¿Qué significa Mateo 15:19?
Jesús ha rechazado la regla de los fariseos, la cual no era bíblica, de que una persona debía realizar un ritual de lavado de manos antes de comer. Jesús no requería que Sus discípulos practicaran esta tradición, y parece que Él tampoco lo hacía. Al explicar la razón por la que no lo hacía, Cristo rechazó la suposición ilógica que había detrás de esta práctica: que el pecado provenía de la comida o de la sustancia misma que se comía (Mateo 15:10–11).En cambio, Jesús dijo que no es lo que entra en una persona a través de su boca lo que la vuelve espiritualmente impura, sino que es lo que sale de sus bocas, es decir, sus palabras, lo que revela la impureza que hay en sus corazones. La comida no llega a tocar el alma o el espíritu de una persona, por lo tanto, no puede contaminarlos. De hecho, la comida no puede contaminarnos porque ya estamos contaminados, tal y como lo revelan nuestras propias palabras. Esto es muy similar a las enseñanzas que Jesús compartió anteriormente acerca de las leyes que Dios les había dado (Mateo 5:17–19). Esas reglas eran importantes porque se centraban en nuestras intenciones, no un tipo de legalismo superficial (Mateo 5:21–22, 27–28).
Entonces, Jesús comparte una lista de ejemplos de los tipos de pecados que albergan en nuestros corazones. Jesús no parece pretender ser exhaustivo, sin embargo, ya que hay muchos más pecados que estos. La lista incluye los malos pensamientos, los asesinatos y el adulterio. Jesús se refiere a la inmoralidad sexual utilizando el término griego porneia. También habla sobre el robo, las mentiras y la calumnia. Estas son las cosas que tenemos en el corazón y se pueden entrever claramente a través de las cosas que decimos.
Mateo ha citado a Jesús anteriormente en este libro diciendo que las personas no somos buenos por naturaleza (Mateo 7:11). Ahora, Jesús está confirmando que eso es de hecho verdad. Ya estamos contaminados por dentro. El pecado no es una reacción química a los alimentos que comemos, sino que es la condición espiritual de las cosas que elegimos hacer, las cuales vienen impulsadas por la maldad que habita en nuestros corazones. Pablo se hace eco de las palabras de Jesús diciendo "por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios" (Romanos 3:23).
Jesús no está diciendo que las restricciones dietéticas que aparecen en la Ley de Moisés no importen. De hecho, Jesús guardó la Ley perfectamente. Dios les dio esas restricciones a Israel para diferenciarlos de las otras naciones. La carne de cerdo y otros alimentos no son "sustancias malignas". El objetivo era que al evitar estos alimentos se demostrara que el pueblo estaba sometido a la voluntad de Dios. Sin embargo, el hecho de no comerlos no impedía que el pecado existiera en los corazones de las personas. Esa era la condición humana irresoluble que Jesús vino a resolver con Su muerte y resurrección.