Verso

Proverbios 18:3

LBLA Cuando llega el impío, llega también el desprecio, y con la deshonra viene la afrenta.
NBLA Cuando llega el impío, llega también el desprecio, Y con la deshonra viene la afrenta.
NVI Con la maldad viene el desprecio, y con la vergüenza llega el oprobio.
RV1960 Cuando viene el impío, viene también el menosprecio, Y con el deshonrador la afrenta.
JBS Cuando viene el impío, viene también el menosprecio, y con el deshonrador la afrenta.

¿Qué significa Proverbios 18:3?

La primera frase de este proverbio parece sugerirnos que las actitudes pecaminosas causan que las personas se vuelvan demasiado arrogantes. Eso es cierto: los dos proverbios anteriores dijeron que las personas que se resisten a la sabiduría acaban desarrollando una arrogancia extrema (Proverbios 18: 1–2). Sin embargo, la idea principal que se quiere comunicar aquí se comparte durante la segunda frase: las personas que viven en el pecado acaban sufriendo vergüenza y humillación. Esta vergüenza proviene de Dios más de otra persona, quien verdaderamente desprecia al malvado (Isaías 23:9; Salmo 59:8). Las personas fueron creadas a imagen de Dios (Génesis 1:26–27), por lo que nuestro propósito es glorificarlo. Cuando actuamos en contra de Su verdad (Proverbios 1:7), al mismo tiempo nos deshonramos a nosotros mismos, lo cual representa una de las consecuencias más claras del pecado.

Otros proverbios dicen que el pecado también puede traer consecuencias terrenales (Proverbios 10:14; 16:18). Una de ellas es la pérdida de nuestra reputación.

Adán y Eva se dieron cuenta de esto cuando se rebelaron en contra Dios en el jardín de Edén. Al no obedecer el único mandamiento que Dios les dio, Dios tuvo que castigarlos. La muerte pasó a formar parte tanto de sus vidas como la de toda su descendencia. La vergüenza fue una consecuencia natural de sus pecados, la cual les hizo incluso tratar de esconderse de Dios. Dios ya no les permitió vivir en el paraíso y se vieron obligados a abandonarlo. El dolor y el trabajo laborioso reemplazaron la perfecta comodidad y tranquilidad en la que vivieron antes de pecar. La conexión que tenían con Dios a través de Su imagen, la cual llevaban ellos mismos, se rompió y todo cambió radicalmente. Set fue el primer hijo que tuvieron después de la caída, y todos los descendientes posteriores de Adán también se vieron afectados por la caída, lo cual también se puede expresar diciendo que "llevan la imagen de Adán" (Génesis 5:3; 1 Corintios 15:47–49).
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