¿Qué significa Proverbios 14:34?

Las leyes y los funcionarios del gobierno son, en última instancia, extensiones del pueblo, son como reflejos de lo que quiere esa cultura o, al menos, de lo que puede tolerar. Cuando una nación está sumida en el pecado y en una rebelión en contra de Dios, acaban ocurriendo cosas horribles. La fuerza de una nación no se mide solo en el poderío militar o económico que tenga, sino que la fuente de poder real se encuentra en el carácter moral de la nación. La ley y el gobierno siempre se acaban adaptando a los deseos de la gente. Cuando hay personas y familias justas dentro de una nación, eso hace que la nación se fortalezca, pero el pecado de las personas y las familias acaban degradando a una nación hasta el punto de debilitarla hasta un punto de no retorno.

El libro de Jueces también nos habla de estas verdades. Cuando el pueblo de Israel comenzó a hacer lo que ellos mismos creían que era justo, y se olvidaron de lo que Dios considera justo, Israel acabó sucumbiendo ante sus enemigos (Jueces 2:11–23; 17:6). Sin embargo, cuando el pueblo clamó al Señor, El los libró de sus enemigos (Jueces 3:9–11, 15; 4:3, 23–24; 6:6–14; 10:10–16).

Además, en los tiempos de los reyes de Israel y Judá, la idolatría y la rebelión que surgieron en contra de Dios hicieron que la nación del norte de Israel y el reino del sur de Judá fueran derrotadas y acabaran viviendo en cautiverio en Babilonia (2 Reyes 17:6–8). Sin embargo, Judá tuvo algunos reyes que sí hicieron lo posible por seguir a Dios y causaron períodos de avivamiento moral en su pueblo, pero Israel no tuvo ninguno. Esa es la razón por la que Judá pudo sobrevivir casi un siglo y medio más que Israel antes de finalmente caer ante los babilonios (2 Crónicas 36:17–21; Daniel 1:1).