¿Qué significa Mateo 5:4?
Al comienzo del Sermón del Monte, Jesús nos enseña una serie de declaraciones a las que a menudo se les conoce como las Bienaventuranzas. Cada una de ellas comienza con las palabras "bienaventurados". Con la palabra bendecir, en este sentido, lo que Jesús está haciendo es distinguir la razón por lo que algo es bueno y por lo que no. Por lo tanto, esto no significa que la persona bendecida vaya a ser feliz necesariamente.La diferencia entre felicidad y ser "bendecido" está muy clara en este versículo. Esta bienaventuranza afirma que los que lloran son bienaventurados. Los que lloran, por definición, no son felices. Jesús quiere que Sus seguidores entiendan que aquellos que experimentan todo tipo de dolor y sufrimientos todavía deben tener esperanza en sus corazones.
Dentro del contexto de la enseñanza de Jesús sobre la venida del reino de los cielos, los que lloran podrían estar haciéndolo debido a su propio pecado o por los pecados de Israel. El pueblo judío estaba sufriendo debido a la ocupación y la opresión impartida por el gobierno de Roma. Aquellos que le eran fieles a Dios y a las Escrituras sabían que el sufrimiento había sido causado por el pecado y la infidelidad de Israel, ya que Dios había prometido estar con ellos y cuidarlos si continuaban siéndole fiel, y que los juzgaría cuando no lo fueran.
Tanto Juan el Bautista como Jesús predicaron que Israel debía arrepentirse. El arrepentimiento trae consigo algo de tristeza, ya que al hacerlo estamos reconociendo y confesando nuestro egoísmo pecaminoso. Bienaventurados son, sin embargo, los que lloran arrepintiéndose de su pecado, porque el reino de los cielos va a venir y los rescatará. El período de juico se habrá acabado.
No obstante, los comentaristas no están de acuerdo acerca de si Jesús está hablando aquí únicamente acerca del dolor que viene después de que uno se arrepiente de sus pecados. Mucha de la tristeza que experimentamos en el mundo, no viene causada por el pecado, sino que viene de vivir en un planeta que está siendo gobernado por la muerte. De todos los que lloran, aquellos y aquellas que están en Cristo son bendecidos porque Dios los consolará aquí y ahora (2 Corintios 1:3–7) y después se librarán de ese sufrimiento eternamente (Apocalipsis 21:4).