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Capítulo
1
2
3
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5
6
7
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12
13
14
15
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17
18
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22
23
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Verso
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
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21
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47
48
49
50
Lucas capitulo 7
La Biblia de las Américas
1
Cuando
Jesús
terminó todas sus palabras al pueblo que le oía, se fue a Capernaúm.
2
Y el siervo de cierto centurión, a quien éste apreciaba mucho, estaba enfermo y a punto de morir.
3
Al oír
hablar
de Jesús,
el centurión
envió a El unos ancianos de los judíos, pidiéndole que viniera y salvara a su siervo.
4
Cuando ellos llegaron a Jesús, le rogaron con insistencia, diciendo:
El centurión
es digno de que le concedas esto;
5
porque él ama a nuestro pueblo y fue él quien nos edificó la sinagoga.
6
Jesús iba con ellos, pero cuando ya no estaba lejos de la casa, el centurión envió a unos amigos, diciéndole: Señor, no te molestes más, porque no soy digno de que entres bajo mi techo;
7
por eso ni siquiera me consideré digno de ir a ti, tan sólo di la palabra y mi siervo será sanado.
8
Pues yo también soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes; y digo a éste: “Ve”, y va; y a otro: “Ven”, y viene; y a mi siervo: “Haz esto”, y lo hace.
9
Al oír esto, Jesús se maravilló de él, y volviéndose, dijo a la multitud que le seguía: Os digo que ni aun en Israel he hallado una fe tan grande.
10
Y cuando los que habían sido enviados regresaron a la casa, encontraron sano al siervo.
11
Aconteció poco después que
Jesús
fue a una ciudad llamada Naín; y sus discípulos iban con El acompañados por una gran multitud.
12
Y cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, he aquí, sacaban fuera a un muerto, hijo único de su madre, y ella era viuda; y un grupo numeroso de la ciudad estaba con ella.
13
Al verla, el Señor tuvo compasión de ella, y le dijo: No llores.
14
Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y
Jesús
dijo: Joven, a ti te digo: ¡Levántate!
15
El que había muerto se incorporó y comenzó a hablar, y
Jesús
se lo entregó a su madre.
16
El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta ha surgido entre nosotros, y: Dios ha visitado a su pueblo.
17
Y este dicho que se decía de El, se divulgó por toda Judea y por toda la región circunvecina.
18
Entonces los discípulos de Juan le informaron de todas estas cosas.
19
Y llamando Juan a dos de sus discípulos, los envió al Señor, diciendo: ¿Eres tú el que ha de venir, o esperamos a otro ?
20
Cuando los hombres llegaron a El, dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti, diciendo: “¿Eres tú el que ha de venir, o esperamos a otro?”
21
En esa misma hora curó a muchos de enfermedades y aflicciones, y malos espíritus, y a muchos ciegos les dio la vista.
22
Y respondiendo El, les dijo: Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: los CIEGOS RECIBEN LA VISTA, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos son resucitados
y a
los POBRES SE LES ANUNCIA EL EVANGELIO.
23
Y bienaventurado es el que no se escandaliza de mí.
24
Cuando los mensajeros de Juan se fueron,
Jesús
comenzó a hablar a las multitudes acerca de Juan: ¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento?
25
Mas, ¿qué salisteis a ver? ¿Un hombre vestido con ropas finas? Mirad, los que visten con esplendor y viven en deleites están en los palacios de los reyes.
26
Pero, ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Sí, os digo, y uno que es más que un profeta.
27
Este es aquel de quien está escrito: “HE AQUI, YO ENVIO MI MENSAJERO DELANTE DE TU FAZ, QUIEN PREPARARA TU CAMINO DELANTE DE TI.”
28
Os digo que entre los nacidos de mujer, no hay nadie mayor que Juan; sin embargo, el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él.
29
Cuando todo el pueblo y los recaudadores de impuestos
le
oyeron, reconocieron la justicia de Dios, siendo bautizados con el bautismo de Juan.
30
Pero los fariseos y los intérpretes de la ley rechazaron los propósitos de Dios para con ellos, al no ser bautizados por Juan.
31
¿A qué, entonces, compararé los hombres de esta generación, y a qué son semejantes?
32
Son semejantes a los muchachos que se sientan en la plaza y se llaman unos a otros, y dicen: “Os tocamos la flauta, y no bailasteis; entonamos endechas, y no llorasteis.”
33
Porque ha venido Juan el Bautista, que no come pan, ni bebe vino, y vosotros decís: “Tiene un demonio.”
34
Ha venido el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís: “Mirad, un hombre glotón y bebedor de vino, amigo de recaudadores de impuestos y de pecadores.”
35
Pero la sabiduría es justificada por todos sus hijos.
36
Uno de los fariseos le pedía que comiera con él; y entrando en la casa del fariseo, se sentó
a la mesa
.
37
Y he aquí, había en la ciudad una mujer que era pecadora, y cuando se enteró de que
Jesús
estaba sentado
a la mesa
en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume ;
38
y poniéndose detrás
de El
a sus pies, llorando, comenzó a regar sus pies con lágrimas y
los
secaba con los cabellos de su cabeza, besaba sus pies y
los
ungía con el perfume.
39
Pero al ver
esto
el fariseo que le había invitado, dijo para sí : Si éste fuera un profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, que es una pecadora.
40
Y respondiendo Jesús, le dijo: Simón, tengo algo que decirte: Y él dijo: Di, Maestro.
41
Cierto prestamista tenía dos deudores; uno
le
debía quinientos denarios y el otro cincuenta;
42
y
no teniendo ellos con qué pagar, perdonó generosamente a los dos. ¿Cuál de ellos, entonces, le amará más?
43
Simón respondió, y dijo: Supongo que aquel a quien le perdonó más. Y
Jesús
le dijo: Has juzgado correctamente.
44
Y volviéndose hacia la mujer, le dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Yo entré a tu casa
y
no me diste agua para los pies, pero ella ha regado mis pies con sus lágrimas y
los
ha secado con sus cabellos.
45
No me diste beso, pero ella, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies.
46
No ungiste mi cabeza con aceite, pero ella ungió mis pies con perfume.
47
Por lo cual te digo que sus pecados, que son muchos, han sido perdonados, porque amó mucho; pero a quien poco se le perdona, poco ama.
48
Y a ella le dijo: Tus pecados han sido perdonados.
49
Los que estaban sentados
a la mesa
con El comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste que hasta perdona pecados ?
50
Pero
Jesús
dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, vete en paz.
Nueva Biblia de las Américas
1
Cuando terminó todas Sus palabras (todo Su discurso) al pueblo que Le oía, Jesús se fue a Capernaúm.
2
Y el siervo de cierto centurión, a quien éste apreciaba mucho, estaba enfermo y a punto de morir.
3
Al oír
hablar
de Jesús, el centurión envió a El unos ancianos de los Judíos, pidiendo que viniera y salvara (sanara) a su siervo.
4
Cuando ellos llegaron a Jesús, Le rogaron con insistencia, diciendo: “El centurión es digno de que le concedas esto;
5
porque él ama a nuestro pueblo (nuestra nación) y fue él quien nos edificó la sinagoga.”
6
Jesús iba con ellos, pero cuando ya no estaba lejos de la casa, el centurión envió a unos amigos, diciendo: “Señor, no te molestes más, porque no soy digno de que Tú entres bajo mi techo;
7
por eso ni siquiera me consideré digno de ir a Ti, tan sólo di la palabra y mi siervo será sanado.
8
Pues yo también soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes; y digo a éste: ‘Ve,’ y va; y a otro: ‘Ven,’ y viene; y a mi siervo: ‘Haz esto,’ y lo hace.”
9
Al oír esto, Jesús se maravilló de él, y volviéndose, dijo a la multitud que Lo seguía: “Les digo que ni aun en Israel he hallado una fe tan grande.”
10
Cuando los que habían sido enviados regresaron a la casa, encontraron sano al siervo.
11
Aconteció poco después que Jesús fue a una ciudad llamada Naín; y Sus discípulos iban con El acompañados por una gran multitud.
12
Y cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban fuera a un muerto, hijo único de su madre, y ella era viuda; y un grupo numeroso de la ciudad estaba con ella.
13
Al verla, el Señor tuvo compasión de ella, y le dijo: “No llores.”
14
Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y Jesús dijo: “Joven, a ti te digo: ¡Levántate!”
15
El que había muerto se incorporó y comenzó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre.
16
El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios, diciendo: “Un gran profeta ha surgido entre nosotros.” También decían: “Dios ha visitado a Su pueblo.”
17
Este dicho que se decía de El, se divulgó por toda Judea y por toda la región circunvecina.
18
Entonces los discípulos de Juan le informaron de todas estas cosas.
19
Y llamando Juan a dos de sus discípulos, los envió a preguntar al Señor: “¿Eres Tú el que ha de venir, o esperamos a otro?”
20
Cuando los hombres llegaron a El, dijeron: “Juan el Bautista nos ha enviado para que Te preguntáramos: ‘¿Eres Tú el que ha de venir, o esperamos a otro?’”
21
En esa misma hora curó a muchos de enfermedades, aflicciones y malos espíritus, y a muchos ciegos les dio la vista.
22
Entonces El les respondió: “Vayan y cuenten a Juan lo que han visto y oído: los CIEGOS RECIBEN LA VISTA, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos son resucitados
y a
los POBRES SE LES ANUNCIA EL EVANGELIO.
23
Y bienaventurado es el que no se escandaliza de Mí.”
24
Cuando los mensajeros de Juan se fueron, Jesús comenzó a hablar a las multitudes acerca de Juan: “¿Qué salieron a ver en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento?
25
Pero, ¿qué salieron a ver? ¿Un hombre vestido con ropas finas? Miren, los que visten con esplendor y viven en deleites están en los palacios de los reyes.
26
Pero, ¿qué salieron a ver? ¿Un profeta? Sí, les digo, y uno que es más que un profeta.
27
Este es aquél de quien está escrito: ‘HE AQUI, YO ENVIO MI MENSAJERO DELANTE DE TI, QUIEN PREPARARA TU CAMINO DELANTE DE TI.’
28
Les digo que entre los nacidos de mujer, no hay nadie mayor que Juan; sin embargo, el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él.”
29
Al oír
esto
, todo el pueblo y los recaudadores de impuestos reconocieron la justicia de Dios, y fueron bautizados con el bautismo de Juan.
30
Pero los Fariseos y los intérpretes de la ley (expertos en la Ley de Moisés) rechazaron los propósitos de Dios para con ellos, al no ser bautizados por Juan.
31
“¿A qué, entonces, compararé los hombres de esta generación, y a qué son semejantes?
32
Son semejantes a los muchachos que se sientan en la plaza y se llaman unos a otros, y dicen: ‘Les tocamos la flauta, y no bailaron; entonamos endechas, y no lloraron.’
33
Porque ha venido Juan el Bautista, que no come pan, ni bebe vino, y ustedes dicen: ‘Tiene un demonio.’
34
Ha venido el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: ‘Miren, un hombre glotón y bebedor de vino, amigo de recaudadores de impuestos y de pecadores.’
35
Pero la sabiduría es justificada por todos sus hijos.”
36
Uno de los Fariseos pidió a Jesús que comiera con él; y entrando El en la casa del Fariseo, se sentó
a la mesa
.
37
Había en la ciudad una mujer que era pecadora, y cuando se enteró de que Jesús estaba sentado
a la mesa
en casa del Fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume;
38
y poniéndose detrás
de El
a Sus pies, llorando, comenzó a regar Sus pies con lágrimas y
los
secaba con los cabellos de su cabeza, besaba Sus pies y
los
ungía con el perfume.
39
Pero al ver
esto
el Fariseo que Lo había invitado, dijo para sí: “Si Este fuera un profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que Lo está tocando, que es una pecadora.”
40
Y Jesús le dijo: “Simón, tengo algo que decirte.”“Di, Maestro,” le contestó.
41
“Cierto prestamista tenía dos deudores; uno
le
debía 500 denarios (salario de 500 días) y el otro cincuenta;
42
y
no teniendo ellos con qué pagar, perdonó generosamente a los dos. ¿Cuál de ellos, entonces, lo amará más?”
43
“Supongo que aquél a quien le perdonó más,” respondió Simón. Y Jesús le dijo: “Has juzgado correctamente.”
44
Y volviéndose hacia la mujer, le dijo a Simón: “¿Ves esta mujer? Yo entré a tu casa
y
no Me diste agua para Mis pies, pero ella ha regado Mis pies con sus lágrimas y
los
ha secado con sus cabellos.
45
No Me diste beso, pero ella, desde que entré, no ha cesado de besar Mis pies.
46
No ungiste Mi cabeza con aceite, pero ella ungió Mis pies con perfume.
47
Por lo cual te digo que sus pecados, que son muchos, han sido perdonados, porque amó mucho; pero a quien poco se le perdona, poco ama.”
48
Entonces Jesús le dijo a la mujer: “Tus pecados han sido perdonados.”
49
Los que estaban sentados
a la mesa
con El comenzaron a decir entre sí: “¿Quién es Este que hasta perdona pecados?”
50
Pero Jesús dijo a la mujer: “Tu fe te ha salvado, vete en paz.”
Nueva Versión Internacional
1
Cuando terminó de hablar al pueblo, Jesús entró en Capernaúm.
2
Había allí un centurión, cuyo siervo, a quien él estimaba mucho, estaba enfermo, a punto de morir.
3
Como oyó hablar de Jesús, el centurión mandó a unos dirigentes de los judíos a pedirle que fuera a sanar a su siervo.
4
Cuando llegaron ante Jesús, le rogaron con insistencia: ?Este hombre merece que le concedas lo que te pide:
5
aprecia tanto a nuestra nación que nos ha construido una sinagoga.
6
Así que Jesús fue con ellos. No estaba lejos de la casa cuando el centurión mandó unos amigos a decirle: ?Señor, no te tomes tanta molestia, pues no merezco que entres bajo mi techo.
7
Por eso ni siquiera me atreví a presentarme ante ti. Pero, con una sola palabra que digas, quedará sano mi siervo.
8
Yo mismo obedezco órdenes superiores y, además, tengo soldados bajo mi autoridad. Le digo a uno: “Ve”, y va, y al otro: “Ven”, y viene. Le digo a mi siervo: “Haz esto”, y lo hace.
9
Al oírlo, Jesús se asombró de él y, volviéndose a la multitud que lo seguía, comentó: ?Les digo que ni siquiera en Israel he encontrado una fe tan grande.
10
Al regresar a casa, los enviados encontraron sano al siervo.
11
Poco después Jesús, en compañía de sus discípulos y de una gran multitud, se dirigió a un pueblo llamado Naín.
12
Cuando ya se acercaba a las puertas del pueblo, vio que sacaban de allí a un muerto, hijo único de madre viuda. La acompañaba un grupo grande de la población.
13
Al verla, el Señor se compadeció de ella y le dijo: ?No llores.
14
Entonces se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron, y Jesús dijo: ?Joven, ¡te ordeno que te levantes!
15
El muerto se incorporó y comenzó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre.
16
Todos se llenaron de temor y alababan a Dios. ?Ha surgido entre nosotros un gran profeta —decían—. Dios ha venido en ayuda de su pueblo.
17
Así que esta noticia acerca de Jesús se divulgó por toda Judea y por todas las regiones vecinas.
18
Los discípulos de Juan le contaron todo esto. Él llamó a dos de ellos
19
y los envió al Señor a preguntarle: ?¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?
20
Cuando se acercaron a Jesús, ellos le dijeron: ?Juan el Bautista nos ha enviado a preguntarte: “¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?”
21
En ese mismo momento Jesús sanó a muchos que tenían enfermedades, dolencias y espíritus malignos, y les dio la vista a muchos ciegos.
22
Entonces les respondió a los enviados: ?Vayan y cuéntenle a Juan lo que han visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los que tienen lepra son sanados, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncian las buenas nuevas.
23
Dichoso el que no tropieza por causa mía.
24
Cuando se fueron los enviados, Jesús comenzó a hablarle a la multitud acerca de Juan: «¿Qué salieron a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento?
25
Si no, ¿qué salieron a ver? ¿A un hombre vestido con ropa fina? Claro que no, pues los que se visten ostentosamente y llevan una vida de lujo están en los palacios reales.
26
Entonces, ¿qué salieron a ver? ¿A un profeta? Sí, les digo, y más que profeta.
27
Este es de quien está escrito: »“Yo estoy por enviar a mi mensajero delante de ti, el cual preparará el camino”.
28
Les digo que entre los mortales no ha habido nadie más grande que Juan; sin embargo, el más pequeño en el reino de Dios es más grande que él».
29
Al oír esto, todo el pueblo, y hasta los recaudadores de impuestos, reconocieron que el camino de Dios era justo, y fueron bautizados por Juan.
30
Pero los fariseos y los expertos en la ley no se hicieron bautizar por Juan, rechazando así el propósito de Dios respecto a ellos.
31
«Entonces, ¿con qué puedo comparar a la gente de esta generación? ¿A quién se parecen ellos?
32
Se parecen a niños sentados en la plaza que se gritan unos a otros: »“Tocamos la flauta, y ustedes no bailaron; entonamos un canto fúnebre, y ustedes no lloraron”.
33
Porque vino Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y ustedes dicen: “Tiene un demonio”.
34
Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y ustedes dicen: “Este es un glotón y un borracho, amigo de recaudadores de impuestos y de pecadores”.
35
Pero la sabiduría queda demostrada por los que la siguen».
36
Uno de los fariseos invitó a Jesús a comer, así que fue a la casa del fariseo y se sentó a la mesa.
37
Ahora bien, vivía en aquel pueblo una mujer que tenía fama de pecadora. Cuando ella se enteró de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de alabastro lleno de perfume.
38
Llorando, se arrojó a los pies de Jesús, de manera que se los bañaba en lágrimas. Luego se los secó con los cabellos; también se los besaba y se los ungía con el perfume.
39
Al ver esto, el fariseo que lo había invitado dijo para sí: «Si este hombre fuera profeta, sabría quién es la que lo está tocando, y qué clase de mujer es: una pecadora».
40
Entonces Jesús le dijo a manera de respuesta: ?Simón, tengo algo que decirte. ?Dime, Maestro —respondió.
41
?Dos hombres le debían dinero a cierto prestamista. Uno le debía quinientas monedas de plata, y el otro cincuenta.
42
Como no tenían con qué pagarle, les perdonó la deuda a los dos. Ahora bien, ¿cuál de los dos lo amará más?
43
?Supongo que aquel a quien más le perdonó —contestó Simón. ?Has juzgado bien —le dijo Jesús.
44
Luego se volvió hacia la mujer y le dijo a Simón: ?¿Ves a esta mujer? Cuando entré en tu casa, no me diste agua para los pies, pero ella me ha bañado los pies en lágrimas y me los ha secado con sus cabellos.
45
Tú no me besaste, pero ella, desde que entré, no ha dejado de besarme los pies.
46
Tú no me ungiste la cabeza con aceite, pero ella me ungió los pies con perfume.
47
Por esto te digo: si ella ha amado mucho, es que sus muchos pecados le han sido perdonados. Pero a quien poco se le perdona, poco ama.
48
Entonces le dijo Jesús a ella: ?Tus pecados quedan perdonados.
49
Los otros invitados comenzaron a decir entre sí: «¿Quién es este, que hasta perdona pecados?»
50
?Tu fe te ha salvado —le dijo Jesús a la mujer—; vete en paz.
Reina-Valera 1960
1
Después que hubo terminado todas sus palabras al pueblo que le oía, entró en Capernaum.
2
Y el siervo de un centurión, a quien éste quería mucho, estaba enfermo y a punto de morir.
3
Cuando el centurión oyó hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, rogándole que viniese y sanase a su siervo.
4
Y ellos vinieron a Jesús y le rogaron con solicitud, diciéndole: Es digno de que le concedas esto;
5
porque ama a nuestra nación, y nos edificó una sinagoga.
6
Y Jesús fue con ellos. Pero cuando ya no estaban lejos de la casa, el centurión envió a él unos amigos, diciéndole: Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo;
7
por lo que ni aun me tuve por digno de venir a ti; pero dí la palabra, y mi siervo será sano.
8
Porque también yo soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.
9
Al oír esto, Jesús se maravilló de él, y volviéndose, dijo a la gente que le seguía: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe.
10
Y al regresar a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo que había estado enfermo.
11
Aconteció después, que él iba a la ciudad que se llama Naín, e iban con él muchos de sus discípulos, y una gran multitud.
12
Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la cual era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad.
13
Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores.
14
Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti te digo, levántate.
15
Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó a hablar. Y lo dio a su madre.
16
Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo.
17
Y se extendió la fama de él por toda Judea, y por toda la región de alrededor.
18
Los discípulos de Juan le dieron las nuevas de todas estas cosas. Y llamó Juan a dos de sus discípulos,
19
y los envió a Jesús, para preguntarle: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro?
20
Cuando, pues, los hombres vinieron a él, dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti, para preguntarte: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro?
21
En esa misma hora sanó a muchos de enfermedades y plagas, y de espíritus malos, y a muchos ciegos les dio la vista.
22
Y respondiendo Jesús, les dijo: Id, haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio;
23
y bienaventurado es aquel que no halle tropiezo en mí.
24
Cuando se fueron los mensajeros de Juan, comenzó a decir de Juan a la gente: ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento?
25
Mas ¿qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que tienen vestidura preciosa y viven en deleites, en los palacios de los reyes están.
26
Mas ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta.
27
Éste es de quien está escrito: He aquí, envío mi mensajero delante de tu faz, El cual preparará tu camino delante de ti.
28
Os digo que entre los nacidos de mujeres, no hay mayor profeta que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él.
29
Y todo el pueblo y los publicanos, cuando lo oyeron, justificaron a Dios, bautizándose con el bautismo de Juan.
30
Mas los fariseos y los intérpretes de la ley desecharon los designios de Dios respecto de sí mismos, no siendo bautizados por Juan.
31
Y dijo el Señor: ¿A qué, pues, compararé los hombres de esta generación, y a qué son semejantes?
32
Semejantes son a los muchachos sentados en la plaza, que dan voces unos a otros y dicen: Os tocamos flauta, y no bailasteis; os endechamos, y no llorasteis.
33
Porque vino Juan el Bautista, que ni comía pan ni bebía vino, y decís: Demonio tiene.
34
Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís: Éste es un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores.
35
Mas la sabiduría es justificada por todos sus hijos.
36
Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa.
37
Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume;
38
y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume.
39
Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Éste, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora.
40
Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Di, Maestro.
41
Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta;
42
y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más?
43
Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado.
44
Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos.
45
No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies.
46
No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies.
47
Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama.
48
Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados.
49
Y los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste, que también perdona pecados?
50
Pero él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, ve en paz.
Biblia del Jubileo
1
Y como acabó todas sus palabras oyéndole el pueblo, entró en Capernaum.
2
Y el siervo de un centurión, al cual tenía él en estima, estaba enfermo y a punto de morir.
3
Y cuando oyó
hablar
de JESÚS, envió a él los ancianos de los judíos, rogándole que viniese y librase a su siervo.
4
Y viniendo ellos a Jesús, le rogaron con diligencia, diciéndole: Porque es digno de concederle esto;
5
que ama nuestra nación, y él nos edificó una sinagoga.
6
Y Jesús fue con ellos. Pero cuando ya no estuviesen lejos de su casa, envió el centurión amigos a él, diciéndole: Señor, no te incomodes, que no soy digno que entres debajo de mi tejado;
7
por lo cual ni aun me tuve por digno de venir a ti; mas di la palabra, y mi siervo será sano.
8
Porque también yo soy
hombre
puesto en potestad, que tengo debajo de mí soldados; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y
lo
hace.
9
Lo cual oyendo Jesús, se maravilló de él, y vuelto, dijo a las personas que le seguían: Os digo
que
ni aun en Israel he hallado tanta fe.
10
Y vueltos a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo que había estado enfermo.
11
Y aconteció el día después, que
él
iba a la ciudad que se llama Naín, e iban con él muchos de sus discípulos, y gran multitud.
12
Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban
fuera
a un difunto, unigénito de su madre, la cual también era viuda; y había con ella grande compañía de la ciudad.
13
Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores.
14
Y acercándose, tocó el féretro; y los que
lo
llevaban, pararon. Y dice: Joven, a ti digo, levántate.
15
Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó a hablar. Y lo dio a su madre.
16
Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Que un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y que Dios ha visitado a su pueblo.
17
Y salió esta palabra de él por toda Judea, y por toda la tierra de alrededor.
18
Y los discípulos de Juan le dieron las nuevas de todas estas cosas; y llamó Juan a dos de sus discípulos,
19
y envió a Jesús, diciendo: ¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro?
20
Y como los hombres vinieron a él, dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti, diciendo: ¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro?
21
Y en la misma hora sanó a muchos de enfermedades y plagas, y de espíritus malos; y a muchos ciegos dio la vista.
22
Y respondiendo Jesús, les dijo: Id, dad las nuevas a Juan de lo que habéis visto y oído: que los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos resucitan, a los pobres es anunciado el Evangelio:
23
y bienaventurado es el que no fuere escandalizado en mí.
24
Cuando se fueron los mensajeros de Juan, comenzó a hablar de Juan a la multitud: ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña que es agitada por el viento?
25
Mas ¿qué salisteis a ver? ¿Un hombre cubierto de vestidos delicados? He aquí, los que están en vestido precioso, y viven en delicias, en los palacios de los reyes están.
26
Mas ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? También os digo, y aun más que profeta.
27
Este es de quien está escrito: He aquí, envío mi ángel delante de tu faz, El cual aparejará tu camino delante de ti.
28
Porque os digo que entre los nacidos de mujeres, no hay mayor profeta que Juan el Bautista; mas el más pequeño en el Reino de Dios es mayor que él.
29
Y todo el pueblo oyéndole, y los publicanos, justificaron a Dios, bautizándose con el bautismo de Juan.
30
Mas los fariseos y los sabios de la ley, desecharon el consejo de Dios contra sí mismos, no siendo bautizados de él.
31
Y dice el Señor: ¿A quién, pues, compararé los hombres de esta generación, y a qué son semejantes?
32
Semejantes son a los muchachos sentados en la plaza, y que dan voces los unos a los otros, y dicen: Os tañimos con flautas, y no bailasteis; os endechamos, y no llorasteis.
33
Porque vino Juan el Bautista, que ni comía pan, ni bebía vino, y decís: Demonio tiene.
34
Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: He aquí un hombre comilón, y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores.
35
Mas la sabiduría es justificada de todos sus hijos.
36
Y le rogó uno de los fariseos, que comiese con él. Y entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa.
37
Y he aquí una mujer que había sido pecadora en la ciudad, cuando entendió que estaba a la mesa en casa de aquel fariseo, trajo un alabastro de ungüento,
38
Y estando detrás a sus pies, comenzó llorando a regar con lágrimas sus pies, y los limpiaba con los cabellos de su cabeza; y besaba sus pies, y
los
ungía con el ungüento.
39
Y como vio
esto
el fariseo que le había convidado, habló entre sí, diciendo: Este, si fuera profeta, conocería quién y cuál es la mujer que le toca, que es pecadora.
40
Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él dice: Di, Maestro.
41
Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta;
42
y no teniendo ellos con qué pagar, soltó
la deuda
a ambos. Di, pues, ¿cuál de éstos le amará más?
43
Y respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel al cual soltó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado.
44
Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, no diste agua para mis pies; y ésta ha regado mis pies con lágrimas, y
los
ha limpiado con los cabellos de su cabeza.
45
No me diste beso, y ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies.
46
No ungiste mi cabeza con óleo; y ésta ha ungido con ungüento mis pies.
47
Por lo cual te digo
que
sus muchos pecados
le
son perdonados, porque amó mucho; mas al que se perdona poco, poco ama.
48
Y a ella dijo: Los pecados te son perdonados.
49
Y los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste, que también perdona pecados?
50
Y dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, ve en paz.
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