¿Qué significa Marcos 14:57?
El juicio contra Jesús ante el Sanedrín es una farsa a muchos niveles diferentes.Primero está la motivación para el juicio. Desde el comienzo de Su ministerio, los fariseos han querido que Jesús sea asesinado porque rechaza sus tradiciones, las cuales se añadieron a la ley original de Moisés. Los herodianos temen que lidere un levantamiento contra Herodes Antipas, su tetrarca (Marcos 3: 6). Los saduceos temen que amenace su buena relación con Roma. Los ancianos, en su mayoría comerciantes y hombres de negocios, se resienten de que Jesús derribara los puestos en el Patio de los Gentiles (Marcos 11:15–19). El juicio no tiene nada que ver con Jesús quebrantando la ley, sino que tiene que ver con cómo Jesús amenaza sus posiciones en el mundo.
En segundo lugar, el juicio en sí es ilegal. El propósito de un juicio es determinar "si" el acusado estaba involucrado en un delito conocido, utilizando testigos y pruebas. Este juicio se produce al revés: presume que Jesús ha cometido algún crimen y busca justificar ese prejuicio.
En tercer lugar, mientras el Sanedrín intenta encontrar dos testigos que estén de acuerdo sobre cómo Jesús cometió un delito capital, esos testigos están cometiendo un delito capital. En la sección de la ley mosaica sobre testigos falsos, se dice: "si el testigo resulta ser falso, y falsamente acusa a su hermano, entonces se hará con él lo que él había pensado hacer con su hermano. Así quitarás el mal de en medio de ti" (Deuteronomio 19:18–19). Los testigos intentan deliberadamente condenar a Jesús por un delito capital; dado que su testimonio es falso, deben ser ejecutados, conforme a la ley.
Finalmente, mientras la autoridad romana gobierne sobre el territorio judío, los judíos no pueden ejecutar a nadie. La participación del Sanedrín podría justificar sus actos ante el pueblo judío, pero elimina la posibilidad de que maten a Jesús en secreto; con Su popularidad, tales noticias eventualmente llegarían a oídos romanos y tendrían como resultado consecuencias inesperadas. Debido a la naturaleza pública de estos eventos, los romanos tendrían que ejecutar una sentencia de muerte real; pero eso, a su vez, hace que cualquier blasfemia que el Sanedrín relacione con Jesús sea inútil, ya que a los romanos no les importa el Dios judío (Juan 18:33–35). El Sanedrín tendrá que inventarse una acusación civil completamente diferente para convencer al gobernador, Pilato, de que ejecutara a Jesús.
Irónicamente, el sumo sacerdote, Caifás, ya compartió la verdadera razón del juicio antes cuando los líderes judíos se reunieron para conspirar contra Jesús: "ustedes no saben nada, ni se dan cuenta de que nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca" (Juan 11:49–50). Dios lo inspiró a decir estas palabras, pero no por una razón que asumiera el mismo Caifás. Dios no envió a Jesús hacia la muerte para evitar que los romanos destruyeran Jerusalén, sino que envió Jesús hacia la muerte para que los pecados del mundo pudieran ser perdonados (Juan 11:51–52).