¿Qué significa Mateo capitulo 21?
Jesús y los discípulos estaban a punto de completar su viaje desde la región de Galilea en el norte hasta Jerusalén. En ese punto, ya habían recorrido el último tramo que los llevó desde Jericó hasta la ciudad de Betfagé en el Monte de los Olivos, el cual no estaba lejos de las puertas de Jerusalén.Sin embargo, antes de entrar en Jerusalén, Jesús les dijo a dos de Sus discípulos que fueran a un pueblo donde encontrarían una burra y a su pollino atados. Jesús lo había organizado todo para entrar en Jerusalén montado en uno de ellos para cumplir intencionalmente una profecía sobre el Mesías que predijo Zacarías, quien dijo que el Rey vendría humildemente y montado en un burro (Zacarías 9:9). Este momento estuvo cargado de simbolismo. Los burros eran animales de trabajo comunes que no eran aptos para la batalla. Los conquistadores victoriosos de esa época desfilaban a caballo, de la misma manera que un general moderno entraría en una ciudad montado en la parte trasera de un tanque. Montarse en un burro, en lugar de un caballo de guerra, sería como si una persona moderna se sentara en una camioneta. En el futuro, Cristo vendrá con poder y juicio (Apocalipsis 19:11–16). Esta vez, sin embargo, llegó en Su papel de Salvador sacrificado (Mateo 21:1–7).
Mientras Jesús cabalgaba hacia las puertas de Jerusalén, la gran multitud que lo seguía se unió a más personas que salían de Jerusalén, quienes seguramente habían oído que Jesús se estaba acercando a la ciudad. Entonces, comenzaron a poner sus prendas de vestir y ramas en el camino delante de él para simbolizar tanto un acto de sumisión como el hecho de que la victoria judía estaba cerca. También gritaron frases procedentes del Salmo 118 que se refieren al Mesías: "¡Hosanna al Hijo de David!" y "¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!" Jerusalén estaba alborotada. La gente que no sabía lo que estaba pasando comenzó a preguntar quién era Jesús. Algunos respondieron que él era un profeta de Nazaret, Galilea (Mateo 21:8–11).
Más tarde, Jesús entró en el enorme templo de Jerusalén y expulsó a los que estaban vendiendo y comprando animales. Derribó las mesas y los bancos de los cambistas. Este pareció ser un evento diferente del que Juan nombra en su evangelio (Juan 2:13–22). La ira de Jesús no tenía nada que ver con los negocios o el dinero en sí, sino con la forma grosera en que estos hombres se beneficiaban de las necesidades espirituales de la gente (Mateo 21:12–13).
Mientras estaba en el templo, Jesús sanó a algunos ciegos y cojos que acudieron a él en busca de ayuda. Algunos niños vieron esto y comenzaron a repetir las alabanzas que la multitud estaba gritando mientras estaba entrando en Jerusalén. Jesús defendió a los niños ante algunos sacerdotes principales y escribas que lo cuestionaron al respecto. Todo esto lo hizo, una vez más, citando las Escrituras del Antiguo Testamento (Mateo 21:14–17).
Entonces, Jesús se fue de la ciudad para pasar la noche en Betania y regresó a la mañana siguiente. En ese momento, Jesús tenía mucha hambre. Entonces, Jesús vio una higuera con hojas, pero no tenía frutos. Aunque no había razón para que tuviera higos maduros, durante esa estación del año, los árboles al menos debían haber producido algunos brotes comestibles. El hecho de que el árbol no tuviera nada significaba que ese año el árbol no iba a dar frutos. Jesús maldijo el árbol para que nunca volviera a dar fruto y de pronto se secó. Los discípulos le preguntaron a Jesús cómo había hecho esto, y él les dijo que todo es posible si creyeran y no dudaran cuando oren a Dios Padre. Junto con Sus otros comentarios sobre la oración, esto puede entenderse dentro del contexto de la voluntad de Dios y la forma en que los creyentes fieles deben esforzarse por cumplirla (Mateo 21:18–22).
Al regresar al templo, los principales sacerdotes y los ancianos comenzaron a desafiar a Jesús de nuevo. Primero, le pidieron que justificara de dónde venía Su autoridad para hacer todas estas cosas. Usando el estilo de debate típico de la época, Jesús prometió responderles si ellos le respondieran a Su pregunta primero. La implicación de Su pregunta fue que si Juan el Bautista había sido un profeta falso o no lo había sido. Jesús sabía que estos hombres habían rechazado a Juan, pero eran demasiado cobardes para admitirlo en frente de la gente. Al final, todos ellos contestaron con cobardía que no lo sabían (Mateo 21:23–27).
En lugar de olvidarse del tema, Jesús continuó hablando después de eso. Para ello, contó dos parábolas que trataban sobre dos viñedos con el fin de mostrarle a la gente que estaba allí presente la manera en que los líderes religiosos judíos había fracasado a la hora de cuidar al pueblo de Israel. Primero los comparó con un hijo que le dice "sí" a su padre, pero luego lo desobedece. Las personas que esa cultura despreciaba y pensaba que eran pecadores fueron las mismas personas que se arrepintieron ante el mensaje de Juan; por lo tanto, esas personas entrarán en el reino de Dios antes que esos hipócritas espirituales (Mateo 21:28–32).
La segunda parábola comparó a los líderes judíos como unos arrendatarios de una viña quienes se negaron a pagarles a los sirvientes del propietario la renta que habían acordado. En cambio, maltrataron y mataron a los sirvientes, e incluso mataron al hijo del dueño también. Esto se conecta con una cita del Antiguo Testamento que compara a Israel con una viña (Isaías 5:1–7). Jesús le aplicó esta parábola a la historia de Israel, ya que Israel siempre acabó persiguiendo a los mensajeros que Dios les había enviado (Hechos 7:52) tal y como lo líderes judíos lo estaban haciendo en ese momento con Jesús. Los líderes sabían de la manera que iba a reaccionar el dueño de la viña, pero no parecieron comprender completamente lo que eso implicaba para sus vidas (Mateo 21:33–41).
Finalmente, Jesús se aplicó el Salmo 118:22–23 a Sí mismo. Jesús fue la piedra desechada por los constructores que se había convertido en la piedra angular. La frase griega que se usa aquí hace referencia a la piedra más importante que se usa en los cimientos de un edificio, o el ladrillo superior de un arco. La idea principal aquí es que esta piedra es la base última de la integridad de esa estructura. Los líderes israelitas acabarían perdiendo el reino de Dios y todos los que rechacen a Jesús acabarán siendo aplastados por la piedra angular. En otra muestra de cobardía política, todos los líderes judíos se quedaron en silencio por temor a la opinión pública (Mateo 21:42–46).