¿Qué significa Mateo 19:24?

Los eruditos a veces no están de acuerdo sobre si Jesús quiso decir esto de manera hiperbólica, una exageración, o lo dijo para referirse a algo en concreto. La explicación menos poética nos sugiere que "el ojo de una aguja" se está refiriendo a una puerta muy pequeña que se sitúa dentro de las murallas de la ciudad, la cual se usa de noche para evitar las invasiones. Para que un camello pasara por una puerta de ese tamaño, tendría que despojarse de todo lo que llevaba, e incluso entonces, a lo mejor tampoco podía caber. La explicación más razonable de acuerdo con el contexto es que Jesús dijo esto de manera metafórica, con todas las implicaciones que eso conlleva.

El camello era el animal más grande que la mayoría de la gente habría visto en esa época, lo cual contrastaba con una de las puertas más pequeñas que la gente podía imaginarse. Jesús dijo que era imposible que una persona rica entrara en el reino de Dios, no que fuera difícil. Esa verdad se conecta con lo que las Escrituras nos enseñan acerca de la salvación, así como con la idea de la pobreza espiritual.

Jesús está enfatizando varias cosas. Tal y como nos lo demostrará la reacción de los discípulos cuando escuchen esto, un malentendido común de esa época era que Dios favorecía más a las personas ricas que a los pobres. Jesús insiste en que eso no es cierto, y además está enfatizando de nuevo lo que les había dicho sobre los niños (Mateo 19:13–15). A menos que alguien se vuelva humilde y confiado como un niño, esa persona no podrá entrar en el reino de los cielos. En general, las personas que tienen una gran riqueza y creen que son autosuficientes no tienen una gran humildad. Espiritualmente, también, aquellos que piensan que son "ricos" en realidad están equivocados acerca de la relación que tienen con Dios (Mateo 5:3).

Todo esto también establece que es imposible que alguien, sea rico o pobre, entre en el reino de los cielos en base a sus propios méritos, su propia bondad, o su propia dignidad (Tito 3:5). Pablo lo dice en Romanos 3:23: "por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios". La solución a este problema se nos presenta durante los siguientes versículos (Mateo 19:25–26).