¿Qué significa Marcos 1:26?
Aunque las personas poseídas por demonios en la Biblia a menudo parecen estar sufriendo de lo que consideraríamos una enfermedad física o mental, Marcos hace distinciones específicas. Los demonios a menudo imponen una fuerza inusual en sus víctimas (Marcos 5:4) y dañan a la persona de las que salen (Marcos 9:26). Los demonios también tienen información que la persona no tendría normalmente, y protestan verbalmente ante la presencia de Jesús (Marcos 1:24; 5:7). Aquellos que son curados de dolencias físicas buscan sinceramente la presencia de Jesús (Marcos 1:32) y se recuperan poco a poco (Marcos 1:31; 5:29).Marcos describe al demonio como un "espíritu impuro". Es un "espíritu" porque los demonios, así como los ángeles, no viven principalmente en el mundo físico. "Espíritu" viene del griego pneuma, que también significa "aliento" o "viento", algo que describe cómo los demonios no son seres corpóreos.
En el sentido ceremonial, "impuro" proviene de la palabra akathartos, lo cual es un eufemismo que se utiliza para nombrar algo que es pecaminoso, sucio y debe evitarse si uno quiere adorar a Dios adecuadamente. Representa el estado opuesto de alguien que se somete y sirve a su Creador. La Ley Mosaica enumera muchas cosas que hacen que alguien sea lo suficientemente "impuro" como para que no se le permita entrar al templo, pero no todas ellas son pecado, y es interesante notar que las personas poseídas por demonios en la Biblia no son acusadas de ser pecaminosas. Los demonios, sin embargo, se caracterizan como seres impuros, ya que no adoran a Dios, y deberían ser evitados por cualquiera que diga ser un seguidor de Cristo.
Jesús no quiere que Su declaración como Mesías comience a expandirse gracias al testimonio de un espíritu impuro. Entonces, Jesús silencia y destierra al demonio para evitar que lo identifique como el Mesías. Incluso si un demonio tiene conocimiento acerca de Dios que nosotros no tenemos, seguramente usará ese conocimiento para tratar de frustrar el plan que Dios tiene para nosotros. Dios promete darnos la sabiduría que necesitamos si solo se la pedimos (Santiago 1:5).