¿Qué significa Mateo 19:16?

Este versículo inicia un intercambio entre Jesús y una persona a la que a menudo se le llama el "joven gobernante rico". Mateo dirá en los siguientes versículos que este muchacho era joven y rico (Mateo 19:20, 22). El relato de Lucas dice que este hombre era un gobernante (Lucas 18:18). Los eruditos sugieren que, tal vez, este hombre era un fariseo u otro líder religioso de Israel.

El hombre se acercó a Jesús con una pregunta muy perspicaz. De hecho, es una pregunta que toda persona religiosa debe hacerse de una forma u otra a lo largo de su vida: ¿cómo puedo salvarme? ¿Cómo puedo alcanzar la vida eterna en lugar de morir para siempre?

La forma en la que este hombre le hace la pregunta a Jesús nos dice cosas interesantes sobre Él. Primero, quiso preguntársela a Jesús, a quien llama "Maestro". Seguramente había oído y visto lo suficiente de Jesús y del judaísmo como para creer que Jesús finalmente podría ser el que le diera una respuesta significativa a esta pregunta. El hombre fue a preguntarle a la persona correcta.

En segundo lugar, sin embargo, el hombre asumió que recibir la vida eterna dependía de sus acciones. La pregunta que le hizo a Jesús fue "¿qué de bueno debo hacer para obtener la vida eterna? (Juan 6:28). Esta es la primera vez que se usa la frase "vida eterna" en Mateo. Es el equivalente a decir: "¿cómo puedo estar seguro de que seré aceptado en el reino de los cielos cuando llegue el momento?"

Aparentemente, algunas personas en los tiempos de Jesús creían que el hecho de hacer algo bueno, tal vez repetidamente, sería suficiente como para garantizarle la vida eterna a una persona. Este hombre quería saber qué era ese algo, para poder hacerlo y estar seguro de que alcanzaría el reino de los cielos.

La respuesta de Jesús a la pregunta del hombre y la conversación que sigue nos mostrarán la razón por la que nadie puede hacer suficientes cosas buenas como para garantizarse el hecho de alcanzar la vida eterna por sus propios medios. Sólo Dios es bueno y capaz de hacer eso. El resto de nosotros dependemos de Su gracia para salvarnos por medio de la fe en Jesús (Efesios 2:1–10).