¿Qué significa Marcos 8:11?
Los tiempos verbales de los verbos en el texto sugieren que Jesús y los fariseos han estado discutiendo durante algún tiempo antes de que los fariseos le exijan una señal. Mateo 16:1 dice que los saduceos también están allí, a menos que este sea un día diferente. Las "señales" son milagros realizados por los profetas de Dios para validar su autoridad como portavoces de Dios. Los fariseos ya han presenciado algunas curaciones, incluidas las curaciones de ciegos y sordos, y los exorcismos, pero quieren algo más extremo, una "señal del cielo" literal que pruebe que la autoridad de Jesús viene de Dios y no de Satanás (Marcos 3:22–30). Quieren algo como lo que Elías hizo, quien hizo caer fuego desde el cielo para quemar su sacrifico (1 Reyes 18:36–38) Cualquiera que sea la señal específica, quieren algo que demuestre que Jesús es el Mesías de Dios que los ayudará a librarse de Roma. En cambio, Jesús regaña a los fariseos por el hecho de que ellos pueden comprender las señales climáticas y lo que éstas conllevan, pero no pueden entender las profecías del Antiguo Testamento (Mateo 16:2–3).La petición de una señal hace un paralelismo con la segunda tentación de Jesús (Mateo 4:5–7). Satanás había sugerido que Jesús se arrojara desde el pináculo del templo. Si lo hubiera hecho, Jesús habría demostrado que Dios lo consideraba como alguien importante frente a los líderes religiosos. La misma historia nos lleva a pensar que los líderes religiosos habrían encontrado alguna forma de "demostrar" que Satanás estaba detrás del milagro en sí (Marcos 3:22), y la gente habría tratado de hacer a Jesús su rey (Juan 6:15). Ninguna de las respuestas habría servido para cumplir el propósito de Dios. Jesús se enfrentará a esta tentación nuevamente mientras está en la cruz (Marcos 15:29–32).
En la actualidad, nosotros tenemos personas en nuestras propias vidas que tienen el mismo corazón endurecido, ya que consideran que siempre va a haber algo en la Biblia que les arrebatará su libertad o autoridad y, por tanto, eligen rechazar a Jesús por esas razones. En lugar de someterse a toda la evidencia que indica que Jesús era quien dijo que era, cierran los oídos, los ojos y su comprensión natural, y acaban presentando argumentos ridículos para justificar sus propias decisiones.