¿Qué significa Marcos 3:11?
El capítulo 3 de Marcos describe las diferentes reacciones de las personas cuando tienen un encuentro con Jesús. Hasta ahora, los fariseos y los herodianos han planeado matarlo (Marcos 3:6), y la gente común lo ha acosado mientras buscaban curarse (Marcos 3:7–10). Aquí se nos muestran las reacciones de los demonios."Impuro" es una palabra común para describir algo que está en contra de la Ley Mosaica, específicamente en contra de las regulaciones ceremoniales. Según la ley dietética judía, cosas como la carne de cerdo y los mariscos son impuros. Ciertos actos y enfermedades biológicas hacen que las personas sean impuras hasta que se lavan (Levítico 11:25), completan un tiempo de cuarentena (Levítico 11:24) y/o se sanan (Levítico 13).
Un "espíritu impuro", aquí, simplemente se refiere a un demonio: un ángel caído. Estos seres hacen un contraste con los ángeles de Dios, quienes sí son seres puros. Los espíritus impuros aquí no solo flotan libremente, sino que están apegados a las personas. La Biblia no entra en demasiados detalles sobre la posesión demoníaca, aunque parece haber sido común durante la era de Cristo, y algunos demonios fueron los responsables de algunas enfermedades físicas o mentales. Aunque Jesús podía distinguir entre un demonio y una condición fisiológica o psicológica, eso no significa que nosotros podamos hacer lo mismo. A veces la posesión de un demonio puede ser obvia. Sin embargo, la mayoría de las veces, no deberíamos esperar que haya un demonio detrás de cada problema.
Así como Jesús discierne a los demonios, ellos saben también quién es él, ya que el hecho de llamarlo por su nombre parece ser una compulsión que los demonios no pueden evitar. En Marcos 1:24, uno de ellos llama a Jesús "el Santo de Dios". La gente tiene fe en que Jesús puede sanarlos, pero no lo tratan con reverencia: lo empujan y lo apretujan, tratando de tocarlo, hasta el punto en el que tiene que preparar un bote en caso de que las cosas se vuelvan más peligrosas (Marcos 3:9). Los demonios, sin embargo, se postran ante él, reconociendo Su identidad y autoridad. Los demonios no lo siguen (Santiago 2:19), pero sabiendo quién es él, no tienen más remedio que adorarlo y temerlo. Este mismo miedo mantiene a los seguidores de Cristo a salvo de las posesiones demoníacas.