¿Qué significa Proverbios 21:28?
Una vez más, Salomón nos habla sobre el juicio al que se enfrentarán las personas que mienten: la muerte. En uno de los versículos anteriores, Salomón dijo que la verdad es para siempre, pero que la mentira siempre llega a su fin (Proverbios 12:19). En un sentido, las personas que mienten se exponen a todo tipo de riesgos tales como cargos criminales, indignación social o incluso la venganza de las personas a las que les hacen daño (Proverbios 19:5, 9). Por otro lado, las personas que tienen el hábito de mentir todo el tiempo están condenadas a sufrir la ira de Dios (Proverbios 6:16–19). Las personas que siempre dicen la verdad (Proverbios 3:1–6; 9:10–11) no solo tienen sabiduría, sino que el Señor también los recompensa en la eternidad (Proverbios 1:7; Juan 14: 6).Salomón elogia aquí a las personas que escuchan atentamente y se quedan con todo lo que oyen. En el libro de Proverbios también se nos habla sobre los falsos testigos y las personas que engañan a los demás (Proverbios 14:5; 19:22; 24:28). Las personas que son justas siempre dicen la verdad y se puede confiar en ellas. Durante el juicio de Jesús, algunos testigos falsos testificaron en su contra para que lo sentenciaran a muerte (Mateo 26:60). En cambio, los apóstoles fueron hombres rectos que testificaron honestamente acerca de Jesús cuando el Sanedrín los interrogó, y dijeron: "…nosotros no podemos dejar de hablar acerca de lo que hemos visto y oído" (Hechos 4:20).
Apocalipsis 21:8 dice que la mentira es tan horrible como los pecados de la cobardía, la deslealtad, la depravación, el asesinato, el pecado sexual, la hechicería y la idolatría. Evidentemente, Dios, que es santo y verdadero, detesta la mentira. El lago de fuego será el destino de las personas cuyas vidas hayan estado definidas por estos tipos de maldades. Sin embargo, las personas mentirosas que se arrepienten sinceramente y confían en Jesús como su Salvador evitarán el juicio de Dios. La gracia de Dios es lo suficientemente grande como para salvar incluso al pecador más infame (1 Timoteo 1:14–16; 1 Corintios 6:9–11).