¿Qué significa Romanos 8:28?
Aquí nuevamente, tenemos un versículo que es extremadamente popular, y que al mismo tiempo a menudo se aplica de manera errónea. A pesar de los que comunica, algo que es increíblemente reconfortante, algunos cristianos han tenido una relación algo incómoda con este versículo a lo largo de los años. Esto se debe en gran parte a lo fácil que es sacar este versículo del contexto de Romanos 8: sacar estas palabras de su contexto acaba destruyendo la esencia de lo que las Escrituras nos quieren decir a través de este versículo; de hecho, también es posible interpretar el versículo correctamente y aun así usarlo incorrectamente para así quitarles importancia al dolor y al sufrimiento de las personas en este lado de la eternidad.Pablo ha estado describiendo la vida de los cristianos en este lado del cielo como una vida llena de gemidos mientras anhelamos escapar de nuestro sufrimiento y estar con nuestro Dios Padre en persona (Romanos 8:18–23). Todos esperamos con la esperanza puesta en el día en que nuestros cuerpos resucitarán y compartiremos la gloria de Dios (Romanos 8:24–25).
¿Qué pasa con todas las cosas difíciles que surgen mientras esperamos a que esto suceda? Pablo parece ofrecernos la promesa de este versículo como un consuelo para todos nosotros.
Sin embargo, es fundamental que esta promesa se limite a "los que aman a Dios" y "los que él ha llamado de acuerdo a su propósito". En resumen, eso significa que la promesa es solo para los cristianos: para los creyentes que se han salvado, aquellos que han puesto su confianza en Jesucristo (Juan 3:16–18; 14:6; Romanos 3:26). Independientemente de cómo nos podamos sentir en un día determinado, amar a Dios es parte de lo que significa vivir en Cristo. Eso es lo que somos. Cada uno de nosotros también está llamado a cumplir los propósitos de Dios.
En otras palabras, este versículo no se les puede aplicar correctamente a los no cristianos. Aquellos que rechazan a Dios no expresan su amor por Dios yendo hacia Él a través de la fe en Jesús. Para aquellos que mueren sin Cristo, las cosas no acaban bien, ya que habrán rechazado la oportunidad de recibir los frutos de esta promesa (Juan 3:36).
¿Cuál es la promesa? Que, para aquellos que se han salvado, todas las cosas acaban pasando para bien. "Todas las cosas" debe entenderse como todas y cada una de las circunstancias que uno pueda experimentar, incluso el dolor o el sufrimiento. "Disponer" debe entenderse a la luz de las acciones de Dios en el mundo. Dios es quien hace que todas las cosas obren juntas o, quizás, obra a través de todas las circunstancias para conseguir un fin específico. ¿Cuál es ese fin? "El bien."
La expresión "el bien" no se refiere necesariamente a la felicidad, o a una vida sin dolor, o una vida sin problemas económicos, o nuestra idea de cómo deberían pasar las cosas. El mayor "bien" que Dios ha preparado para nosotros es glorificarnos finalmente en la eternidad (Apocalipsis 21:1–4). Más allá de eso, Dios obra en nosotros y a través de nosotros para lograr el bien supremo que ha preparado para todo el universo.
El consuelo que nos ofrece este versículo es que nada de lo que experimentamos en esta vida se acaba desperdiciando. Por lo tanto, todo es significativo para aquellos que viven en Cristo, incluso si no nos ayudara a disminuir nuestro dolor y sufrimiento mientras los experimentamos.