¿Qué significa Proverbios 3:25?
Salomón le aconseja a su "hijo" que no tuviera miedo de nada de lo que pudiera pasarle. Aquí, de nuevo, el contexto es muy importante. Los versículos anteriores nos describieron los beneficios que disfrutan las personas que viven con sabiduría y prudencia (Proverbios 3:21–24). Uno de ellos es la posibilidad de escaparse de las consecuencias de la rebelión y todo tipo de depravaciones; una persona que se centran en cumplir la voluntad de Dios tiene mucho menos que temer y mayores posibilidades de que todo le vaya bien que las personas que deciden rechazarla. Este versículo se podría interpretar de esta manera: las personas que evitan hacer el mal también evitan las consecuencias que vienen de hacer el mal.Sin embargo, muchos eruditos señalan que esta frase también podría referirse a algo externo. "Las calamidades que merecen los impíos" es una frase que podría estar haciendo referencia a los momentos en que los malvados se dedican a dañar a los justos. Las Escrituras lo dejan muy claro: seguir la voluntad de Dios no hace que los creyentes dejen de sufrir en este mundo, y este versículo nos lo demuestra.
El pueblo de Dios no debe tener miedo de nada. Siendo realistas, sabemos que el miedo es una respuesta natural ante las situaciones y las cosas que no entendemos, pero no es nuestra única opción. El Señor está con nosotros incluso cuando tenemos que enfrentarnos a un problema inesperado. Las personas que son víctimas de un atentado terrorista o del ataque repentino de un asesino no saben lo que les va a pasar, pero los creyentes tampoco deben tenerle miedo al miedo. Jesús les enseñó a Sus seguidores que no temieran a las personas que solo pueden matar el cuerpo, porque no pueden matar el alma (Mateo 10:28). David dice en el Salmo 27:1: "el Señor es mi luz y mi salvación; ¿a quién podría yo temer? El Señor es la fortaleza de mi vida; ¿quién podría infundirme miedo? De hecho, los creyentes tampoco deberían tenerle miedo a lo que les ocurrirá a los malvados según Proverbios 3:25. El Señor nos ha salvado de Su propio juicio, por lo tanto, no deberíamos tenerle miedo (Romanos 8:1).