santificados.
19Por lo cual, oh rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial: 20Antes anuncié primeramente a los que están en Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepintimiento. 21Por causa de esto los judíos, tomándome en el Templo, intentaron matarme. 22Mas ayudado del auxilio de Dios, persevero hasta el día de hoy, dando testimonio a pequeños y a grandes, no diciendo nada fuera de las cosas que los profetas y Moisés dijeron que habían de venir: 23Que el Cristo había de padecer, que había de ser el primero de la resurrección de los muertos, que había de anunciar luz a este pueblo y a los gentiles.
24Y diciendo él estas cosas, (y dando razón de sí) Festo a gran voz dijo: Estás loco, Pablo; las muchas letras te vuelven loco. 25Y Pablo dijo: No estoy loco, excelentísimo Festo, sino que hablo palabras de verdad y de templanza. 26Pues el rey sabe estas cosas, delante del cual también hablo confiadamente. Pues no pienso que ignora nada de esto; pues no ha sido esto hecho en algún rincón. 27¿Crees, rey Agripa, a los profetas? Yo sé que crees. 28Entonces Agripa dijo a Pablo: Por poco me persuades que me haga cristiano. 29Y Pablo dijo: ¡Deseo delante de Dios que por poco o por mucho, no solamente tú, sino también todos los que hoy me oyen, fueseis hechos tales cual yo soy, excepto estas prisiones! 30Y como hubo dicho estas cosas, se levantó el rey, y el gobernador, y Berenice, y los que se habían sentado con ellos; 31cuando se retiraron aparte, hablaban los unos a los otros, diciendo: Ninguna cosa digna ni de muerte, ni de prisión, hace este hombre. 32Y Agripa dijo a Festo: Podía este hombre ser suelto, si no hubiera apelado a César.