Capítulo
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Marcos 10:51

LBLA Y dirigiéndose a él, Jesús le dijo: ¿Qué deseas que haga por ti? Y el ciego le respondió: Raboní, que recobre la vista.
NBLA Y dirigiéndose a él, Jesús le preguntó: “¿Qué deseas que haga por ti?” Y el ciego Le respondió: “Raboní (Mi Maestro), que recobre la vista.”
NVI ?¿Qué quieres que haga por ti? —le preguntó. ?Rabí, quiero ver —respondió el ciego.
RV1960 Respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista.
JBS Y respondiendo Jesús, le dice: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dice: Maestro, que reciba la vista.

¿Qué significa Marcos 10:51?

Esta es la misma pregunta que Jesús les hizo a Jacobo y Juan cuando querían posiciones importantes en Su reino (Marcos 10:35–37). Pedirle cosas a Dios no está mal; Jesús dice: "pidan, y se les dará…" (Mateo 7:7). Pero Santiago, el medio hermano de Jesús, el pastor de la iglesia en Jerusalén advierte: "…cuando piden algo, no lo reciben porque lo piden con malas intenciones, para gastarlo en sus propios placeres" (Santiago 4:3). Cuando oramos y le pedimos a Dios que satisfaga nuestros deseos, debemos darle permiso para profundizar en nuestra petición; quizás podemos tener motivos puros, como Bartimeo, quien reconoce su total dependencia de Jesús, o quizás estemos tratando de usar a Jesús para nuestro propio beneficio. De cualquier manera, nuestra conversación con Dios nos ayuda a crecer espiritualmente.

"Rabboni", como aparece en griego, es una variante de la palabra rabino, pero que tiene un sentido más fuerte de señor y amo. La única vez, además de ésta, que se usa en la Biblia es cuando María Magdalena se encuentra con Jesús después de la resurrección (Juan 20:16). Los eruditos se preguntan si Bartimeo estaba siendo especialmente cortés, para que Jesús lo sanara, o si realmente entendía que Jesús era el Mesías, el Hijo de David (Marcos 10:47–48).

A Jesús le gusta interactuar directa y personalmente con las personas que cura, pero la fe y el entusiasmo de Bartimeo acortan su encuentro. A diferencia del sordo de Decápolis (Marcos 7:31–37) y el ciego de Betsaida (Marcos 8:22–26), Jesús no tiene que apartar a Bartimeo para protegerlo de la multitud o hacerle saber lo que está sucediendo. Bartimeo está listo y Jesús lo sana (Marcos 10:52).
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