Verso

Proverbios 20:30

LBLA Los azotes que hieren limpian del mal, y los golpes llegan a lo más profundo del cuerpo.
NBLA Los azotes que hieren limpian del mal, Y los golpes llegan a lo más profundo del cuerpo.
NVI Los golpes y las heridas curan la maldad; los azotes purgan lo más íntimo del ser.
RV1960 Los azotes que hieren son medicina para el malo, Y el castigo purifica el corazón.
JBS Las señales de las heridas pasadas son medicina para curar lo malo; y las vivas amonestaciones llegan a lo más secreto del vientre.

¿Qué significa Proverbios 20:30?

En la época de Salomón, el castigo corporal no era simplemente punitivo, sino que también servía para enderezar las cosas. Las personas que sufrían ese castigo se daban cuenta de lo que habían hecho, y normalmente ya no lo hacía más (Proverbios 19:29; 29:15). El significado aquí no es del todo simbólico, pero tampoco se pretende alentar este tipo de castigo, sino que se debe evitar tanto como sea posible.

La Biblia nos enseña que todo el mundo ha pecado y posee una naturaleza pecaminosa. El pecado de Adán se transmitió a toda la raza humana (Romanos 5:12). Pero no solo somos pecadores por naturaleza, sino que también somos pecadores por elección. Isaías 53:6 nos explica que somos ovejas, y todos nos hemos descarriado, y hemos elegido seguir nuestra voluntad en lugar de la de Dios. Incluso los cristianos eligen pecar, pero el pecado ya no es para ellos una forma de vida. A menudo, cuando pecamos, Dios usa la disciplina para corregirnos. Dios nos "azota" para disciplinarnos, alejarnos del pecado y que produzcamos justicia en nuestra vida.

La disciplina piadosa es una parte importante del crecimiento espiritual. El libro de Hebreos nos dice: "si ustedes soportan la disciplina, Dios los trata como a hijos. ¿Acaso hay algún hijo a quien su padre no discipline? Pero si a ustedes se les deja sin la disciplina que todo el mundo recibe, entonces ya no son hijos legítimos, sino ilegítimos. Por otra parte, tuvimos padres terrenales, los cuales nos disciplinaban, y los respetábamos. ¿Por qué no mejor obedecer al Padre de los espíritus, y así vivir? La verdad es que nuestros padres terrenales nos disciplinaban por poco tiempo, y como mejor les parecía, pero Dios lo hace para nuestro beneficio y para que participemos de su santidad. Claro que ninguna disciplina nos pone alegres al momento de recibirla, sino más bien tristes; pero después de ser ejercitados en ella, nos produce un fruto apacible de justicia" (Hebreos 12:7–11).

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