¿Qué significa Marcos 5:28?
La creencia de la mujer de que será sanada al tocar el manto de Jesús es similar a las creencias mágicas grecorromanas, pero también tiene paralelismos con otras partes de las Escrituras. Las personas se curan tocando el manto de Jesús en Genesaret (Mateo 14:34–36) y otros lugares (Lucas 6:17–19). Después de la ascensión de Jesús y el día de Pentecostés, las personas aparentemente se curan simplemente estando a la sombra de Pedro (Hechos 5:12–16); y los paños que Pablo toca sirven como "recipientes" para sanar a los enfermos y liberar a las personas de la posesión demoníaca (Hechos 19:11–12).Aún existe mucho debate sobre si la mujer tocó el manto de Jesús debido a su fe o por mera superstición. La historia de la fe del centurión muestra que quizás pudo haber un poco de las dos. El centurión no solo tiene fe en que Jesús puede sanar a su sirviente, sino que comprende que la autoridad y el poder de Jesús son tales que puede hacerlo desde la distancia con solo una palabra (Mateo 8:5–13). Mientras el centurión considera la palabra de Jesús como una expresión de Su autoridad, la mujer ve Su manto como un conducto de Su poder. Esto enfatiza una idea que se explora en otra parte de la Biblia: la fe es válida solo cuando se tiene sobre algo en lo que podemos confiar. La fe en Dios es efectiva porque nos hace confiar en algo real y verdadero. Incluso si el razonamiento exacto detrás de la fe de esta mujer era menos que perfecto, ella confiaba en algo legítimo y real, y por eso llegó a curarse.
Esto también nos da una idea interesante sobre cómo funciona la salvación de Jesús. A las personas nos gusta seguir pequeños rituales, como orar acerca de la salvación o ir hacia el altar cuando se nos llama. Jesús tiene claro que la salvación ocurre a través de la gracia, por fe (Efesios 2:8), pero, aunque Jesús elogia al centurión por confiar en que Jesús puede hacer un milagro con el mero hecho de pronunciar una palabra, nunca condena a los demás por querer que Jesús mismo los tocara. Si nuestra fe es tal que nos sentimos más cómodos expresándola a través de una tradición cultural, Jesús no permite que esa creencia anule la fe misma. En realidad, todos nosotros buscamos actos que nos brinden garantías y momentos definitorios que demuestren Su gracia, lo que hace que nos olvidemos de la simplicidad de la fe que el ladrón tuvo mientras colgaba en la cruz (Lucas 23:39–43). Debido a esa misma gracia, Jesús acepta nuestra fe esté donde esté.