¿Qué significa Mateo 7:11?
Este poderoso versículo nos revela una verdad esencial sobre la naturaleza de las personas y la naturaleza de Dios.Jesús nos está explicando la razón por la que Dios siempre está listo para escuchar y responder a las oraciones de Su pueblo. Jesús les preguntó a Sus oyentes en los dos versículos anteriores si ellos le darían una piedra o una serpiente a un niño que les pidiera comida. La respuesta que se implica es que ningún padre podría hacer tal cosa (Mateo 7:9–10).
Ahora Jesús nos aclara esta idea algún más: Dios es un padre, nuestro Padre que está en los cielos, quien les da cosas buenas a quienes se las piden, porque eso es lo que hacen los padres. Por lo tanto, es parte de la naturaleza de Dios darles cosas buenas a quienes le piden cosas con humildad y sinceridad. Por supuesto, Jesús también nos aclarará en su momento que nadie puede acercarse al Padre de esta manera excepto a través de Jesús (Juan 6:28–29; 14:6).
Jesús también nos revela algo importante sobre la naturaleza humana. Aquí comienza diciendo, casi como si de un comentario aparte se tratara, que incluso los padres "buenos" son malos. Esto es un claro ejemplo, e incluso evidencia, de la doctrina de la depravación humana. En resumen, los seres humanos son pecadores por naturaleza e incapaces de experimentar y transmitir una verdadera justicia o bondad. Por definición, dice Jesús, somos malos en nuestros corazones. Pablo dice lo mismo citando los Salmos 14 y 53 en Romanos 3:11–12, "no hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno".
El hecho de que los seres humanos seamos malos por naturaleza en comparación con Dios, no significa que no seamos capaces de hacer el bien en algunas ocasiones. La mayoría de los padres humanos les ofrecen a sus hijos lo mejor que pueden ofrecerles, hasta el punto en el que algunas personas se sacrifican al máximo para ayudar a los demás. En cambio, ninguno de nosotros somos naturalmente capaces de mostrar una verdadera bondad, un completo desinterés o la justicia de Cristo.