¿Qué significa Mateo 5:30?
Jesús no podría haber sido más claro acerca de los pecados que surgen en nuestro corazón en relación con la lujuria y el adulterio (Mateo 5:22–28). Jesús ha dicho que evitar tener relaciones sexuales con el cónyuge de otra persona es algo bueno, pero no es "lo suficientemente bueno" como para salvarse. De hecho, la orden de Dios de no cometer adulterio es mucho más profunda que la orden que los escribas y fariseos han estado enseñado. La idea clave aquí es que lo que sucede en el corazón es igualmente importante. En el versículo anterior, Jesús hizo una hipérbole diciendo que es mejor que una persona pierda un ojo que ese ojo nos tiente a cometer pecados que finalmente nos lleven hacia el infierno (Mateo 5:29).En este versículo también se hace una hipérbole—una exageración que se hace para comunicar una idea claramente—tal y como nos queda claro de acuerdo con el resto de las enseñanzas de Jesús. Jesús no le está diciendo literalmente a la gente que se mutile para evitar pecar e ir al infierno, sino que Su objetivo es enfatizar todo lo que está en juego cuando se trata del pecado.
Si bien la referencia que se hizo en el versículo anterior hablaba de los ojos y los pecados que pueden surgir de ellos, como la lujuria, ahora Jesús usa las manos para hacer una analogía similar. Lo que esto significa es que debemos controlar nuestros impulsos y no dejar que los deseos del cuerpo se apoderen de nosotros. Una vez más, la idea aquí es que es mejor perder una parte del cuerpo que ser arrojado al infierno. Algunos eruditos sugieren que las expresiones que se usan aquí también podrían haber sido entendidas como eufemismos para referirse de manera educada a cualquier tipo de acto lujurioso que pudiera surgir en nuestro corazón.
Una vez más, Jesús nos está demostrando la seriedad con la que Dios se toma el pecado: no es solo la acción, sino la motivación, lo que le importa a Dios (Mateo 5:20). El pecado comienza en el interior de una persona. Además de esto, Jesús está demostrando que es imposible que alguien sea digno de entrar en el reino de los cielos a través de sus propias acciones y basándose en su propia bondad (Mateo 5:48). Por lo tanto, a ojos de Dios, todos somos pecadores.