¿Qué significa Romanos 8:27?
Pablo ha revelado en Romanos 8 que la vida de un cristiano en este lado de la eternidad se caracteriza por la espera y el anhelo de estar con Dios mientras soporta el sufrimiento de esta vida. Vivimos con una especie de gemido interminable que busaca la curación a través de la redención de nuestros cuerpos. Sin embargo, no estamos solos. Dios les ofrece Su Espíritu a todos los que confían en Cristo (Efesios 1:13–14; 2 Corintios 1:22). Una de las formas en que el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad es llevando nuestros gemidos profundos, aquellos que no se pueden comunicar a través de las palabras, hasta el Dios Padre a través de la oración. El Espíritu intercede por nosotros.Ahora Pablo explica cómo recibe Dios esas oraciones. Pablo usa una descripción de Dios que es hermosa y quizás intimidante. Aquí, Pablo llama a Dios Padre "el que examina los corazones" (Hebreos 4:12–13). El Padre y el Espíritu están conectados eternamente. El Padre que está en los cielos conoce la mente de Su Espíritu en habita nosotros, y Su conexión permanece siempre intacta.
El Espíritu entonces transforma nuestros gemidos silenciosos hacia Dios en oraciones que se ajustan a la voluntad de Dios. Dios, quien siempre está en modo de búsqueda, recibe esas oraciones directamente desde nuestro corazón. De esta manera, incluso mientras anhelamos estar con Él personalmente, sí que estamos en continua comunicación con Dios.
Esto no significa que no necesitemos orar usando nuestras propias palabras. Aún así, necesitamos hacer un esfuerzo para pensar en lo que le diremos a Dios antes de decirlo. La oración intencional es esencial para aquellos que están en Cristo. Sin embargo, esto significa que no debemos tener ansiedad por miedo a estar "orando mal". Debido a que el Espíritu está intercediendo por nosotros ante el Padre y dentro de Su voluntad, somos libres de hablar con Dios como los niños pequeños les hablan a sus padres. Por lo tanto, no necesitamos un lenguaje o sistemas especiales para estar seguros de que Él está escuchando lo que le estamos diciendo. Dios lo entiende todo, muchísimo mejor que nosotros mismos entendemos lo que queremos decirle.