¿Qué significa Romanos 1:24?
Pablo ha estado describiendo la injusticia humana como una progresión, mostrando cómo al rechazar un aspecto de Dios se nos conduce a rechazarlo cada vez más. A pesar del hecho de que Dios ha permitido que Su existencia y cualidades básicas se puedan apreciar claramente a través de lo que ha creado, la humanidad, debido a su pecaminosidad, se niega a verlo así (Romanos 1:18–20). Debido a que apartamos nuestros ojos y los alejamos de Dios, no lo honramos ni lo adoramos. Debido a que lo hemos rechazado como Dios, no le damos gracias por todo lo que provee.Debido a que hemos rechazado la verdad de que Él es el creador, proveedor y Señor de todo, no podemos llegar a ninguna conclusión correcta sobre cómo funciona el universo. El resultado es que nuestro pensamiento se vuelve inútil y nuestros corazones se oscurecen incluso ante la posibilidad de la existencia del único Dios verdadero. Aún así, anhelamos adorar algo y, por lo tanto, creamos imágenes hechas que se parecen a personas y animales. Adoramos tontamente nuestras imágenes, pensando que nos hemos vuelto sabios (Romanos 1:22–23).
Ahora Pablo describe la respuesta de Dios. Esto, curiosamente, involucra el hecho de que Dios "se aparta" de nosotros, en cierto sentido. En Su ira, Dios entrega a la humanidad a sus impulsos animales. La idea parece ser la siguiente: si estamos dispuestos a adorar imágenes de animales, Dios nos permitirá vivir como animales en nuestras relaciones entre nosotros. Esto se aplica particularmente a cuestiones como el sexo, pero el significado más profundo se aplica a todos nuestros comportamientos. El diseño de Dios para el sexo entre un hombre y una mujer en el matrimonio, establecido incluso antes de que el pecado entrara en el mundo (Génesis 2:23–25), es un regalo increíble. En respuesta a la idolatría humana, Dios entrega específicamente a la humanidad a la plena indulgencia en la corrupción de este don.
Esto quizás no nos parezca un gran castigo al principio. Sin embargo, cuando se piensa en esto más detenidamente, deberíamos considerar la cantidad de miseria humana que resulta de la expresión desenfrenada del deseo sexual humano, en todas sus formas corruptas. Es imposible ser exagerado sobre las consecuencias de lo que sucedería si Dios se apartara totalmente de nosotros y nos dejara cosechar los resultados naturales de nuestras propias decisiones con respecto al sexo.