¿Qué significa Marcos 15:10?

El consejo gobernante judío, llamado Sanedrín, está compuesto por varios grupos diferentes. Los principales sacerdotes son sacerdotes de alto rango que tienen una gran influencia. Los ancianos son hombres de negocios influyentes de Jerusalén. Los escribas son abogados: expertos en la ley mosaica. Un escriba puede pertenecer a cualquier secta religiosa judía, pero la mayoría en el Sanedrín son saduceos, que tienen una visión conservadora de la ley mosaica y dan la bienvenida a la paz y prosperidad que trajo la ocupación romana. Una minoría de los escribas son fariseos: aquellos que confían más en la ley oral extrabíblica. Los fariseos han tenido problemas con Jesús desde el comienzo de Su ministerio (Marcos 2:6–7; 3:6).

Jesús se ha enfrentado a todos estos grupos durante Su ministerio de tres años. De hecho, se enfrentó a todos ellos en la última semana (Marcos 11:15–12: 40). Poco después de entrar en Jerusalén, Jesús derribó las mesas de los cambistas y los mercaderes de palomas que obstruían el patio donde se les permitía a los gentiles adorar a Dios. Algunos eruditos creen que estos mercados eran propiedad de los ancianos de los que se habla aquí. Cuando los principales sacerdotes desafiaron la autoridad de Jesús, él les mostró su propia hipocresía al tratar de hacer que declararan públicamente si Juan el Bautista era un profeta o no. Si admitían que lo era, tendrían que admitir que Jesús es el Mesías, pero si decían que no lo era, se arriesgaban a incitar la ira de la multitud, por lo que se negaron a responder. Cuando los saduceos, que supuestamente seguían fielmente la ley mosaica, le pidieron a Jesús que demostrara que la resurrección es verdad, Jesús lo hizo citando a Dios mismo, porque Dios es el Dios de los vivos y no de los muertos.

Jesús condenó a los fariseos más que a nadie (Mateo 23:1–36). A lo largo de Su ministerio, ha condenado su amor por las tradiciones hechas por el hombre más que por la ley de Dios, sobre todo en Marcos 7:1–23. En el patio del templo, habló en contra de su legalismo, su hipocresía y sus erróneas prioridades. Sus tradiciones y arrogancia no solo provienen del mismo mal que mató a los profetas de Dios en el pasado, sino que conducen a sus seguidores hacia el infierno.

Todos los miembros del Sanedrín tienen motivos para envidiar a Jesús. Especialmente agravante es el número de judíos que lo consideran un gran maestro. Los principales sacerdotes pueden tener más razón que cualquier otro. Sus ceremonias y posiciones están tan contaminadas por la política, el miedo a perder el poder y el orgullo, que pocos recuerdan cómo adorar y servir a Dios con honestidad. Jesús, un viajero desempleado y sin hogar, no solo tiene una autoridad que los sacerdotes nunca podrían alcanzar, sino que tiene el amor y la aprobación de Dios. Aunque los líderes religiosos tienen toda la información básica que necesitan, se niegan a aceptar que él es el Mesías.