¿Qué significa Romanos capitulo 13?
Romanos 13 es un capítulo corto que continúa el tema de Romanos 12. ¿Cómo deberían vivir los que están en Cristo, ahora que han recibido la gran misericordia de Dios? Pablo comenzó Romanos 12 declarando que la única respuesta razonable es convertirse en sacrificios vivos que están al servicio a Dios. Romanos 13 continúa describiendo cómo ese sacrificio es semejante al de Cristo. Esto incluye algunas aplicaciones específicas.Las instrucciones de Pablo dan un giro sorprendente en la primera mitad del capítulo. Los que están en Cristo deben ser "sumisos" o estar "sujetos" a las autoridades humanas del gobierno. En otras palabras, nuestro lugar en el reino de Dios no nos permite ignorar a los que están a cargo de cualquier reino terrenal que ocupemos. En realidad, no se trata solo de mantener la paz, los cristianos deben someterse a las autoridades terrenales porque Dios ha sido quien las ha establecido en primera instancia. De hecho, Pablo dice que cada puesto de autoridad gubernamental en la tierra ha sido, en última instancia, establecido por Dios mismo para cumplir Sus propósitos. Entonces, resistir indebidamente a la autoridad es como si nos resistiéramos a Dios (Romanos 13:1–2).
Ese rechazo de la autoridad trae consigo un juicio doloroso. La intención que Dios tiene para las autoridades en los gobiernos humanos, en parte, es usarlas para juzgar a las personas que hacen cosas malas. Si usted está haciendo cosas buenas, dice Pablo, no debe tener nada que temer de las autoridades. Sin embargo, si está haciendo cosas malas, debe tener miedo. Los gobiernos, en términos generales, están ahí para controlar y castigar a los malhechores en nombre de Dios. El castigo que un criminal recibe del gobierno también proviene de Dios (Romanos 13:3–4).
Sin embargo, no debemos someternos a nuestro gobierno humano solo por miedo, sino también porque es lo correcto. Por esa misma razón, los cristianos deben pagar sus impuestos como una forma de sustentar la estructura que Dios ha establecido para cumplir Su voluntad en la tierra. De hecho, además de los impuestos, también le debemos respeto y honor a nuestros gobiernos humanos (Romanos 13:5–7).
Pablo elige no abordar en esta sección algo a lo que él mismo llegó a enfrentarse en su propia vida: ¿qué hacer cuando un gobierno humano nos dice que hagamos algo que contradice los mandamientos de Dios, o cuando el gobierno no actúa de manera justa, moral o de buena fe? En ese caso, el creyente debe desafiar esos mandamientos impuros y afrontar voluntariamente las consecuencias (Hechos 5: 27–29). La instrucción de Pablo aquí habla de sujeción y sumisión, pero no necesariamente de obediencia. Esta distinción fue experimentada por los seguidores más cercanos de Jesús; casi todos los apóstoles fueron finalmente asesinados por las autoridades gubernamentales por predicar el evangelio: se negaron a obedecer cuando se les dijo que guardaran silencio, pero se sometieron al castigo y la autoridad del gobierno.
Pablo comparte ahora la idea de que los seguidores de Jesús deberían pagar todas sus deudas. La única deuda que nunca se pagará por completo es la obligación de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Cuando se obedece ese mandamiento, se cumple toda la ley, dice Pablo. Después de todo, el amor en sí mismo nunca daña a nadie, por lo que todos los demás mandamientos en cuanto a relaciones se refieren son innecesarios (Romanos 13:8–10).
Al concluir este conjunto de instrucciones, Pablo insta a los cristianos a tener un sentido de urgencia en referencia al "ahora". Pablo dice que la noche se ha ido, y el día casi está aquí, lo que sugiere que el día del Señor, una referencia que se hace acerca del juicio final de la humanidad, llegará en ese amanecer metafórico. Ese momento se acerca cada día más. Es por eso por lo que los cristianos deben deshacerse de cualquier obra de oscuridad en la que hayan estado participando. Esto incluye estilos de vida de fiesta con alcohol, inmoralidad sexual, peleas y celos. En cambio, los cristianos deben vestirse con una armadura de luz. Es decir, en lugar de unirnos a la oscuridad, debemos tomar posiciones defensivas frente a ella. De hecho, debemos vestirnos de Cristo mismo en lugar de organizar nuestras vidas para satisfacer nuestros propios deseos (Romanos 13:11–14).