Verso

Proverbios 8:19

LBLA Mi fruto es mejor que el oro, que el oro puro, y mi ganancia es mejor que la plata escogida.
NBLA Mi fruto es mejor que el oro, que el oro puro, Y mi ganancia es mejor que la plata escogida.
NVI Mi fruto es mejor que el oro fino; mi cosecha sobrepasa a la plata refinada.
RV1960 Mejor es mi fruto que el oro, y que el oro refinado; Y mi rédito mejor que la plata escogida.
JBS Mejor es mi fruto que el oro, y que la piedra preciosa; y mi rédito mejor que la plata escogida.

¿Qué significa Proverbios 8:19?

En esta sección, la sabiduría nos está hablando como si fuera una mujer que está clamando para darse a conocer entre la humanidad (Proverbios 8:1–4). Lo que nos ofrece la sabiduría tiene un valor infinitamente mayor que cualquier otra cosa que podamos obtener en la Tierra. El oro se menciona a menudo cuando se habla sobre el valor de las cosas y la riqueza, tanto poética como literalmente. Aun así, hay materiales que son mucho más valiosas que el oro. Ciertas piedras preciosas, como el berilo rojo o la musgravita, valen miles de veces más que el oro en peso. Y, sin embargo, el valor de la sabiduría piadosa (Proverbios 1: 7) supera por mucho el valor de todos estos materiales juntos (Proverbios 8:10–11).

La máxima expresión de la sabiduría divina se encuentra en la persona de Jesucristo. Las personas que ponen su fe en Él reciben el perdón de sus pecados, una vida abundante y eterna, seguridad en su salvación, Su presencia constante, paz, gozo, acceso directo al Padre, gracia para la ayuda en los momento de necesidad, guía, provisión para las necesidades diarias, seguridad y muchas recompensas. Esas recompensas incluyen una corona incorruptible (1 Corintios 9:25), una corona de vida (Santiago 1:12), una corona de justicia (2 Timoteo 4:8) y una corona de gloria (1 Pedro 5:4).

La riqueza material es incierta y temporal, pero la riqueza que Jesús les ofrece a los que creen en Él es eterna. Además, los creyentes reciben una herencia que es "incorruptible, incontaminada e imperecedera" que está esperándolos en el cielo (1 Pedro 1:4). Algún día los creyentes verán a Jesús tal y como Él es y serán como Él (1 Juan 3:2). Por tanto, la riqueza mundana no puede comprar lo que los creyentes en Cristo reciben gracias a Él. Tal y como lo dijo un escritor de himnos: "prefiero tener a Jesús que toda la plata y el oro del mundo".
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