¿Qué significa Mateo capitulo 13?
Un gran grupo de personas siguió a Jesús desde la casa llena de gente en la que estuvo enseñando al final del capítulo anterior hasta la orilla del mar de Galilea. Se reunió tanta gente alrededor de él que había personas que no podían ni verlo ni oírlo. Para resolver este problema, Jesús se subió a un bote, se sentó y remó un poco mar adentro. La multitud se quedó en la orilla escuchándolo mientras él empezó a enseñarles en parábolas (Mateo 13:1–3).Las parábolas suelen ser historias cortas que están diseñadas para enfatizar una verdad mayor. El propósito principal de una parábola es hacer que las ideas más grandes y abstractas sean más fáciles de entender. Al relacionar Sus enseñanzas con experiencias más comunes de la vida diaria, las parábolas hacen que esos conceptos más profundos sean más accesibles para todo el mundo. Al mismo tiempo, debido a que se basan en el simbolismo y la metáfora, las parábolas pueden resultar algo ambiguas en ciertas ocasiones. Es cierto que no las parábolas no se centran en los detalles más minuciosos, pero en realidad ese no es su propósito principal. Los discípulos le pidieron a Jesús que les explicara al menos una de las parábolas, y Jesús lo acaba haciendo en este capítulo.
Sin embargo, Jesús intencionalmente evitó explicarles el significado de las parábolas a la multitud. Jesús les dijo a los discípulos que les había sido otorgado el hecho de conocer los secretos del reino de los cielos. Israel en general, sin embargo, especialmente sus líderes religiosos, estaban rechazando el papel de Jesús como el Mesías y el hecho de que Sus milagros estaban siendo causados por Dios mismo. Por eso, Jesús dijo que la gente cumpliría las profecías de Isaías que decían que muchos no lo entenderían. La idea que se intenta comunicar aquí es que el pueblo se resistió a entender las ideas espirituales primero y, después, Dios hizo que ese malentendido se agrandara aún más. Sin embargo, los discípulos de Cristo tuvieron la bendición de poder ver y escuchar lo que tantos profetas y personas justas habían anhelado ver y escuchar a lo largo de la historia de Israel (Mateo 13:10–17).
Mateo dice que Jesús les enseñaba a las multitudes en parábolas en parte para cumplir una declaración profética que aparece en el Salmo 78 (Mateo 13:34–35). Estas enseñanzas específicas se encuentran en el contexto de la manera en que Israel responde al ministerio de Jesús. Si bien existen algunos paralelismos útiles sobre cómo se recibe o rechaza el evangelio, el propósito principal de estas enseñanzas no es presentar una prueba definitiva sobre la salvación. La parábola del sembrador, en particular, se ha analizado mucho en un esfuerzo por vislumbrar algún principio que pudiera hacer referencia a la salvación, pero esa no fue la intención del mensaje original.
La primera parábola que se le enseña a la multitud es la del sembrador que estaba plantando un campo. Para obtener la máxima cosecha, los agricultores esparcían semillas justo hasta el borde del terreno que previamente había sido preparado. Por eso, algunas semillas cayeron en los caminos compactados que no estaban listos para plantarse, y entonces los pájaros se las comieron. Otras semillas cayeron en un suelo poco profundo y comenzaron a crecer, pero las rocas subyacentes impidieron que la planta creciera; al final, esos brotes murieron debido al calor del sol. Otras semillas cayeron entre espinas que ahogaron las plantas a medida que fueron creciendo, impidiendo así que esas plantas crecieran correctamente. Finalmente, algunas semillas cayeron en buena tierra y crecieron hasta el punto de dar frutos (Mateo 3:3–9).
Jesús les explica, solo a Sus discípulos, que las semillas representaban la palabra del reino. Las personas que no la entienden representan a la tierra dura del camino. Tales personas se resisten y tienen el corazón endurecido, y el mensaje ni siquiera puede penetrar en la superficie. Satanás les arrebata esa verdad como un pájaro que se lleva una semilla. El suelo rocoso representa a aquellos que parecen aceptar la verdad, pero lo hacen de una manera superficial. Tan pronto como llegan las dificultades, su fe se desvanece en un instante. Las espinas representan algunos intereses del mundo tales como el dinero. La vida de muchas personas acaba ahogándose por este tipo de distracciones, ya que no dejan espacio para permitir que la verdad pueda florecer en ellos. La buena tierra representa a aquellos que reciben la palabra y producen frutos gracias a ella (Mateo 13:18–23).
A continuación, Jesús describe el reino de los cielos usando otra parábola. En esa parábola, un hombre está sembrando grano en un campo. Su enemigo viene de noche y esparce cizaña entre las buenas semillas de trigo. Esta era una táctica conocida que se usaba para sabotear los cultivos de otras personas. La planta en cuestión era probablemente la cizaña, la cual se parece mucho al trigo; sin embargo, una vez comienza a producir semillas, se puede ver la diferencia que hay entre ellas perfectamente. En lugar de arrancar el buen trigo, el agricultor se esperó sabiamente hasta que llegara el momento de la cosecha. En ese momento, el agricultor cosechará todas las plantas, pero la cizaña se separará de las plantas, se atará en manojos y se quemará (Mateo 13:24–30).
Más tarde, Jesús les explica a Sus discípulos que él es el agricultor y que el campo es el mundo entero. Los hijos del reino de Dios son el trigo bueno, y los hijos del Diablo son la cizaña. Por ahora, ambos vivirán y crecerán juntos. Sin embargo, durante el juicio final, serán separados, y los malos acabarán siendo arrojados en un horno (Mateo 13:36–43).
Con el fin de enseñar algo parecido a esta parábola, Jesús comienza a hablar sobre el uso de redes para pescar. Una vez la red se tira en el agua, comienza a recoger muchos tipos de peces y objetos diferentes. Una vez que todo ha sido capturado, los pescadores separan lo que es valioso de lo que no lo es. De la misma manera, el juicio final de Dios hará una distinción clara entre los que son Sus hijos y los que no lo son (Mateo 13:47–50).
El reino de los cielos también se compara con un grano de mostaza que crece hasta convertirse en una planta grande, lo cual representa la manera en que el reino de Dios será grande y glorioso, tal y como se predijo en el Antiguo Testamento, pero no se volverá grande de inmediato, sino que, más bien, crecerá hasta poco a poco hasta que llegue a ese punto (Mateo 13:31–32).
Cristo también habla sobre el reino de los cielos y lo compara con lo que la levadura provoca en la harina. Cuando se le añade un poco de levadura a la harina, esta comienza a crecer. Asimismo, el comienzo del reino de Dios será pequeño e incluso algo abstracto, pero al final llegará a afectar a toda la Tierra (Mateo 13:33).
El reino de los cielos es como un tesoro escondido en un campo, o una perla cara. Las personas sabias reconocen el valor de estos artículos y renuncian a todo lo que tienen con el fin de adquirirlos. La idea de estas parábolas no es que uno deba sacrificarlo todo para obtener la salvación, sino que hay una clara diferencia de valor entre las cosas terrenales y las cosas celestiales. Renunciar a todo lo que tenemos nos puede parecer un poco radical en el caso de que no nos demos cuenta de lo valiosas que son realmente las recompensas que vienen y vendrán del reino (Mateo 13:44–46).
Cuando Jesús les pregunta a los discípulos si comprendieron todo lo que les había dicho, ellos respondieron con un "sí". Ciertamente, captaron la manera en que iba a ser el reino de Dios, y acabaron teniendo más información de la que tenían antes. Jesús relacionó esta idea con una persona rica que decidió mostrarle a otras personas todos sus tesoros, tanto lo antiguo como lo nuevo, lo cual representa la manera en que los discípulos debían enseñarles a los demás las lecciones del Antiguo Testamento, y hacerles ver cómo encajaban con las revelaciones del Nuevo Testamento. A pesar de que los discípulos insistieron en que sabían exactamente lo que Jesús estaba diciendo, las cosas que ocurrieron en el evangelio de Mateo nos muestran que todavía no lo habían entendido del todo (Mateo 13:51–52; 16:21–23; 26:6–13).
El capítulo concluye con un viaje hacia la ciudad natal de Jesús, Nazaret, donde la gente lo rechazó a pesar de la sabiduría que tenía y las obras poderosas que realizó allí. Debido a que lo conocían, o más bien creían que lo conocían, se negaron a escucharlo. De hecho, se sintieron insultados ante la sugerencia de que alguien que ellos conocían tan bien pudiera ser una persona tan importante. Dado que la gente no era sincera ni estaba interesada (Mateo 7:6), Jesús no hizo muchos milagros allí (Mateo 13:53–58).