Verso

Proverbios 29:1

LBLA El hombre que después de mucha reprensión endurece la cerviz, de repente será quebrantado sin remedio.
NBLA El hombre que después de mucha reprensión se pone terco, De repente será quebrantado sin remedio.
NVI El que es reacio a las reprensiones será destruido de repente y sin remedio.
RV1960 El hombre que reprendido endurece la cerviz, De repente será quebrantado, y no habrá para él medicina.
JBS El hombre que reprendido endurece la cerviz, de repente será quebrantado; y no habrá para él medicina.

¿Qué significa Proverbios 29:1?

Muchos dicen que este versículo es el más siniestro de la Biblia. Cuando le aplicamos esta verdad a nuestra vida terrenal, se puede ver lo horrible que suena, pero no es tan escalofriante como cuando lo entendemos a nivel espiritual (Proverbios 10:25). Las personas que se niegan a que las corrijan, incluso si se les dice muchas veces, se exponen mucho más al peligro de que les pase algo horrible (Proverbios 6:15; 8:32–36), y tener que pasar por situaciones legales o sociales horribles. De hecho, esa actitud incluso puede llegar a matarlos.

Cuando se trata de Dios, algunas personas ignoran obstinadamente las muchas advertencias que les hace y el número de veces que les ofrece Su salvación (Romanos 1:18–20; Miqueas 7:18–19). Si bien Dios es misericordioso, Dios no tiene una paciencia infinita, ya que llega el momento en el que la oportunidad para arrepentirnos se va para siempre si no lo hacemos a su debido tiempo. Dios deja que los pecadores pequen, y que sus pecados dictaminen el camino de sus vidas (Romanos 1:26–28; 1 Samuel 2:25). Esas personas acaban viviendo una vida sin Dios en la Tierra y una eternidad condenados sin esperanza para siempre (Apocalipsis 20:15; Juan 3:36).

El verbo "empecinar" se refiere a una persona que es testaruda al máximo exponente. En el hebreo, el simbolismo que se usa aquí proviene del ganado, de los animales que no escuchan y obedecen a sus dueños. Durante los días de Noé, esa cultura era completamente perversa y se negaba a aceptar la bondad de Dios. Noé y su familia fueron los únicos que no perecieron durante el diluvio que Dios dejó caer sobre la Tierra (Génesis 6:5–8). Los israelitas que vagaron por el desierto durante cuarenta años también eran muy obstinados (Éxodo 33; Nehemías 9:16–18). El rey Ezequías llamó a las personas que se habían escapado de los asirios para celebrar la Pascua, y les advirtió que se volvieran al Señor y les dijo: "no sean testarudos como sus padres, sino sométanse al Señor y vengan a su santuario, que él ha santificado para siempre. Sirvan al Señor su Dios, y el ardor de su ira se apartará de ustedes" (2 Crónicas 30:8). Ezequías le recordó al pueblo de Dios que "Dios es clemente y misericordioso, y no les volverá la espalda si ustedes se vuelven a él" (2 Crónicas 30:9).

Juan el Bautista les dijo a los fariseos y a los saduceos testarudos y santurrones: "el hacha ya está lista para derribar de raíz a los árboles; por tanto, todo árbol que no dé buen fruto será cortado y echado en el fuego" (Mateo 3:10). Esteban acusó a sus asesinos diciendo "¡pero ustedes son duros de cabeza, de corazón y de oídos! ¡Siempre se oponen al Espíritu Santo! ¡Son iguales que sus padres!" (Hechos 7:51). Saulo de Tarso, también conocido como el apóstol Pablo, no tuvo problemas con la muerte de Esteban (Hechos 8:1). Sin embargo, cuando Jesús se encontró con Saulo en el camino a Damasco, este se arrepintió (Hechos 9). De hecho, se convirtió en el "apóstol de los gentiles" y escribió gran parte del Nuevo Testamento.

Empecinarse en contra de la verdad de Dios es algo peligroso y, sin embargo, Dios es inmutable y misericordioso con todos los que se vuelven a Él a través de la fe (Efesios 2:1–10; 1 Corintios 6:9–11). Aun así, el apóstol Pedro dice: "el Señor no se tarda para cumplir su promesa, como algunos piensan, sino que nos tiene paciencia y no quiere que ninguno se pierda, sino que todos se vuelvan a él. Pero el día del Señor llegará como un ladrón en la noche. Ese día los cielos desaparecerán en medio de un gran estruendo, y los elementos arderán y serán reducidos a cenizas, y la tierra y todo lo que en ella se ha hecho será quemado" (2 Pedro 3:9–10).
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